xlviii.

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—Ataraxia, Ataraxia, ¿dónde estás? —preguntó la mujer, el tono de su voz revelaba que estaba muy nerviosa—, ¿estás bien?

La chica carraspeó un poco, con el cuerpo de Lo’ak a centímetros del suyo y con el peso de sus manos todavía en las caderas. Tragó saliva con fuerza y se preparó para responderle a su madre.

—Sí, estoy... estamos bien —murmuró mirando hacia el suelo a un lado para no tener que mirar a Lo’ak a los ojos.

—¿«Estamos»? ¿Quién está contigo? —inquirió de nuevo.

—Eh... Lo’ak —respondió casi sin poder decir su nombre sin temblar.

—¿Estáis bien?

—Sí, es que... nos persiguió un thanator y...

—¡¿QUÉ?! —gritó Emrey al oír a su hija.

—Eso... —murmuró, luego desconectó el comunicador.

Casi podía oír a su madre gritar en los cuatro idiomas que ambas sabían, maldiciéndola alguna que otra vez por haber desconectado el comunicador. Se mordió el labio inferior sin apartar la vista del suelo, que parecía haberse convertido en la cosa más interesante del mundo.

Sintió dos dedos tocando su barbilla y levantándola. Ella se dejó, sin saber todavía el por qué. Él conectó sus ojos con los de ella, haciendo que Ataraxia tragara saliva al notar un brillo adicional en sus iris ambarinos.

¿Hice algo mal? —preguntó sin dejar de mirarla.

No, no, no, no es eso —negó intentando no mirar a otro lado para que no notara lo nerviosa que la había puesto. Aunque sus orejas la delataron, apretándose contra su cabeza.

Lo’ak sonrió un poco al notar como ella intentaba ocultar su nerviosismo, fallando estrepitosamente, en ese momento al menos.

No te rías de mí —ordenó Dahlia poniendo sus manos en el pecho de él, pero esta vez para intentar alejarlo.

Acción que no pudo realizar porque el Sully se acercó a ella hasta poner en contacto la mayor parte de su cuerpo, desde las piernas hasta su pecho. Lo’ak puso los brazos a los lados de su cabeza, aprisionándola allí, aunque todavía no sabía si era en contra de su voluntad o no.

¿Cómo podría? —murmuró respondiendo a la orden que ella le había dado hacía unos momentos.

Ataraxia intentó no hacer visible lo muy confundida que estaba, ¿de qué habían estado hablando? Se dio una bofetada mental por caer redondita en el juego de Lo’ak sin darse cuenta.

Él siguió observándola, viendo como trataba de no mostrarse confundida ante la pregunta que había hecho y luego parecía enfadarse, aparentemente consigo misma.

Ella miró hacia otro lado, evitando que sus ojos volvieran a encontrarse, pero él ladeó la cabeza y sonrió antes de volver a sujetar su cintura y enterrar su rostro en el cuello ajeno.

Ataraxia dio un respingo al sentir como el Sully lamía y besaba su cuello, a veces mordiendo un poco, pero no lo suficientemente fuerte como para dejar alguna marca. Ahogó un jadeo cuando notó como él la aprisionaba de nuevo entre la madera del tronco y su cuerpo.

Lo’ak —susurró sintiendo su pene apretado contra su vientre.

Ayúdame —musitó contra su cuello. Dahlia sintió la vibración de su voz, ahora algo más ronca, haciendo que apretara la mandíbula.

Nos... nos están buscando... Lo’ak —se excusó con las manos sobre su pecho.

El Sully levantó su cabeza de su cuello y la miró directamente a los ojos. Ella tragó saliva, nerviosa.

La próxima vez no te salvas —avisó con la voz ronca y luego se alejó un poco, liberándola de agarre.

Ataraxia salió del tronco hueco, dejándole intimidad a Lo’ak, mientras ella vigilaba que nada ni nadie llegara.

𓏲᭄

Ambos chicos llegaron a la aldea Omatikaya cerca de una hora después, con una todavía muy abochornada Dahlia y un Lo’ak demasiado frustrado. Apenas habían cruzado palabra y ella no tenía claro si lo prefería así.

Cuando ambos chicos estuvieron cerca de la tienda de los Sully, una pequeña Tuk salió corriendo para ir a abrazar a su hermano y a su amiga.

¡Tuk! —llamó Kiri al ver salir a su hermanita. Aunque se tranquilizó al ver como la niña abrazaba a Lo’ak y luego casi saltaba sobre Ataraxia.

El avatar abrazó a la pequeña, que estaba nerviosa, pues no se creía que hubieran llegado a pesar de haber abrazado a su hermano y estar abrazando al avatar. Ataraxia soltó a la niña cuando Kiri se acercó a ellos.

Nos preocupasteis —reprochó abrazando a su hermano.

Disculpa, Kiri.

Perdón —murmuró Ataraxia.

At, ve con la señora Hunter, está muy preocupada, yo cuido de ese cuerpo —añadió al ver la vacilación de Dahlia.

Gracias, Kiri —agradeció antes de desconectarse.

La cápsula se abrió, dejando ver a una mareada Ataraxia, que sacudió su cabeza en cuanto estuvo sentada y se frotó los ojos. Parpadeó varias veces para quitarse de encima la sensación de mareo que le embotaba la mente, se negó a sacudir su cabeza de nuevo, ya que no había logrado nada la primera vez.

—Oh, por la Madre, Ataraxia —llamó Emrey corriendo hacia su hija, que ya estaba de pie, aunque apoyada en la cápsula.

—Estoy bien —dijo en un intento de tranquilizar a su madre, aunque en realidad no se sentía demasiado bien.

Emrey miró a su hija, y luego recordó el por qué había tardado tanto tiempo en desconectarse del avatar.

—Un thanator, ¿eh? —La mujer sonreía con un poco de picardía, lo que no le gustaba mucho a Ataraxia.

—Sí —asintió.

La mujer se tapó la boca para evitar que su hija la viera sonreír con diversión, como si estuviera recordando algo especialmente gracioso de lo que la joven albina no tenía ni la más remotísima idea.

—Dime que por favor no has saltado de una cascada —pidió, cogiéndola por los hombros, sonriendo con diversión.

—Eh..., no, ¿por qué?

Emrey miró a otro lado, intentando aguantarse la risa.

—Creo que voy a perder la oportunidad de reírme un poco más de Jake —comentó, pasándose una mano por el pelo con una muy amplia sonrisa.

Ataraxia miró ceñuda a su madre. ¿Por qué habría de reírse del señor Sully?

—Es una historia corta, pero antes ve con Sukha, se ha preocupado mucho por ti —instó Emrey.

La albina corrió hasta donde estaba su mascota, intentando ser tranquilizada por Thiago y Elijah, preguntándose qué historia le iba a contar esta vez su madre.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora