[40: HIJOS]

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HIJOS

«¿Qué no haría Daemon por sus hijos? Ellos lo eran todo para él, su más grande luz y también su oscuridad, sacaban lo mejor de él, pero también lo peor; si alguien se atrevía a hacerles algo, el príncipe se bañaría en sangre, volvería todo cenizas.

Él comenzaría ciegamente una guerra por ellos.

Quizás por eso Gael decidió que debía guardar secretos, porque sabía que su padre era demasiado peligroso, y provocar una guerra por algo tan estúpido no era para nada una buena idea.

No aún.»

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Unos días habían pasado, y a pedido de Gael,  Saera decidió pasar un poco más de tiempo con Jaehaera, ésta vez por cuenta propia y no obligada.

Caminó hasta el jardín donde se encontraba Aegon con los niños. Tenía a Jaehaerys sentado en sus hombros, el pequeño se estiraba intentando conseguir algo. En el suelo, parada junto a su padre estaba Jaehaera que los miraba con mucha atención.

—¡Lo atrape! —chilló el niño.

Aegon lo bajó entonces al césped. Jaehaerys con algo entre sus manos se acercó a su hermana y se lo dio. Saera asumió que se trataba de algún insecto debido a que la niña juntaba sus manos al agarrarlo para que no se escape.

—¿Es el que buscabas? —preguntó Aegon.

Ella hizo un pequeño huequito entre sus manos y puso su ojo ahí, volvió a cerrar, miró a su padre y asintió con la cabeza sonriendo.

—Bien, los sirvientes lo llevarán para que el experto lo taxidermice.

—Qué palabra tan curiosa —habló Saera tras de ellos.

—Tarde seis lunas en decirlo como es debido —confesó su hermano.

—Es la acción para conservar mis insectos luego de que están muertos —agregó Jaehaera con una muy amplia sonrisa.

Un sirviente se acercó a tomar al insecto para llevárselo.

—Daeron me contó que tienes una colección muy amplia. Pensaba decirte si querías ir a ayudarme con algo, pero creo que estás muy ocupada en algo importante.

—Ya terminamos, ¿no es así, papá?

—Pero es el primer bicho recién —se quejó Jaehaerys.

—¿Por qué no vamos a ver a tu dragón, Jae? Tu hermana tiene planes distintos hoy —habló Aegon con tanta suavidad que a Saera le costó reconocerlo.

Jaehaerys respondió a eso no con palabras, sino que salió corriendo en dirección a la salida como si su vida dependiera de eso. Aegon soltó una carcajada al ver a Saera sorprendida, ella aún no estaba acostumbrada al exceso de energía que Jae tenía siempre.

—Que se diviertan —deseó después de dejar una suave caricia en la cabeza de Jaehaera. Le dio una palmadita en el hombro a Saera y se retiró.

—Espero que lo hagas, quizás mi idea no es tan buena como pensaba —mencionó Saera mientras le ofrecía la mano.

—Sé que será algo interesante —respondió mucho más animada de lo que venía respondiendo. Tomó su mano y la agarró con firmeza.

—Algo que siempre me gustó mucho es cocinar, cuando vivía lejos del castillo yo era quien lo hacía en mi casa. Nada de sirvientes, sólo yo —le narró mientras caminaban—. Como princesa seguro te enseñarán cosas menos sucias, como cantar o bailar, quizás bordar o tocar un instrumento. Hoy seamos sólo tú y yo haciendo unas galletas, olvidemos los títulos y protocolos.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora