xxxvii.

168 14 0
                                    

Colarse en el laboratorio y la sala de mando. Vale. Eso era fácil. Podía hacerlo sin que nadie sospechara nada pues era bienvenida allí gracias a Parker, así que no habría problema.

Conectar ese chip a la red no sería tan fácil.

Tal vez si simplemente se metía a mirar y trataba de hacer que alguien confiara en ella o se metiera en medio de la noche y conectara ese chip...

Eso le llevaría más tiempo si tenía en cuenta que estaba en el punto de mira de Quaritch. Que no se había creído una mierda de lo que ella le había contado. Tal vez porque estaba bien construído, tal vez porque creía más a sus ojos. ¡Qué sabía ella!

Caminó hacia el laboratorio con aire despreocupado, a lo mejor allí le dejaban hacer algo, cualquier cosa. Ayudar, incluso. Lo que fuera, quería mantener las manos ocupadas para no acabar rasguñándose la cara en un ataque de ira.

Cuando entró en el laboratorio solo un par de miradas se posaron sobre ella, luego volvieron a su trabajo. Bueno, solo una, la otra la miró un segundo más y al siguiente la llamó.

Ataraxia vaciló, pero cuando se quitó la capucha y vio a esa mujer hermosa, de precioso pelo rubio ceniza y ojos marrón brillante, que resaltaban en todo su rostro, caminó hacia ella casi sonriendo. Casi.

—Hola, Bettye —saludó, notó como en los ojos de la científica aparecía un brillo de alegría.

—Hola, Ataraxia —devolvió el saludo—. ¿Podrías ayudarme con... —Señaló algo en su cuello mientras estiraba un poco el traje que llevaba, ante lo que la albina abrió los ojos como platos— una nueva idea de un experimento? —terminó con una sonrisa forzada.

—Claro que te ayudaré con ese experimento —asintió.

La científica la llevó hasta otra estancia, gemela al laboratorio, pero en la que no había nadie más que ellas dos. Ataraxia abrió la boca para preguntar, pero Bettye la acalló con una mano, luego señaló el aparato de su cuello y su oído: podían escucharlas.

La científica se sentó en una de las muchas sillas, que estaban apiladas casi de cualquier manera, y le ayudó a la albina como buenamente podía mientras la más joven preguntaba.

—¿Qué idea tienes en mente para ese experimento?

—Una mezcla de ADN, no sé si dará resultado, pero no pierdo nada por probar —respondió mientras el aparato caía de su cuello. Bettye lo agarró y lo destrozó—. Por fin, gracias.

—No hay de qué, pero ¿por qué demonios te espían? —inquirió separándose un paso.

—Porque yo estoy aquí por la misma razón que tú. —La señaló con un dedo y Ataraxia no pudo evitar sentirse extrañamente acusada.

—¿De qué hablas? —Levantó una ceja mientras obligaba a su cuerpo a aparentar estar tranquilo.

—Soy joven pero no idiota, Ataraxia —espetó—. Puedes hablar aquí, nadie te va a escuchar —aseguró al ver un dejo de vacilación en la albina.

—¿Qué quieres de mí? —escupió. Ay, no llevaba sus armas.

—Que me saques de aquí, que me lleves contigo, no quiero estar con la RDA —pidió levantándose, la albina dio otro paso atrás—. No sé qué planeas, no sé con qué finalidad estás aquí, pero a ese rollo que le soltaste a Quaritch (aunque no deja nada que desear)  le falta algo —dijo, Ataraxia tragó saliva con fuerza, ¿qué se había dejado?—. ¿Por qué habrías cambiado de opinión en cuanto a proteger a los na’vi? ¿No era Jake Sully amigo de Emrey?

La albina se quedó en silencio, pensando un segundo, luego respondió:

—Porque uno de ellos le hizo daño a alguien que yo quería, nadie lo detuvo, nadie dijo nada —espetó, dejando a Bettye con la palabra en la boca—. ¿Y quién?, te preguntarás. Alguien a quién yo consideraba un hermano.

La científica abrió la boca y luego la cerró. Repitió el mismo movimiento un par de veces, pensando, tal vez, en qué decir para echar esa mentira abajo, pero —aparentemente— no se le ocurría nada.

—Madre... —juró entrelazando sus manos sobre su vientre. La cara de Ataraxia estaba casi hecha de granito en ese momento, pero Bettye seguía sin creerla del todo—. Por favor, sácame de aquí —insistió.

—Ya te he dicho que... —negó con la cabeza, harta de las insistencias pero con miedo de que de verdad la había descubierto.

—Por favor —pidió otra vez.

—En caso de que lo que me has dicho fuera verdad —empezó arrastrando las palabras—, ¿cómo podría confiar en ti? Trabajas aquí, ¿dónde te deja eso? —Se cruzó de brazos, con la máscara de granito todavía cubriéndola.

—No lo sé, no lo sé —admitió, parecía... desesperada—, pero por favor —suplicó.

Ataraxia dudó un momento, se preguntó si la científica decía la verdad, si en serio estaba tan desesperada por salir de allí como ella por conectar ese chip y largarse pitando a algún lugar en el que por fin pudiera estar en paz.

Bettye... ¿decía la verdad o era una actriz impresionantemente buena?

—¿Cuál es tu apellido? —preguntó la albina después de un rato de silencio.

—Patel —respondió sin pensárselo dos veces—, soy Bettye Patel.

—Tú... Max... —intentó hablar, pero se atropellaba con sus propias palabras, como un niño pequeño que está aprendiendo a hablar.

—Se supone que no debería haber ni nacido, pero... —se enderezó cuán alta era y abrió los brazos—, aquí me ves.

—Lo haces por él —se dio cuenta.

—Todo lo que he hecho, absolutamente todo, desde escoger lo que yo quería que se me diera mejor hasta aceptar venir aquí, todo ha sido por poder ver al hombre que me engendró —aseguró, y eso a Ataraxia le recordó un poco a ella misma.

Todo lo que había hecho desde niña había sido en base a su familia con un único propósito: enorgullecerlos a todos, independientemente de las líneas de sangre. A todos.

Tragó saliva con fuerza, como obligándose a hacerlo, sintiéndose tan identificada con la mujer que tenía delante que casi le dolía el alma. Oh, ¿por qué no podía dejar de tener escrúpulos por un segundo?

—Me lo pensaré —dijo simplemente, luego salió de aquella estancia gemela al laboratorio dejando a Bettye con la palabra en la boca por segunda vez en una hora.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora