Capítulo 39: Hundida en la melancolía

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Me pase toda la noche en vela, buscando en mi celular todos y cada uno de los reportajes sobre la noticia de los migrantes, aquel fatídico día. Tuve la esperanza de que al ver todo lo que paso, pudiera recordar mas sobre mi pasado, pero nada parecía funcionar.

El dolor en mi pecho se intensificaba con cada latido de mi corazón, la sensación de desesperanza me envolvía como una manta fría y húmeda. Me tenía harta la incompetencia de mi mente de no poder recordar mas aun después de haber pasado ya dos meses y de mirar cada detalle del incidente que me hizo perder la memoria.

— ¡Maldita sea! —Grite sin importarme si alguien podía escucharme.

Gruñí de ira llevando mis manos a mi cabello del cual tire con fuerza. Estaba cansada de la amnesia que me mantenía prisionera, me sentía como un cascaron vació sin nada en su interior.

Cerré mis manos en puños para golpearme a mi misma repetidas veces, una y otra vez, cada golpe con mas fuerza que el anterior, no cese ni cuando la cabeza comenzó apunarme, sino hasta que los golpes provocaron en mi un mareo tan intenso que casi me hace caer al suelo.

De un movimiento me recosté sobre la cama y continúe mirando las noticias sobre el barco en llamas. Continúe hasta que mi celular se apago de pronto al quedarse sin pila y tan solo termine mirándome a mi misma en el reflejo de la pantalla.

— ¿Por qué no puedo recordar?.. —Me pregunté a mi misma, esperando que mi reflejo me respondiera.

Llamaron a la puerta. No me moví un solo centímetro.

— Umi, soy yo, Paola — Habló con desanimo detrás de la puerta. No respondí— Se que estas despierta, debemos irnos, recuerda que hoy es tu cita con el psicólogo.

Volvió a llamar repetidas veces a la puerta, así como me llamo repetidas veces con el nombre de Umi. Mientras mas tiempo pasaba, mas detestaba tener que usar un nombre de repuesto, como si fuera un perro abandonado que le ponen un nombre tan ridículo creyendo que es especial.

Abrí la puerta antes de que la mujer se alterara más e hiciera algo imprudente.

— Ya estoy lista —Dije sin mucho animo. 

Paola atino a sonreírme.

— Andando que cobra por hora, aunque pareciera que fuera por minuto —Intento bromear.

Apenas pronuncie palabra, solo miraba por la ventana como nos alejábamos del circo. En esta ocasión, nos toco ir solas por lo que en el auto solo nos encontrábamos las dos, una a cada extremo, en completo silencio. O al menos, eso me hubiese gustado.

— Sabes, la policía nos informo sobre lo que hablaron —Me hizo saber, adquiriendo un tono de voz suave. No respondí, porque realmente no había nada que decir seguramente ya estaban al tanto de todo, ni siquiera me sorprendería que ya lo hubieran divulgado con los demás en el circo.— Debe ser muy difícil para ti, pero piensa que estas a la mitad del camino para recuperar tus recuerdos y quizás a tu familia —Intentaba levantarme los ánimos tanto como podía.

— Pero hay posibilidades de que no suceda así —Me atreví a responder casi inconscientemente.

— Bueno nos tienes a nosotros sin importar que —Expresó mas animada.

No hubo reacción de mi parte, así que Paola dejo de insistir. Al llegar se despidió, diciendo que regresaría por mi cuando acabara mi cita y se marcho.

Muy apenas estaba consiente de mi entorno. Le conté al psicólogo cada detallé sobre lo que me molestaba, claro omitiendo cosas como los cortes o los golpes que me hacía a mi misma.

— Cada vez que vienes te miro peor que la vez anterior, a pesar de estar logrando lo que tanto anhelas que es recuperar tus recuerdos —Resaltó con preocupación.

No dije nada al respecto, ni siquiera yo misma lo entendía, ¿cómo podrían entenderlo los demás?.

Después de su aclaración, se concentro en destacar cada punto que consideraba como una situación mayor, pues los resultados de la primer sesión y los de ahora no eran para nada los mismos, se alejaban demasiado. Como medida desesperada saco de su alacena un frasco de pastillas las cuales me explico cada cuando debía y podía tomar esas pastillas que resultaron ser antidepresivos.

— Tomaras solo una pastilla al día, de preferencia por las mañanas, si te causa somnolencia tómala por la noche, por ahora las tomaras hasta la próxima vez que nos veamos, si te ayudan continuaras tomándolas hasta que yo te indique lo contrario —Fue muy especifica y se encargo de que entendiera bien las indicaciones.

Al tener el frasco en mis manos, no espere que fuera la gran cosa y las guarde en mi bolsa sin mucho interés. Cuando mi sesión termino, y ver que Paola aun no llegaba por mi, me decidí por ir a la farmacia mas cercana para comprar vendas nuevas.

Estando en la farmacia, apenas presté atención a lo que hacía, mi mirada se encontraba casi que perdida. Agarré todas las que creí convenientes.

— Eres tu —Escuche una voz que me reconocio. Gire la mirada tan solo para encontrarme un amigo de Popee, aquel de cabello azul que había conocido antes. No tardo en acercarse a mi, tomarme de la mano y sonreírme mientras me miraba fijamente— Gracias.

— ¿Por qué? —Pregunté sin entender a lo que se refería.

— Porque gracias a ti Hanabishi vuelve a ser él mismo.

Me sentí confundida, definitivamente su amigo no estaba al tanto de lo que realmente había sucedido.

— ¿No leíste mi mensaje?, no pude hacer nada por él.

Negó con la cabeza.

— Si lo hiciste, tu hiciste mas que todos nosotros, te agradezco que te preocuparas por él —Estaba sumamente agradecido. podía notarlo en sus ojos.

—  No, estas muy equivocado, hace un mes que Popee y yo no hablamos —Le explique, sin embargo aquel chico parecía no comprender. Separe mi mano y me aleje— Me tengo que ir —Fue lo ultimo que dije antes de marcharme.

— Puede que no lo veas ahora o que Hanabishi no te lo haya dicho, pero también esta agradecido contigo y quizás solo esta buscando la mejor forma de acercarse de nuevo a ti —Dijo en voz alta para que pudiera escucharlo bien.

Para mi sus palabras no tenían ni el mas mínimo sentido. Pague por las vendas, las guarde a mi mochila y salí de la farmacia pensando que aquel chico tenía demasiado distorsionada la verdad sobre como habían sucedido las cosas.

Casi como si fuera broma, cuando me disponía a volver a mi habitación, sumamente agotada por el día me encontré en la mitad del camino a Popee quien se recargaba de la pared, se veía pensativo. Pase de largo, sin embargo..

— Umi —Me llamó aquel chico. Detuve mi paso por un momento, dándole la espalda— Me gustaría que pudiéramos hablar.

— ¿Sobre qué? —No me atreví a mirarle.

— Hay mucho que decir —Expreso casi en un suspiro, suavizo su voz, de aquella manera en la que me hablaba antes.

— No hay nada que decir, todo quedo muy claro con nosotros —Expresé lo que pensaba, pero no me atreví a mirarle.

— Eso no es cierto, yo tengo mucho que decirte —Sentí el pesar en sus palabras.

Como un golpe en mi corazón, llego a mi cabeza el recuerdo de él desasiéndose de la carta donde expresaba todo lo que sentía, donde le contaba cada cosa que pasaba por mi cabeza y que nadie mas tenía idea.

— Pues, yo no, dije todo lo que tenía que decir en la carta que tiraste a la basura.

— Lamento hacer eso —Se escucho arrepentido— Intente recuperarla pero fue demasiado tarde, por eso quiero saberlo de ti lo que decía esa carta.

— Todo eso se fue con la cata, ahora no hay nada que decir.

No me quede mas tiempo para conversar y me aleje sintiendo el peso de sus palabras y sus pasadas acciones en lo mas profundo de mi corazón, reavivando heridas que pensaba que habían sanado.

Fragmentos Perdidos ||PopeexT/N||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora