[27: VÍBORA CON ALAS]

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VÍBORA CON ALAS

«Aemond, desde hace años, consideraba que el peor regalo que había recibido de Aegon fue ese maldito cerdo que salió de Dragonpit con dos estúpidas alas pegadas a sus costados. No sabía que el peor regalo que recibió  de él fue Visenya, esa maldita víbora con alas que creía que era un dragón. »

Daemon, en contra de lo que realmente quería hacer, fue a ver a su hija. No podía retrasar más eso, tenía muchos asuntos pendientes y debía ponerse a cerrarlos uno a uno.

Tocó la puerta y se anunció, la voz de Aemond fue quién le dio permiso de entrar, aunque, antes de que acercara su mano al picaporte, ya la puerta estaba abierta.

Aemond tenía una amplia sonrisa, su padre asumió que porque Baelon había tenido éxito en su misión, o más probablemente porque aunque Bae odiaba a Visenya, aún así le dio el gusto de pedirle a Daemon que fuera a verla.

El mayor de los príncipes no se había cruzado muchas veces con su hijo, la mayoría de veces a propósito, lo cierto era que era difícil tratarlo normalmente después de saber que tenía su sangre, así que lo evitaba en lo que era posible. Cuándo hablaban no podía sentir más que dicha, Aemond, muy a pesar de que se crio con Alicent, era un excelente chico. 

—Viniste —musitó Visenya, intentaba mostrarse alegre, pero no lo estaba consiguiendo. 

Intentaba únicamente hacer que Aemond le preste atención, no le interesaba ver a su padre en lo más mínimo, al contrario, estaba furiosa con él. 

—Has cambiado muchísimo, lo único que reconozco de ti es ese collar —mencionó señalando el que estaba arriba del que Aemond le había regalado.

—Desde que se lo regalaste no se lo quita nunca —habló el tuerto.

—Yo no se lo regalé.

Aemond frunció el ceño y miró a su esposa, era la primera vez desde que se conocían que notó una de sus mentiras, la primera vez que dudó de ella.

—Claro que me lo regalaste tú, en mi onomástico, ¿cómo es que no lo recuerdas? —Visenya entró en pánico, ese collar era el regalo de Cole, pero había mentido para no tener que quitárselo. 

—Eso es simple y ordinario, jamás regalaría algo así —respondió sin un mínimo de consideración. 

Daemon sabía muy bien en que la estaba metiendo, sin embargo la culpa de ser un mal padre con ella se había esfumado, lo hizo en el momento que la vio y recordó las cosas que Syra le dijo. Aceptó ese casamiento porque ella le sacó en cara como la abandonó, y sabía que tenía razón, pero para ese momento Visenya ya había atentado contra sus hermanos, él la dejó casarse para recomponer lo que él había hecho mal, pero Visenya no lo merecía en ese momento, y no lo merecía ahora. Siempre fue un mal padre para ella, lo admitía, cada vez que intentaba hacer algo bueno por ella empeoraba las cosas, prefería ahora cargar la culpa de seguir siendo un pésimo padre. Lo que tenía enfrente no era esa niña que fue feliz de verlo por primera vez, la que encontraba dormida en su cama y la arropaba, esa que era feliz por dormir en una cama enorme, que amaba volar en Caraxes, la que lloró el día en el que él se marchó nuevamente; en parte sabía que él era el responsable de que ella se perdiera, pero no iba a seguir colaborando con el monstruo que ahora tenía enfrente, ella ya no era su hija. 

—Yo pensé que lo era —musitó poniendo sus dedos sobre el pequeño corazón, jugando nerviosa con éste—. Lo encontré en mi onomástico, sobre mi cama, así que asumí habías hecho que una de las criadas lo deje ahí —mintió, pero ésta vez era demasiado obvio que lo hacía, el tartamudeo y el nerviosismo la delataban.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora