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Vale, podía admitirlo, eso era impresionante.

Era capaz de aguantar las ligeras miradas de desprecio de los nativos Metkayina cuando la veían agarrada a los hombros de uno de los Sully mientras admiraba a los tulkun, aunque nadie le dedicaba más de un par de segundos.

Son impresionantes —murmuró sin pensar mientras seguía observando todo lo que sus ojos eran capaces de ver.

Sí que lo son —respondió el na’vi al que estaba agarrada.

Perdón, no me di cuenta de que lo dije en alto —dijo posando la mano en su nuca durante un segundo, luego volvió a agarrarse.

No te disculpes, aquí todos somos espectadores. —La miró un segundo, tenía la boca ligeramente abierta por la impresión; sus ojos parecían soltar brillos por sí solos; su pelo, ahora recogido en una coleta, le caía por el hombro hasta casi tocar la cabeza de Lo’ak.

Volvió a mirar hacia delante encontrándose con la mirada inquisitiva y divertida de su madre, Lo’ak frunció el ceño, luego Neytiri sonrió ampliamente, estaba claro que le hacía gracia el como su hijo le prestaba tanta atención a la humana.

Por otro lado él estaba un poco confundido, se suponía que para él Tsireya era de las na’vi más hermosas que había visto, tal vez la que más.

Pero ver a Ataraxia así de ensimismada en observar a los tulkun le había hecho pensar que ella también era hermosa, podría compararla con Tsireya y ambas estarían en la misma línea.

¿Qué demonios? A él le gustaba Tsireya, no Ataraxia. Podía aceptar que la humana era hermosa y que de alguna forma le parecía que se estaba abriendo al observar tan ensimismada en su tarea a los tulkun, pero a él le gustaba Tsireya.

¿Podrías dejarme donde estaba antes? Norm me llama —pidió de repente, sacándolo casi de golpe de su cabeza.

Sí, claro —asintió con la cabeza mientras le ordenaba a su montura que diera media vuelta.

Lo’ak notó como una de las manos de ella dejaba de agarrarle el hombro, supuso que para mirar hacia atrás, hacia los tulkun, pero no pasaron mucho más de un par de segundos hasta que volvió a sentir la piel de Ataraxia sobre su hombro.

La humana saltó en dirección a la orilla, aterrizando en un punto en el que el agua le llegaba por la pantorrilla. Luego se giró y le dedicó una sonrisa alegre.

Gracias por llevarme allí —dijo caminando hacia atrás para no hacer esperar al científico.

No hay de qué, Ataraxia —respondió volviendo a zambullirse en el agua para disfrutar del espectáculo que daban na’vi y tulkun juntos.

Ella miró por última vez hacia donde estaban aquellos enormes animales marinos y suspiró antes de caminar hacia la nave, donde estaba Sukha, que saltó a la arena para encontrarse con su ama.

Al avatar del científico apareció en la compuerta de la nave, asustado por haber perdido momentáneamente a la loba de Ataraxia, aunque se calmó al ver a la humana acariciando con mimo la cabeza de su mascota.

—¿Qué pasa, Norm? —preguntó dejando de acariciar a la loba al ver al avatar en la puerta de la nave.

—Tres cosas —empezó, Ataraxia sintió como un escalofrío le recorría la espalda entera, muriendo en su nuca—. Primero, nos han dejado quedarnos aquí durante el mes que les he pedido. —La albina subió de un salto a la nave, reprimiendo un suspiro de alivio—; segundo, tu madre no vendrá a matarme, quita esa cara y no te rías —ordenó señalándola, viendo como se aguantaba una gran carcajada—; y tercero, tu avatar está listo.

Esa última frase hizo que Ataraxia se tensara entera y olvidara las ganas que tenía de reírse de Norm por tenerle miedo a su madre.

Su avatar estaba listo.

Después de casi quince años.

Sabía que su madre le había pedido a los científicos de la base de los bosques que le crearan un avatar cuando tenía dos años. Recordaba que se lo habían dicho en su décimo cumpleaños como regalo, aunque tuvo que preguntar antes de emocionarse realmente por eso.

Reprimió una sonrisa al recordar ese día, aunque a sus primos les habían dicho algo similar en aquellos meses. Torció la boca en un gesto de desagrado.

Esos dos idiotas ya estarían en sus cuerpos avatares, probándolos por fin. Sabía que se lo recordarían de por vida.

Pero ella se acordó entonces de que le había sacado una foto a un tulkun, tal vez no había tenido la oportunidad de acercarse mucho, pero había estado entre ellos, algo que esos dos no lograrían en un tiempo.

—Después de este mes podrás verte en él, por ahora solo cuidemos de Kiri —dijo posando su enorme mano en la cabeza de Ataraxia.

—¿Y el de Sukha...? —preguntó, ella misma se había encargado de pedirle que le hicieran un avatar a su loba, no aguantaría mucho en Pandora con su cuerpo lobo, por mucho que eso le pesara a Hunter.

—Le falta poco para estar listo. —Ella solo asintió.

Sukha levantó las orejas y sacó la lengua a la vez que movía la cola. Hora de jugar. Eso le arrancó una sonrisa enternecida y divertida a la chica albina. Pero rápidamente se le borró al ver como las orejas de su loba se giraban hacia la derecha.

La humana también giró su cabeza, viendo como Kiri acompañaba a una Tuk aparentemente muy alegre, pues venía dando saltitos sobre la arena. Ataraxia pensó en lo mucho que le encantaría volver a ser una niña.

Saltó al encuentro de la arena, seguida de su loba, recibiendo a las dos nativas del bosque.

Hola, Ataraxia —saludó la niña. La albina sonrió un poco, odiando un poco más su metro ochenta, era tan alta como una niña de unos ocho años.

Hola, Tuk, Kiri —saludó, bajando un poco la cabeza.

Hola —murmuró Kiri mirando con extraño detenimiento a la chica humana, había algo en ella... era muy raro—, como antes desapareciste, no te lo pudimos preguntar...

¿Tú cantas, Ataraxia? —preguntó Tuk por su hermana mayor.

La na’vi mayor murmuró algo como un «Eso» después de un resoplido divertido.

Aunque la albina se quedó un poco estática en su sitio, ¿cómo sabían ellas dos que cantaba? Solo Norm y Max sabían eso, y, bueno, Lo’ak. Ah, había sido él. Aún sabiendo eso, preguntó:

¿Quién os lo ha dicho?

Lo’ak, papá le preguntó por qué anoche había tardado tanto en volver a casa y él dijo que había hablado contigo porque te escuchó cantar —habló Kiri con una pequeña sonrisa.

Sí, dijo que cantabas muy bien —añadió Tuk.

El calor trepó hasta las mejillas de Ataraxia ante esa información —aparentemente innecesaria. Ella no consideraba que cantaba especialmente bien, tampoco mal.

En general, no canto mucho —respondió refiriéndose a la pregunta que Tuk había hecho hacía un rato.

La niña hizo un sonido derrotado, pues le hubiera gustado oír cantar a la humana. La mayor de las hermanas torció la boca pero no insistió más en el tema.

Y otra cosa —empezó recordando lo que se le había dicho—, mamá quiere hablar contigo, le gustaría que fueras hoy.

Oh... oh. Le recorrió otro escalofrío por la espalda que tardó un rato en morir por fin. Neytiri quería hablar con ella.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora