Capítulo 47: Disconformidad

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Un destello de luz se filtró a través de las cortinas entreabiertas, parpadeé lentamente, luchando por romper la neblina que envolvía mis pensamientos. La última imagen que recordaba era el abrazo implacable del mar, la sensación de ser arrastrada hacia abajo por las oscuras profundidades.

Mire a mi alrededor, dándome cuenta del lugar en donde estaba, una habitación de hospital que parecía girar a mi alrededor, supe que estaba de vuelta en medio de la tormenta, perdida en un mar de caos y confusión. Alcé la mirada, encontrándome con todo el circo en la habitación.

— ¡Umi!, despertaste —Exclamo con emoción y una sonrisa en su rostro.

Popee se encontraba a mi lado, sujetándome de la mano con fuerza. El resto también se acercaron a mi, con sonrisas y lagrimas. A penas reaccione, pero sentí nuevamente esa sensación de desolación en mi interior, acompañado de una frustración por no haber logrado mi objetivo. 

Fui revisada por una enfermera, que también pidió que se marcharan, solo podía estar una persona conmigo. Popee se propuso a si mismo de inmediato, los demás estuvieron de acuerdo.

Una vez que nos encontramos a solas, se acerco con cautela, podía notar sus ganas de hablar, en su mirada se veía que tenía muchas cosas que decir. No obstante, antes de que pudiera hablar, le interrumpí.

— Idiota —Susurre con voz débil.

— ¿Qué dices? —Frunció el ceño sin comprenderme, creyendo que había escuchado mal.

— Debiste dejarme —continúe retomando poco a poco el habla— Debiste dejarme ahí.

Le hice saber mi frustración. Popee se sorprendió pero frunció el ceño.

— ¡Tu eres la idiota! —Alzó la voz sin llegar a gritar— ¿Qué pretendías lograr con eso?.

Mis lagrimas comenzaron a salir sin control alguno, sollocé devastada.

— No debiste ir —Hipé al hablar— yo quería morir —Confesé mis verdaderas intensiones.

Popee abrió sus ojos en grande, escucharme decir aquello le dolió en lo mas profundo se su ser, lo sabía, pero aun así lo dije. Llevo sus manos a su cara en un intento por procesar mis palabras, sus ojos se cristalizaron.

— Tonta —Susurro— arriesgue mi vida por salvarte.

— ¡Yo no te lo pedí! —Grité sin pensar.

Entonces, comencé a sufrir un ataque de ansiedad, me faltaba la respiración, me desespero estar ahí acostada, solo quería escapar y salir corriendo. Arranque cada intravenosa que tenía de manera descuidada, lastimándome en el proceso, me apresure a levantarme de la camilla. Popee me sostenía con fuerza evitando que me fuera.

— Calma, tienes que tranquilizarte —Me decía con angustia.

Estaba desesperada, comencé a forcejear, dando manotazos, lo que fuera necesario para liberarme, gritaba sin pensar en lo que decía.

— ¡Yo no te pedí que me encontraras!, ¡no quería que lo hicieras!, ¡solo lo arruinaste!, ¡lo arruinaste todo!.

— ¡Y lo volvería a hacer!, ¡Eres una idiota por creer que eso es una solución! —Me grito de vuelta.

Después de tantos ruidos, los doctores se hicieron presentes quienes nos separaron al instante, a él lo sacaron de la habitación mientras que yo seguía gritando y pataleando. Entre los enfermeros y enfermeras me sostuvieron inmovilizándome, me inyectaron un tranquilizante que empezó a surtir efecto a los segundos, solo sentí como las fuerzas se me iban hasta que caí desmayada.

En mis sueños solo era capaz de ver mis propios recuerdos, desde mi infancia hasta la manera en la que llegué a este país, pero cada recuerdo era como una apuñalada a mi corazón, recordándome lo que perdí y lo sola y miserable que estaba ahora. Abrí los ojos lentamente deseando que todo fuera una simple pesadilla, un mal sueño.

Pero ahí estaba, Popee, sentado frente a mi. Ver su rostro ahora no era mas que un recordatorio de todo lo que perdí, incluyéndolo. A pesar de haber vuelto, sentía que ya nada podría ser lo que alguna vez fue, era devastador.

Únicamente desvié la mirada, no tenía fuerzas para mantener una conversación con él y por lo que su expresión facial me decía, acompañada de ese seño fruncido, me decía claramente que él tampoco estaba preparado para mantener una conversación. Aun a pesar de aquello, Popee se quedo.

En menos de una semana fui dada de alta, pero en cada uno de esos días en los que estuve hospitalizada, Popee permaneció a mi lado sin apartarse en ningún momento, aun pese a que no volvimos a cruzar palabras desde que discutimos.

Cuando llegué al circo, el resto intentaron hablar conmigo, palabras esperanzadoras, era todo lo que salía de sus bocas. Me dieron un poco de té que siempre tomaba, un par de postres para que escogiera el que yo quisiera y mucha comida en la mesa que todos compartiríamos. Sin embargo, todo aquello podía llenar mi estomago, pero no mi corazón, no sanaba mis heridas emocionales.

— Agende nuevas citas con tu psicólogo, mañana iremos a verlo —Menciono Paola dándome palmaditas en la espalda.

No pronuncie palabra alguna, realmente no encontraba motivos para hablar, ni palabras que valieran la pena ser escuchadas.

Cuando la reunión termino y cada quien se marcho, me quede sola en la mesa, tan solo siendo acompañada por Popee quien seguía sentado al otro extremo, pero no dejaba de perder la mirada en mi. No era capaz de mantener el contacto visual.

— ¿Aun te quedaras? —Me pregunto cruzándose de brazos. No respondí— Aunque te quedes al ultimo, me quedare contigo —Hablaba con voz firme.

Me levante finalmente de la mesa, y me aleje, estaba por ir a mi habitación para encerrarme de nuevo. Popee no dejo de seguirme. Cerré la puerta detrás de mi, pero a los segundos fue abierta por Popee. Me gire y fruncí el ceño.

— Esta es mi habitación, déjame sola —Le pedí sin muchos ánimos.

— No —Se negó de inmediato— tu y yo volveremos a dormir juntos, no importa si es en tu habitación o la mía.

— Me niego —Me enfurecí por su actitud.

— Y yo me niego a dejarte sola de nuevo.

Todo esto era una discusión sin sentido, con la que no deseaba lidiar en estos momentos. Aparte la mirada, chasque la lengua pensando que si hiciera lo que Popee me pedía, podría conseguir un momento en el que pudiera bajar su guardia y de esa manera alejarme para tener un poco de privacidad.

Aun con el ceño fruncido alce la mirada y le vi directamente, aceptando de mala gana su propuesta de volver a dormir juntos. Popee relajo su semblante, tomo aire y me sujeto de la mano, guiándome hasta su habitación, pero antes de marcharnos, cerro mi puerta con llave y paso a encargarla con Kedamono, esto me hizo enojar, pero reprimí mi disconformidad.

— Te extrañe en las noches, Umi —Expresó de manera sincera cuando ambos nos encontramos recostados sobre la cama. Tan solo atine a apartar la mirada y dirigirla hacia el techo, perdiéndome entre mis pensamientos— No podía soportar la idea de perderte, entré en pánico cuando te vi alejándote en el mar —Confesaba con pesar— Por un momento creí que te perdería, y yo..-

— Buenas noches —Le interrumpí dándole la espalda, no quería seguir escuchando sus palabras que eran como espadas filosas que atravesaban mi corazón.

— Descansa.. —Expresó con tristeza.

Si seguía escuchándolo, se convertiría en una razón mas para odiarme a mi misma. Fui grosera, me dolió reaccionar de esa manera, pero prefería evitar el tema y continuar en mi ignorancia a sufrir el peso de sus palabras y sentimientos tan solo para encontrar una razón mas para seguir atormentándome. 

Fragmentos Perdidos ||PopeexT/N||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora