[36: SANAR]

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SANAR

«Dicen que el tiempo lo cura todo, no es así. El tiempo simplemente avanza, a veces el dolor queda atrás, a veces lo llevamos con nosotros. El tiempo puede influenciar el sanar si las personas que amamos y nos aman están ahí para ayudarnos, para apoyarnos, si nosotros mismos estamos dispuestos a soltar y superar el dolor.

Curarnos depende de nuestro entorno, de la gente y los eventos a nuestro alrededor, como así también de nuestro interior, de cómo asimilamos las cosas, de las propias decisiones que tomamos sobre lo que va sucediendo.

Sanar es difícil, no imposible.»

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Aemond, Aegon y Gael bajaban las escaleras sin un rumbo específico, lo hicieron en silencio hasta que llegaron abajo. Daemon le habló a su hija primero. 

—Viserys ordenó que tú te hagas cargo de Jaehaerys y Jaehaera hasta que la reina se sienta mejor, tendrán sus propias niñeras, pero tú decidirás sobre su día a día y dormirán en tus aposentos —habló después de poner su mano en la cabeza de ella—. Tu madre te ayudará en lo que necesites, por cierto, ella y Rhaena están esperándote allí. 

—Bien, me retiro entonces. —Aunque quería ir y ver a su hermano sabía que por ahora debía seguir órdenes antes de sus propios deseos.

Daemon le acarició el cabello y dejó un beso en su cabeza antes de dejarla ir. Gael le dedicó una última mirada a sus hermanos y se marchó. 

—¿Cómo está Baelon? —preguntó el mayor.

—Le cuesta moverse más de lo que admite, y le duele lo suficiente como para haber accedido a hacer reposo... por supuesto decidió instalarse en tus aposentos —dijo mirando a Aemond—, está muy preocupado por ustedes dos, si no hubiera sabido que estaban con Gael no habría parado hasta encontrar dónde estaban.

—Sabemos que ir al Dragón Rojo no fue la mejor opción... —se intentó disculpar Aegon.

—No escuches las estupideces que dice Otto —interrumpió porque estaba seguro que él se los habría dicho—. Estaban mejor allí, aquí todo era ajetreo y pena, al menos las cosas ahora están un poco más asentadas. 

Los cuatro cuerpos ya estaban con las hermanas silenciosas y ya se había limpiado los aposentos de Visenya, así que el olor a sangre y muerte no era tan pesado. Los sirvientes para esa hora ya no estaban de un lado a otro con incertidumbre o pasando la voz.

—Mañana al atardecer serán los funerales —volvió a hablar mientras caminaban—. Viserys quería que Vhagar se encargara de encender la pira funeraria, pero lo convencí de que Caraxes lo haga.

—No era necesario que te tomaras la molestia.

—Lo sé. Sé que lo habrías hecho por Helaena y el niño sin problemas, pero también está Visenya y aunque soy consciente que si es un deber lo harías, no creí que después de hoy merecieras tener un peso más encima.

El tuerto le regaló una pequeña sonrisa de agradecimiento. 

—Vuestra madre decidió nombrar al niño cuando se enteró de la tragedia y que tú no habías elegido un nombre aún —comentó luego de un rato mientras ponía una de sus manos en la espalda de cada uno de ellos.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora