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Actualmente.

El sonido de las aspas de la nave empezaba a hacérsele monótono y pesado, a veces se preguntaba como demonios había aguantado dos días enteros escuchando ese sonido hasta durmiendo.

Sintió algo peludo restregándose contra su pierna, así que solo extendió la mano para acariciar la tupida mata de pelo gris dorado mientras seguía observando el paisaje a través de las compuertas abiertas de la nave.

Frunció un poco el ceño al notar una mirada profunda y ligeramente crispada sobre ella.

—¿Podrías dejar de mirarme así? —le preguntó al avatar mostrándole una sonrisa amable pero demasiado falsa como para creerse nada.

—Tu madre me ha dejado a tu cuidado, debo vigilarte —replicó apoyando sus codos sobre las rodillas.

—Vigilarme, no contar mis respiraciones —puntualizó sin dejar de acariciar a su tupida mata de pelo.

—Es lo mismo.

—No —gruñó con suavidad.

—Callaos ahí atrás —pidió el piloto—, estamos llegando a territorio Metkayina.

El avatar miró por última vez a su acompañante y a la mata de pelo que la seguía a cualquier parte. Cualquier maldita parte, sin importar cuán peligroso era.

—Y llegando a la explicación más larga de mi vida —se quejó el acompañante del avatar.

—Vamos, Lia, no puede ser tan malo.

—Lo que no puede ser es más largo aún, tío Norm —replicó soltando un sonoro suspiro.

El avatar balanceó la cabeza de un lado a otro. La madre de su acompañante había tardado casi dos horas en explicarle bien todo lo importante, luego se metió en los detalles.

Cierto era que más largo no podía ser, pero tampoco tenía por qué ser especialmente malo, aunque debía explicar un par de cosas que Norm sabía que a su viejo amigo iba a llevarle un buen rato procesar.

A él le había pasado lo mismo.

—Vamos a aterrizar —anunció el piloto.

—Norm, sales tú primero —ordenó el otro científico que venía con él y su otra acompañante humana.

—Vale, vale. —Agitó la mano con aburrimiento—. Yo le suelto el muerto a Jake.

—Exagerado —soltó la otra humana levantándose. Su mata de pelo se apoyó contra su vientre, como si no quisiera que se separara de ella—. Tranquila, Sukha, vienes conmigo.

—Recuerdas la explicación, ¿verdad, Ataraxia? —preguntó el científico.

—Como si la hubiera dicho mil veces, Max —respondió exagerando un poco para sacarle una risa a los otros dos.

La nave aterrizó en la arena, haciendo que ésta volara en casi todas las direcciones. Ataraxia vio como varios seres azules —unos más oscuros que otros, aunque predominaban los claros— se arremolinaban cerca de la nave.

Norm bajó de la nave cuando las aspas de ésta empezaban a detenerse, siendo recibido con un abrazo de su viejo amigo y aliado.

—Me alegro de verte, Norm —confesó uno de los seres azul oscuro más altos.

Ella bajó de la nave, sabiendo que captaba la atención de varios de esos seres azules, pero no le tomó importancia y ayudó a Max a bajar la maquinaria.

—Yo también me alegro de verte, viejo amigo —admitió el avatar—, tengo una sorpresa para ti —dijo señalando a la niña de pelo blanco como la nieve que estaba ayudando al otro científico.

—¿Quién es? —preguntó mientras empezaba a picarle la curiosidad.

—Ahora lo verás —respondió dejando un poco anonadado a Jake, pero que rápido se recuperó y ayudó a los otros dos.

Vio como un lobo ibérico bajaba de la nave y se acercaba a la niña, como si ella fuera el todo de ese animal, y ella lo acariciaba antes de volver a ayudar a Max.

Jake Sully y su hijo mayor dirigieron al avatar y a los dos humanos hacia lo que en ese sitio se le llamaba «marui».

Una tienda normal y corriente, entendió Ataraxia, solo que alguna estaba encima del agua, otras solo parte y un lárgo etcétera que no le apetecía pensar.

¿Las personas del cielo tienen pelo blanco? —escuchó como decía alguien entre la multitud de na’vi.

¿Desde cuando la gente del cielo no usa esa cosa rara que llevan en la cara? —preguntó una mujer, interpretó por el timbre de la voz.

Que extraña —dijo otro con un desprecio más palpable en la voz.

Su piel es muy oscura —murmuró otro.

Ataraxia sujetó el puente de su nariz, harta de escuchar. Era cierto que lo del pelo blanco era una anomalía, pero no hacía falta comentarlo.

¿Crees que nos entienda? —inquirió otro na’vi.

No, solo me quiero morir —murmuró dejando caer su brazo como un peso muerto a su lado.

El silencio no llegó como había temido, los murmullos sobre ella siguieron y siguieron hasta que llegaron al marui de la familia Sully, donde había una chica de más o menos su edad tumbada, con la que parecía su madre a su lado.

Ayudó a los otros dos científicos a colocar las máquinas y a inyectar algunas vías endovenosas para estudiar más o menos lo que le había pasado a esa chica.

Norm se giró hacia ella de repente.

—Fuera —ordenó.

—Pero...

—No, Ataraxia, todavía no tienes la formación requerida para esto, así que sal fuera, por favor —añadió acuclillándose delante de ella.

Ataraxia salió del marui con un sonoro resoplido y se sentó en el borde de la pasarela de tela que parecía cubrir todo lo que abarcaba la aldea Metkayina.

Vio a un chico na’vi observarla desde lejos, piel clara, no parecía tener cicatrices, el pelo estaba recogido en un moño —a excepción de la trenza neuronal por obvias razones.

¿Qué? —inquirió casi ladrándole.

Su loba se tumbó a su lado a la vez que vigilaba al nativo que ahora la miraba algo impresionado. Sukha retrajo los labios para mostrarle los dientes durante un momento.

¿Por qué te han echado? —preguntó acercándose a ella con cierto cuidado, aunque no quisiera aceptarlo su mascota daba algo de miedo.

Porque soy joven e inexperta —respondió apoyando sus codos en las rodillas, mirando hacia el mar mientras el chico se detenía a un par de metros de ella.

¡Fuera! ¡No habéis hecho nada! —gritó la mujer que había estado dentro de la tienda.

El chico se largó un poco aterrorizado y Ataraxia hizo lo mismo. Animal asustado en terreno desconocido, significaba correr. Por su puñetera vida.

Decidió caminar con cierta prisa hasta la nave con Sukha pisándole los talones. Aunque no se alejó mucho hasta que sintió la voz de alguien a sus espaldas.

Su loba gruñó sonoramente, pero fue acallada por la mano de su ama, quién miraba con duda al hombre que ahora estaba acuclillado ante ella. Era el que había recibido a Norm en primer lugar.

—¿Eres... familiar de Emrey Hunter? —preguntó con algo de inseguridad.

Ataraxia lo miró de arriba abajo, inquisitivamente.

—¿De qué conoce usted a mi madre? —inquirió en respuesta.

—Tu madre... —murmuró con los ojos un poco humedecidos.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora