[31: REPARAR]

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REPARAR

«Las cosas rotas pueden desecharse, o por el contrario se las puede intentar reparar, quizás nunca queden tal cuál como antes, pero eso no significa que sean peores, quizás diferentes sí, pero tal vez puedan ser mejores de lo que fueron. Con las relaciones es lo mismo, y Baelon pretendía hacerlo.»

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Baelon volvía más temprano de lo habitual al castillo, lo cierto es que se sentía impaciente, Aegon, Gael y él al fin se dedicarían a hablar. Y, aunque no es algo que le enorgullezca, decidió usar su posición como hijo de Daemon para liberarse del trabajo mucho antes.

En uno de los pasillos encontró a Saera con una mochila de cuero en su espalda y el ceño tan fruncido que por un momento era incapaz de reconocer su rostro.

—¿A dónde vas?

—¡A ningún lado! —bramó limpiándose las mejillas con el dorso de la mano. Habían quedado rastros de lágrimas—. ¡Helaena ordenó que no puedo marcharme!

—Eres su dama de compañía, supongo que...

—¡Ya no lo soy!

Y por el resentimiento de su voz asumió que había mucho que no sabía.

—¿Por qué no lo eres? Ven, deberíamos ir a hablar a mi habitación.

Y, para variar, Saera aceptó que su hermano cuidara de ella. Así que sin renegar caminó junto a él hasta sus aposentos. Dejó su bolso en el suelo y se movió intranquila de un lado a otro.

—Gael tenía razón —mencionó en un sollozo.

—¿En qué? —La tomó de los hombros en un intento de que se quedara quieta.

—En que no debí acercarme a ella.

—¿Visenya te hizo algo? —Su voz se volvió tan lúgubre como la de Daemon cuando estaba molesto.

—¡No más de lo que Helaena hizo! —chilló tan dolida como alguna vez lo hizo por la muerte de su padre, y eso espantó a Baelon—. ¡Sabía que estaba furiosa con Aegon por encerrarme aquí! ¡Y ella hizo lo mismo!

El joven intentó asimilar eso, suponía que se refería a cuando las trajo como damas de compañía, mierda, sabía tan poco de lo que pasó en su ausencia que temía no estar al tanto de algo más. Bueno, de Saera sabía aún menos en general.

—¡¿Así espera que la perdone?! ¿Quitándome la libertad? ¡Sabe bien cuánto valoraba eso! —Volvió a chillar, aunque ahora se encontraba envuelta en el abrazo de su hermano.

Él decidió cerrar la boca, algo muy difícil teniendo en cuenta que era un bocón, pero ciertamente Saera solita estaba contando todo, y si presionaba aunque sea un poco no se iba a enterar de absolutamente nada.

—Ella dijo que me amaba... ¿por qué volvió a hacerme daño? —Las lágrimas empapaban su rostro y todo el hombro de Baelon.

«¿Amar?» pensó el joven frunciendo el ceño, «¿Helaena y ella? ¿Desde cuándo?» Temía tener tanta mala suerte como para haberse encamado a su prima en un momento en el que ella ya hubiera estado con su hermana. No, sino no habría empezado diciendo que Gael se lo advirtió, porque antes de meterse con Helaena no creía que Gael hubiera tenido algo en contra de la princesa, ¿no?

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora