[53: FIN]

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FIN

«Todo comenzó con una joven Syra, bastarda de la princesa Saera, que buscaba una mejor vida; y con un joven Daemon, un príncipe que anhelaba el poder y la aceptación sobre cualquier otra cosa. Sus amores, sus decisiones, abrieron el camino de la historia de Gael, Baelon, Aegon y Aemond. Jóvenes que también atravesaron los golpes de la vida de una u otra forma, el amor llegó con algunas dificultades y dolores, pero al final se instaló en sus corazones dándoles la calidez que se merecían, dándole una hermosa familia.

Fue un viaje difícil, largo, con personas que se quedaron, con otras que se fueron, con llantos, con risas, y ahora es hora de decir adiós.»

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Habían pasado dos semanas desde la coronación, Gael ya se sentía mucho mejor, y lo primero que decidió hacer fue llevar a volar a Alyra sobre Bloodmoon, tal como su abuela Alyssa alguna vez lo había hecho con Viserys y Daemon. Un acto que a muchos les sorprendió debido al delicado cuidado que solía tener con sus hijos, Gael no permitía que hablaran de ciertos temas delante de los niños, pero respecto a los dragones ella era realmente permisiva. Ella siempre amó a los dragones hasta antes de saber que era una Targaryen, y empapada del amor a las tradiciones de su casa no podía permitirse no concederle a su hija la sensación de volar por los cielos a lomos de un dragón.

Baelon cargaba en brazos a su hija. La niña muy pocas veces estaba en la cuna ya que todos siempre querían tenerla cerca y a la bebé eso parecía encantarle. Aegon estaba ayudando a Gael con las tiras de su vestido, tiraba de ellas para ajustarlas lo suficiente. En eso, las puertas se abrieron de golpe.

—Miren lo que conseguimos —mencionó Rhaena a la par de su padre.

Un huevo de dragón para Alyra —pronunció en un intento de Alto Valyrio Jaehaerys.

Jaehaera tenía en brazos un pequeño huevo celeste que extendió hacia las manos de su padre.

—Dreamfyre puso una nidada y fuimos a elegir un huevo con la tía antes de que se fuera —comentó Haera.

Aegon se agachó y tomó el huevo con una mano, con la otra acarició suavemente la cabeza de su hija sonriendo.

—¿Te vas? —pronunció Bae mientras Daemon tomaba en brazos a su nieta.

—Volveré en pocas lunas, en las fechas en las que Sae dé a luz, mientras debo volver a Casterly Rock —respondió la joven acercándose a ellos.

Jae tomó la mano de Gael y jugó con los anillos qué ella tenía puestos mientras le contaba sobre cómo habían decidido qué huevo elegir. Habían seleccionado uno también para cuando nazca su primo, pero a ese lo habían entregado antes de subir a la torre en la que estaba el cuarto del rey.

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Antes de poder extrañar mucho la ausencia de Rhaena, ella ya había vuelto. Las lunas habían pasado más rápido de lo que todos esperaban, Aegon todavía no se había acostumbrado a la rutina de un rey siquiera, pero aunque le costaba cada mañana levantarse y ocupar aquel lugar, lo cierto es que se notaba cuánto se esforzaba. Le venía bien la ayuda de su consejo, especialmente la de Daemon y Syra, eran buenos en su puesto y le hacía bien dos personas que se preocuparan por él, tendían a indicarle un mejor camino o accionar de una manera suave, hasta se podría decir amorosa.

Daemon caminaba apurado hasta los aposentos de su hija, Saera, cuando se enteró que los maestres fueron a verla porque aparentemente comenzaría el labor de parto pronto, si es que no lo había empezado ya, teniendo en cuenta que él estaba en la parte contraria del castillo y tardó demasiado en llegar.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora