iv.

517 38 3
                                    

Ataraxia caminaba con pesar detrás de Norm, iban a sacarle un poco de sangre a Kiri para estudiarla e intentar descubrir que demonios había pasado para que terminara inconsciente.

Su loba se mantenía a su lado cuando no pasaba ningún Metkayina por su lado, a Ataraxia no le parecía que estuviera especialmente cómoda entre tanto na’vi.

La albina había cambiado su pantalón militar por uno bastante más corto, aunque no tanto como para que se sintiera incómoda.

La camiseta era blanca, con un par de líneas curvas negras que se entrelazaban y hacían espirales en su abdomen. Se sentía especialmente cómoda con esa camiseta, a pesar de llevar un sostén deportivo que le permitía un poco más de movilidad.

El avatar que tenía delante se detuvo un segundo y miró dentro del marui en el que estaba la familia Sully, allí solo estaba Kiri para suerte de ambos, Neytiri los mataría si oía que le hacían un poco de daño a Kiri. Solo un poco.

Hola, Kiri —saludó Norm con una sonrisa, la Omatikaya sonrió con levedad al divisar a la albina, que miraba hacia la aldea, con mucho más movimiento que los días anteriores.

Hola, Norm y... eh...

Ataraxia —terminó la chica.

La na’vi asintió con una pequeña sonrisa mientras esperaba a que el avatar sacara las cosas para poder estraerle un poco de sangre, la habían avisado de eso con cierta anterioridad, así que no le sorprendía.

Hoy hay mucho movimiento —comentó Ataraxia, Sukha estaba sentada a su lado, dentro de la tienda, para no molestar a los nativos del arrecife.

Sí, es extraño —murmuró Kiri, luego soltó un pequeño siseo al sentir la aguja en su piel.

Perdona, Kiri, pero ya está —dijo Norm quitando la aguja y vertiendo el líquido de olor férreo en otro recipiente más pequeño.

Ataraxia —llamó la nativa del bosque, la albina se giró hacia ella—, ¿quieres ayudarme a hacer un par de cosas con cuentas?

Hunter parpadeó, única muestra de su sorpresa, pero terminó aceptando no sin antes preguntar si le molestaba la presencia de Sukha allí.

Pero a Kiri no le molestaba, de hecho se le hacía extraño tener un animal como un lobo a su lado.

Sí, bueno, es extraño al principio, porque los lobos no son considerados como «el mejor amigo del hombre», la gente del cielo —aclaró mientras hacía una pulsera con cuentas que iban desde los tonos rojos hasta los rosas más oscuros—, pero es un amor.

Me lo imagino —murmuró viendo como la loba estaba enroscada pero en constante contacto con el muslo de su ama—. Oye, ¿para quién es esa pulsera? Es muy bonita.

—Para mi madre, su color favorito es el granate, por eso tiene un sitio especial en el centro —respondió señalando tres cuentas de un profundo granate que llamaban la atención.

¿No le harás nada a nadie más?

Le haría algo a mis primos... —caviló en voz alta cabeceando un poco, Kiri la observaba detenidamente—, pero ¿para qué?, terminaría tirándosela a la cara porque no la aceptarían porque no creen que yo pueda hacer algo bonito por ellos.

Kiri ahogó una risa ante la respuesta que la albina humana acababa de darle. Aunque de repente pensó que en verdad lo único blanco que tenía era el pelo, el bonito iris que tenía era gris y su piel era de un tono más chocolate, así que no era albina, no del todo.

¿Pasa algo, Kiri? Casi te ahogas con la risa y luego te has quedado mirando a la nada —dijo Ataraxia preocupándose un poco por la na’vi.

Sí, solo pensaba en... —negó una vez con la cabeza, despertando la curiosidad en la humana que tenía al lado—. ¿Cómo puedes tener el pelo blanco y la piel marrón? No lo entiendo.

—Es una condición extraña, se llama albinismo —explicó atándose el pelo, había empezado a molestarla y se había olvidado de que tenía una goma de pelo en la mano—, solo hace que tengas alguna parte del cuerpo más clara, en mi caso, el pelo.

La nativa abrió la boca en una o perfecta —haciendo que a Ataraxia ese gesto le resultara de lo más tierno— ante la nueva información que acababa de recibir. Era cuanto más curioso.

Una niña llegó corriendo al marui, sorprendiéndose al encontrar allí a la humana con la que había hablado la tarde anterior, quién acababa de terminar la pulsera de cuentas.

Hola —saludó la niña con una amplia sonrisa.

Hola —murmuró viendo como el movimiento en la aldea Metkayina empezaba a hacerse más notable.

Soy Tuk, un placer —se presentó cruzando sus brazos en la espalda.

Yo soy Ataraxia. —La albina bajó un poco la cabeza al presentarse, luego recibió un golpe suave en la pierna por parte de su loba y un pequeño resoplido—, y esta de aquí es Sukha.

La niña sonrió viendo de nuevo a la loba, seguía pareciéndole cuanto más bonita, su pelaje era una combinación muy extravagante y hermosa de dos colores relativamente opuestos.

Kiri, tienes que ver esto —dijo recordando a lo que había ido allí y arrastrando a su hermana mayor con ella.

La na’vi la siguió sin oponer mucha más resistencia que un par de resolplidos y negativas, aunque rápidamente desaparecieron al ver lo que su hermanita quería enseñarle.

Ataraxia y Sukha también salieron, la chica con la pulsera ya terminada en la mano.

Bueno, nosotras no somos bienvenidas aquí, así que nos vamos —anunció Hunter señalando hacia la nave. Aunque tuviera más ganas que los propios Metkayina de ver a esos enormes animales, se mantendría apartada.

Sintió a otra nativa llamar a los integrantes de su clan para que fueran con sus hermanos espirituales, los tulkun. Eran enormes, mucho más grandes que las ballenas de las que le había hablado su madre. Tal vez unas dos o tres veces más grandes.

Caminó por la arena evitando a los nativos, que iban en tromba a ver a sus hermanos y hermanas, y se sentó en una piedra cualquiera cercana a la nave. Sukha tumbada en la arena caliente como el fuego por el sol.

Admiró a las grandes criaturas desde la distancia, abriendo uno de los hologramas de su pulsera para describirlos y sacarles una foto en el caso de que saltaran fuera del agua.

¿Vas a quedarte ahí? —preguntó una voz a sus espaldas. Era Lo’ak.

Eh... ¿sí? No soy bienvenida allí, soy humana —respondió con una ceja alzada y guardando el holograma en el catálogo de su pulsera.

Y yo no soy un na’vi de verdad, vamos —insistió con una sonrisa.

Si me dicen algo te echo la culpa —avisó levantándose mientras lo señalaba.

Eres libre de hacerlo —respondió llamando a un animal de cuello largo. Ataraxia había visto varios por la aldea.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora