Capítulo 8: Danzas y melodías

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En poco tiempo me hice costumbre de deambular sola por el circo, pues muchas veces necesitaba absoluta soledad para dar rienda a mis pensamientos, pues quizás así podría recordar mi vida mas fácil o eso quería creer.

Un sonido peculiar llamo mi atención, música, de inmediato detuve mi andar para escuchar con claridad. Provenía de una carpa cercana, aquella donde dormía el chico de cabellos morados. No tarde en acercarme pues era una melodía particular. ¿Qué era?. Mi curiosidad pudo mas y no tarde en acercarme para descubrirlo.

Levante la cortina con sigilo, En el centro de la habitación, Kedamono, quien se veía totalmente concentrado en lo que estaba haciendo, en la mano tenía un objeto peculiar al cual soplaba para obtener melodías que se ligaban con lo que parecían ser botones que presionaba con sus dedos, creando un ambiente cálido y acogedor, un deleite auditivo y visual. Al finalizar su presentación, aplaudí impresionada, llamando la atención del chico.

— ¿Qué tanto escuchaste? —pregunto apenado.

— No mucho —respondí con honestidad— pero lo poco que escuche y vi fue impresionante.

El chico se apeno sonrojándose ligeramente.

— No es para tanto —expreso con modestia.

— ¿Puedes enseñarme a hacerlo?.

Mi pregunta le sorprendió pero termino aceptando.

Me explico que aquel instrumento era una trompeta y comenzó a explicar los conceptos básicos de esta. Me mostró cómo sostener el instrumento correctamente, cómo colocar los labios en la boquilla y cómo producir los primeros sonidos, las notas resonaron tímidamente al principio, pero Kedamono me animó a seguir intentando, me explicó las técnicas de respiración y embocadura, estaba completamente absorbida en su lección. 
Cada vez que producía una nota clara y melodiosa, una sonrisa de satisfacción se hacía presente en mi rostro. La música llenaba la habitación de medida.

Kedamono elogiaba mis avances y me daba consejos para perfeccionar la técnica y yo desarrolle una ligera obsesión con la música desde lo sucedido el día anterior. Pase un rato mas que ameno con el chico y su instrumento.

Al paso de las horas, en la comida me percaté de la prenda peculiar de la albina, su leotardo color menta llamo mi atención ocasionando que no pudiera quitarle la mirada de encima y apenas se retiro me atreví a preguntar.

— ¿Por qué usa esa ropa? —le pregunté con sutileza a su hermano.

— Porque esta ensayando.

— ¿Ensayando?, ¿para qué?.

— Dara una presentación de ballet dentro de unas semanas.

Una vez terminamos de comer me apresure a buscarla. No escuchaba música que me pudiera guiar a ella y no tuve mas remedio que buscarla carpa por carpa y entonces la encontré. Al centro de la pista, se acomodó un tutú, parecía una figura angelical mientras se preparaba para su actuación. Entonces reprodujo música creando una atmósfera mágica que anticipaba la belleza que estaba a punto de desplegarse. 

Se erguía con elegancia en el centro del escenario, sus brazos extendidos con gracia, y sus ojos enfocados en un punto distante que solo ella podía ver. Cada movimiento que realizaba estaba imbuido de la elegancia y delicadeza.

Con un movimiento suave de sus brazos, la chica se elevó, sosteniendo su pierna en alto y manteniendo un equilibrio impecable. Su figura parecía flotar en el aire mientras ejecutaba giros y movimientos fluidos, su tutú danzando alrededor de ella como un halo de gracia. Cada movimiento estaba lleno de emoción y expresión. Su mirada transmitía la historia que narraba con su danza. Cada giro, cada salto, transmitía la pasión y la dedicación que Marifa había invertido en su ensayo.

Fragmentos Perdidos ||PopeexT/N||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora