[34: LA ÚLTIMA MENTIRA]

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LA ÚLTIMA MENTIRA

«Recordó, justo en ese preciso momento los sueños que alguna vez tuvo, fuera del poder, fuera de la ambición. Conseguir un dragón, el que sea, y volar, volar muy lejos de ahí. En su imaginación lo hacía, tomaba un bote e iba a Dragonstone, reclamaba uno y volvía sólo para pedirle a Criston Cole una oportunidad. Debió haberlo hecho, en ese tiempo quizás algún dragón la hubiera aceptado, Cole habría aceptado aunque siempre diera un discurso sobre su lealtad a la corona. Sin dudas habrían tenido un bonito final.

Quizás si el caballero habría aceptado su amor por ella antes de que Larys se metiera en su camino, tal vez Visenya no hubiera sido el monstruo tan detestable que era. Pero eso no pasó, y él ya no debió acercarse nunca a ella si no lo hizo en ese momento, ya que ahora habían firmado con sangre su desdichado final.

Cadáveres juntos, pero almas totalmente solitarias.»

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Daemon estaba junto a Aemond en el cuarto de Visenya, la mujer había comenzado hace dos horas a tener contracciones. Un maestre y dos matronas estaban ayudándola a dar a luz, viendo que todo salga como se debe.

—Te ves intranquilo, cómo si tú fueras a ser padre —bromeó nervioso Aemond.

—Si supieras que pasa por mi mente —mencionó afligido.

El joven esperaba un chiste de parte de él, no eso.

—Gael ha estado ignorando hace días, ¿sabes el por qué? —indagó pensando que tanto a su padre como a su hermana les pasaba lo mismo.

—Lo sé. Ha guardado un secreto demasiado tiempo, y aunque es buena en eso, creo que la ha estado consumiendo lentamente.

Había conseguido el perdón de Gael, le había llevado mucho tiempo hacerlo, pero ahora gozaba de la hermosa sonrisa que ella le dedicaba, y sus dulces gemidos cuando abría las piernas para él. O eso pasaba hasta los misteriosos últimos días, a pesar que su relación parecía mejorar día a día, aún estaba muy lejos de lo que Aegon y Baelon eran tan afortunados de tener. Aún así, ni ellos dos sabían que le pasaba, aunque con más suerte no mantenía tanta distancia con ellos.

Por un momento creyó que eran celos, que no le agradaba la idea que tuviera un hijo con alguien más, aunque descartó la idea al recordar lo dulce que era con Jaehaerys, quien era el primogénito de Aegon con Helaena.

¿Tal vez temía que se dejara embaucar por Visenya con la excusa del niño? Aunque ya mucho antes le había dicho que simplemente Visenya era la madre de su hijo, nada más. Que jamás volvería a creerle ni una palabra.

Hasta pensó que quizás era porque el regalo que le dió para su onomástico habría sido tan mediocre que ella se enfureció por eso. Aunque no, ese día se vio muy feliz, no tendría sentido que se enojara una semana después.

Pero ahora Daemon le decía algo sobre un secreto, ¿qué podía estar ocultando? El estómago se le revolvía al pensar en esas cosas, tantas cosas que Visenya le ocultó, o bueno, le mintió; el enterarse de que su padre era otro, aunque le gustara más que Daemon sea su padre, a que lo sea Viserys, era inevitable decir que había generado una especie de rechazo ante las mentiras y esas cosas, el simple hecho de pensarlo lo hacía sentir mal físicamente, era un poco vergonzoso de admitir que a veces le daba taquicardia y que le faltaba el aire, esas eran unas de las reacciones que le producía los recuerdos o el tema en sí.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora