xvi.

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No te preocupes por Ao’nung —insistió Tsireya palmeándole la cabeza a Ataraxia, ésta cerró los ojos ante el contacto. Luego la na’vi saltó al agua, juntándose con los otros tres.

No me preocupo, pero no quiero que lo mate. —Lo’ak soltó una buena risotada.

No lo matará, tranquila, lo dejará tambaleante. —El Sully sonrió con sorna mientras veía como la albina levantaba una ceja.

Hay... dos formas de entender esa frase —murmuró sentándose en una piedra, con Elijah a su lado.

La que Tuk no entiende —respondió cruzándose de brazos.

La piel de la humana se oscureció un poco, cambiando a un leve tono rojizo que hizo que Lo’ak casi riera con ganas. De verdad que ella se avergonzaba con cualquier cosa.

Elijah rio un poco al ver el estado de su prima, sacándole una sonrisa al resto del grupo.

Vale, ahora entiendo porqué Tsireya dijo que se querían —caviló Ataraxia recordando la primera vez que había estado con todo el grupo.

Mi hermano siempre ha preferido a los hombres, pero no me esperaba que Neteyam también lo eligiera —comentó la nativa del arrecife.

Todo se quedó un poco en silencio, solo se escuchaba el agua golpeando con suavidad contra los cuerpos de los na’vi y las pantorrillas de los dos humanos.

¿Tú a quiénes prefieres, Ataraxia? —preguntó Rotxo sacando a relucir su curiosidad—. ¿Hombres o mujeres?

Norm llamó en un grito a la albina, al parecer Emrey estaba llamando a su hija para decirle algo. Solo a ella. Elijah frunció un poco el ceño al ver que su prima no iba a responder.

Ataraxia se levantó con una sonrisa, sabiendo lo que su primo iba a decir.

Esta le tira a todo. —Hunter empezó a caminar, sonriendo con una ceja alzada.

Ahora entiendo el apodo... —susurró Tsireya.

Es lo que hay, preciosa —dijo, levantando un poco las manos mientras caminaba hacia atrás. Elijah puso los ojos en blanco a la vez que resoplaba con diversión.

Tsireya bajó un poco las orejas ante el tono ligeramente coqueto que Ataraxia había usado para dirigirse a ella.

Lo’ak miró a la nativa y a la albina de hito en hito, deteniéndose finalmente en la humana, ya de espaldas a ellos.

Recordó el lienzo en el que se había convertido su pelo blanco como la nieve en la cueva que le había mostrado, con los colores refulgiendo en cada rizo, y sus ojos brillando tanto por sí solos como por los colores de la caverna.

Volvió a ver su rostro ruborizado y su sonrisa de niña pequeña, cuando se habían reunido después de jugar, el amor con el que le había hablado a Sukha, se preguntó si algún día también le hablaría así a él.

Bajó un poco las orejas, confundido por el rumbo de sus pensamientos. ¿Qué le pasaba?

Observó el perfil de Tsireya, quién estaba a su lado, y sonrió un poco. Escuchó a Araraxia reír y cuando miró, la vio jugando con Norm. Sonrió un poco más sin ser consciente.

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Ataraxia hacía leves sonidos rítmicos mientras paseaba por donde el agua le llegaba a los tobillos, con Sukha a su lado. Cerró los ojos, disfrutando de la verdadera melodía en su cabeza, plena y hermosa.

Esa es una canción diferente —murmuró alguien a pocos metros de ella.

La albina ladeó la cabeza en un espasmo, por alguna razón había estado esperando que él llegara en cualquier momento, que la... sorprendiera en medio de ese paseo nocturno.

No tenía claro por qué, pero no estuvo segura de que le importara.

Sí, es otra distinta —respondió mirándolo de soslayo. Lo’ak parecía... apenado—. ¿Sucede algo?

El Sully negó con la cabeza con sutileza, pero ambos sabían que esa era una mentira demasiado grande. Al final el na’vi suspiró, Ataraxia se dio cuenta de que se había detenido y sacó sus pies del agua.

El nativo de bosque se sentó en la arena, la humana lo imitó poco después, Sukha se apoyó en el muslo de la chica antes incluso de que ella notara a su mascota.

Discutí con papá —susurró mirando hacia el cielo estrellado.

Yo... no tengo ni padre, así que no te puedo dar un consejo. —Lo’ak soltó una leve risa nasal—, pero suelo discutir mucho con madre y mamá por mi seguridad.

Madre... y mamá —repitió el Sully con un poco de extrañeza.

Tiempo —pidió, Lo’ak puso los ojos en blanco con una pequeña sonrisa.

¿Qué canción era esta? —preguntó cambiando de tema.

No lo sé —admitió, el Sully la miró con furia en parte fingida y ella sonrió un poco—, aunque sé que es de una antigua película de la Tierra, creo que se llamaba Brave —caviló recordando lo que le había dicho su madre.

—¿Puedes cantarme? —Lo’ak sonrió un poco, mirando a Ataraxia.

No eres un niño —negó mirando hacia otro lado, posando una mano sobre la cabeza de Sukha por instinto.

Por favor —pidió de nuevo juntando las manos.

No. —La albina tragó saliva en silencio, le alegraba que él no pudiera ver su rubor.

Venga, me quedaré despierto cada noche para ver si le cantas a Tuk —avisó en un último intento de conseguir que ella cediera.

Ataraxia fingió pensarlo un poco, realmente quería cantar, pero le avergonzaba que él la escuchara. Bueno, le avergonzaba que todo el mundo la escuchara.

Solo me acuerdo de unos pocos versos —murmuró, aunque Lo’ak la escuchó a la perfección.

Aún así, por favor —insistió una vez más.

Te aviso, no te rías de mí —dijo. Sintió como Lo’ak asentía varias veces con énfasis y empezó a tararear la melodía.

El Sully miró el perfil del rostro de Ataraxia, maravillándose con el brillo de las estrellas reflejado en sus ojos grises.

—Distante estrella es este amor —empezó cerrando los ojos a su paso—. Que a nuestro hogar es buen conductor.

El na’vi levantó las orejas, como si así fuera a oírla mejor, su cola se removió un poco inquieta en su sitio, pero no despegó sus ojos del rostro perfilado de la humana que tenía a su lado.

—Un sol ardiente es este amor. —Abrió los ojos de nuevo, dejando caer su vista en el mar oscurecido por la noche—. Que ilumina la más breve acción.

Lo’ak recorrió con los ojos el pequeño brillo que dejaban las estrellas sobre la piel de Ataraxia. Esperó un poco pero ella no siguió cantando.

¿Ya...? —murmuró, como si no quisiera romper el silencio tan tranquilo que se había formado.

—respondió, luego lo miró con un ínfimo brillo de pena en los ojos y la boca un poco torcida—. Siento no acordarme de más.

No te preocupes. —Lo’ak sonrió, calmando un poco a Ataraxia—. Echaba de menos que alguien me cantara —admitió con voz trémula.

La albina lo miró detenidamente un momento y se sentó más cerca de él, tanto que cuando él sintió el pelo de la humana rozándole el brazo, sonrió sin ser en absoluto consciente.

Sukha notó que su ama se movía, pero solo se apoyó en ella, dejando que Ataraxia ladeara un poco la cabeza hasta encontrarse con el bíceps de Lo’ak.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora