[9: ROCES]

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ROCES

«¿Aquello era bueno o malo? La cercanía, los pequeños roces de piel, demasiado inocentes para hacer algo pero demasiado lujuriosos para no sentir nada. ¿Qué pesaba más? ¿La felicidad de sentirlo cerca?¿O el dolor de qué tendría solo migajas y nada más?»

Se volvió costumbre desde aquél día en que Aegon fuera a beber casi una vez por semana o más al Dragon Rojo, Morgan siempre era quién lo atendía,  y pocas veces eran las que solicitaba alguna mujer, aunque eso no significaba que estuviese con su primo, aún cuando los dos querían.

—Mi hermana Rhaenyra está apuntó de dar a luz otro hijo más.

—Sí, me enteré, ¿por qué te molesta?

—A nuestro abuelo, y a mi madre le molesta, supongo que porque ya no pueden hablar de su bastardia.

Nuestro. Últimamente había vuelto a usar esa familiaridad en sus conversaciones, aún cuando para Morgan no tenía más familiares que su madre y sus hermanas.

—Mientras Jacaerys siga siendo su heredero el tema es el mismo ¿no? Nadie quiere un bastardo en el trono.

—Sí, no lo sé, no me importa, solo quiero que me dejen en paz con el tema. —Bebió todo lo que le quedaba en el vaso y le hizo un gesto para que le traiga más.

—¿Ahogaras tus penas en alcohol?

—Sí.

Morgan negó con la cabeza pero obedeció, al fin y al cabo le pagaba por eso. Una. Dos. A la tercera ya estaba totalmente ebrio, al punto de no poder ni ponerse en pie.

—Ugh, no puedes irte así y no pretendo acompañarte todo el camino —suspiró—. Te prestare mi cama.

Tuvo que ayudarlo a caminar, lo sostenía por la cintura y había hecho que Aegon pasara el brazo por sus hombros así básicamente podía llevar su peso, no era como Cery que aún era relativamente pequeña y liviana como para llevarla en su espalda. Lo tiró en la cama de su cuarto, uno amplio para Morgan pero diminuto para Aegon.

—Si vomitas en mi cama te juro que te haré limpiarlo tu mismo —amenazó.

—No te vayas. —Tomó su mano cuando lo vió intentar alejarse—. Quédate.

—Aegon, eres grande, puedes dormir soló.

—Quiero que te quedes conmigo —suplicó.

Mierda. Mierda. Mierda. Cada vez que intentaba dar un maldito paso al costado su primo parecía arrastrarlo de nuevo a su lado, pero era estar ahí y no estar, es como quedarse cerca de un banquete, de una fiesta, pero no poder participar ni comer.

—Hazte a un lado.

El príncipe obedeció, la cama era pequeña y estaba contra la pared así qué, al moverse, quedó contra ésta y el cuerpo de Morgan; este último se había quitado únicamente las botas, igual que había hecho con su primo.

—Está fría la pared—se quejó.

—No puedo hacer aparecer una cama más grande.

—Tapame bien, entonces.

—Eres un niño mimado. —Se aseguró que las frazadas lo taparan y no lo dejaran chocar contra la pared; estaba de costado y estiraba un brazo para hacerlo, en eso Aegon se acurrucó contra él, le recordaba cuando Cery tenía pesadillas e iba a dormir con él.

Era curioso, por un lado Aegon era un niño malcriado, lleno de lujos, de sirvientes que hacían lo que querían por él, pero por otro era un joven tan solitario, sus padres estaban vivos pero no le dedicaban ni un tiempo de calidad. Lo abrazó porque es lo que quería, porque inevitablemente sentía cosas por él, no sabía bien si era por lo parecido que eran entre ellos, si era por haber sido amable con él cuando nadie en el castillo lo quería o simplemente estaba confundiendo el desearlo con algo más.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora