Capítulo 50: Palabras no dichas

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El sol se deslizaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, era demasiado hermoso. Había terminado el turno de Marifa, justo cuando Popee regreso de la ciudad, se veía alegre y su sonrisa era contagiosa.

— Toda tuya hermano —Dijo refiriéndose a mi, después de chocar sus manos como un pase, la chica se despidió marchándose a la distancia.

Popee tomo asiento frente a mi. Los rayos anaranjados del sol se reflejaban de manera sublime en el rostro del rubio, resaltando aun mas el azul de sus ojos, tan hermoso como un girasol. Me sonreía alegremente, se notaba en su mirada que su día había sido muy bueno. Superaba sus dificultades a pasos agigantados. Sentí un poco de envidia.

— Te vez rediente —Dije sin pensar.

— Gracias —Acomodo su rostro en sus manos recargando sus codos en la mesa— Hoy fue un buen día.

— Me doy cuenta —Por alguna razón no podía apartar la mirada de él, aun seguía embelesada por la manera en que la luz del atardecer iluminaba su rostro de manera única.

Entonces, al cabo de un momento mirándonos fijamente, su sonrisa se suavizo poco a poco y su mirada se volvió un poco mas seria. Miro a sus alrededores, retiro sus manos de su rostro y se claro la garganta mientras agachaba la mirada, podía notar cierto nerviosismo en él,

— Umi, necesito decirte algo —Por alguna razón le costo decir aquellas palabras.

— ¿Qué sucede? —Le pregunté con curiosidad.

Cualquiera podría decir que estaba petrificada como una estatua, apenas reaccionando, estaba completamente perdida en él, no podía despegar mi mirada tan fija hacía Popee, no quería dejar de ver aquel resplandor que emanaba y la atmosfera tan cálida me envolvía.

— Es solo que... —Inhaló profundamente, intentando mantener la compostura— He estado pensando mucho en nosotros últimamente, puedo sentir que hay una conexión mas profunda entre nosotros y, bueno, creo que debería decirte que...

Fue gracias a esas palabras que salí del trance, cuando lo mire sonrojarse, supe hacía donde iba esta conversación. Me incline hacía atrás, mi corazón se acelero, sentí miedo y pánico de lo que esto podría desatar.

— Encontré —Me apresure a decir para detenerlo— Vi el álbum de fotos de Kedamono, y estabas ahí, cuando eras mas pequeño, ¿Siempre has tenido el mismo peinado? —Hablé de manera torpe, titubeando, alargando las palabras y hablando apresuradamente.

Popee frunció el ceño confundido.

— Si, creo que si —Titubeo igualmente al hablar— Pero, yo quería decirte algo importante.

Sentí que mi corazón saldría de mi pecho y me levante de la silla tirándola detrás de mi, tropezándome con ella, yéndome de espaldas. Popee se levanto de inmediato y logro atraparme antes de que pudiera caer. Termine en sus brazos.

— Ten cuidado —Dijo con preocupación— ¿Estas bien?.

Alcé la mirada con rapidez, Popee estaba tan cerca que me hizo sentir mas nerviosa. Me aleje con rapidez.

— Iré a bañarme —Fue el único pretexto que se me ocurrió que me haría escapar de Popee, ya que solamente de esa manera me dejaban completamente sola, si me encerraba en el baño.

— Pero lo hiciste esta mañana —Intento detenerme, sabía bien que estaba huyendo de nuevo.

No respondí, corrí escapando de él para encerrarme en el baño y tener un poco de tranquilidad. Respire hondo intentando tranquilizarme, moje mi cara con agua fría hasta que finalmente pude calmarme.

No quería lastimarlo, aunque realmente al evitar esto, también me lastimaba igual, pero simplemente no podía corresponderle, no ahora que había tomado una decisión. "Él me olvidara". Me repetía una y otra vez, convenciéndome que mi partida no le afectara si no le doy una respuesta a su confesión. 

Abrí la puerta muy sigilosamente, mire a mis alrededores, no había nadie. Era momento para escapar. Termine dentro de lo que alguna vez fue la carpa principal donde los artistas presentaban sus espectáculos, ahora solo servía como un espacio para que Marifa pudiera ensayar sus coreografías.

Estando ahí me encontré con una cuerda que colgaba de una de las vigas. Me acerque y tire de ella para comprobar cuanto podía aguantar, era firme, no se caería. Lo había encontrado. Me subí a una silla y enrede la cuerda entre si hasta formar un nudo fuerte, dejando un gran espacio para mi cabeza.

Coloque la cuerda al rededor de mi cuello y camine hasta el borde de la silla preparándome para patearla lejos. Cerré los ojos, baje las manos, llegue hasta la orilla alzando un pie y aparte la silla. Sin embargo al momento de hacerlo, sentí como me sujetaban de las piernas y jalarme hacía atrás, lo que me hizo abrir los ojos.

En un movimiento rápido, me encontré en los brazos de Popee, me cargaba cual princesa. No me permitió ver su rostro, pero cayo de rodillas al suelo abrazándome con fuerza.

— ¿Hasta cuando continuaras? —Pregunto con tristeza— No quiero que sigas intentándolo mas.

Sentí pesar por él, acompañado de un poco de remordimiento.

— Es que, no tengo razones para seguir, no quiero vivir —Le confesé con dolor.

— ¿Por qué...? —Le dolía escucharme decir eso— No quiero dejarte ir.

Lo abrace tratando de consolarlo. No podía evitarlo por siempre, sucedería, tarde o temprano, pero cada vez que me detenía, por alguna razón, me dolía cada vez mas el pensar en intentarlo, y todo debido a que no quería hacerle mas daño del que ya había recibido. Tan solo pensar en eso me dolía. Incluso dentro de mi, me rendía ante la idea del suicidio, pensando que quizá no era la solución, sin embargo no dejaba de aferrarme a ella de todas formas..

Fragmentos Perdidos ||PopeexT/N||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora