[45: PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR]

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PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR

«Echamos a perder todas las historias de amor intentando que duren para siempre»

Oscar Wilde.
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Bebieron hasta el cansancio, recordaron viejos tiempos, aquellos que pasaban cuando Saera hacía paradas en Oldtown en sus viajes. Aún sin música decidieron bailar en medio del cuarto mientras reían, y aunque Daeron se moría por besarla (tanto como Saera aunque no lo confesara) no lo hizo, no quería apresurar las cosas y arruinar el día que al fin estaban pasando juntos. 

—Mamá me dijo que Daemon y Syra sólo harán una boda entre los miembros de la familia y parte del consejo —narró mientras bailaban.

—¿Esperabas una gran fiesta? Yo lo hacía —confesó riendo—. Pensé que papá querría presumir a todos que mi mamá le pertenecía a él, no pregunté por qué la decisión, aún no. —Porque evidente pretendía curiosear.

—Pensaba lo mismo, que sería igual de grande de lo que parecerá la boda de Aegon y Gael.

—Ellos se ven muy felices sobre eso, me alegra mucho —susurró mientras bailaban más lentamente y casi pegados.

—Es una suerte que todo saliera tan bien, escuché de mi madre que Rhaenyra mandó un cuervo y no parecía en contra de la boda.

—Es extraño, sólo espero que no haya nada detrás de tan buena voluntad —musitó apoyada en su pecho.

—Estoy seguro que no quiere amargarse en pleno embarazo, menos tan cerca de dar a luz.

—Tan cerca no está, pero sí, espero sea eso. Hablando de eso, me lo ocultaste —recordó frunciendo el ceño—, no me dijiste nada del embarazo de Gael en su tiempo.

—Se lo había prometido, Sae —mencionó en un tono lastimero—. Hubiera querido decírtelo, pero no era mi secreto, sino el suyo. Si yo lo sabía era simplemente por si le pasaba algo cuando estábamos juntos, para saber de qué se trataba —relató mientras la acercaba a él por la cintura.

—Te perdonaré sólo porque sé que mi hermana, y probablemente su séquito, te habrían dado una paliza si decías algo. Y no sería agradable ver tu preciosa carita herida —musitó lo último con el rostro muy cerca del suyo.

—Oh, sí que estás ebria. —Apoyó su frente contra la de ella. Había una gran diferencia de altura, pero ambos (inconscientemente) buscaban estar cerca del otro, él se agachaba y ella se estiraba poniéndose de puntitas—. No sabes cuánto quiero besarte ahora mismo —admitió mirándola.

—¿Ahora decides pedir permiso? —preguntó buscando rozar sus labios con los de él—. No lo hagas.

—Lo dices ahora que estás ebria, quiero que lo digas cuando puedes pensar con claridad —musitó.

—Puedes preguntárselo a mi yo sobria más tarde, ésta yo borracha quiere besarte demasiado, y no voy a pedirte permiso —aclaró antes de juntar sus labios con los de él.

Daeron correspondió con anhelo y rapidez, era la primera vez que Saera comenzaba un beso, ciertamente siempre lo continuaba, pero empezar jamás. Sus lenguas se juntaron tan rápido como el salto que dio la joven para colgarse de su cuello y enganchar las piernas en su cintura, Daeron la sostuvo con firmeza mientras le devoraba la boca.

Si su conciencia lo permitiera le quitaría en ese mismo instante cada prenda de ropa que tenía encima, sus manos apretaban el cuerpo de Saera con fuerza intentando controlar cualquier instinto animal que quisiera salir.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora