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Ataraxia saltaba de rama en rama, siguiendo a Lo’ak por el medio del bosque. No le había costado admitirlo, prefería estar allí antes que en las montañas flotantes.

Él comprobaba de vez en cuando que ella lo siguiera a una distancia decente, como hizo un momento antes de dejarse caer contra unas hojas que amortiguaban su caída hasta que era seguro aterrizar directamente en el suelo.

El avatar se quedó en el sitio desde el que Lo’ak se había dejado caer, con una mueca.

Esto tiene que ser una puta broma —murmuró, aunque después repitió todo lo que hizo el joven.

Hasta aterrizar, que al no saber cómo hacerlo bien, cayó de culo al suelo. Ella suspiró con frustración, dejando caer sus hombros y orejas. Frunció el ceño.

Ya lo harás bien —intentó consolarla el na’vi.

Parezco imbécil —respondió, levantándose con rapidez.

Tranquila —repitió, cogiéndola por los hombros y zarandeándola un poco.

No puedo —protestó, agarrando las muñecas de Lo’ak y sacándoselas de los hombros, aunque no llegó a soltarlo.

Notó su cola removerse un poco cuando lo tocó. Odiaba que tanto las colas como las orejas como las colas de los na’vi pudieran reflejar a su manera las sensaciones de uno.

Mi padre era mayor que tú e iba peor, ya vas mejor que él.

Cómo te encanta encontrar excusas para reírte de él. —Él se encogió de hombros, ante lo que Ataraxia lo miró mal durante unos segundos.

Sigamos —dijo, tirando suavemente de su mano para volver a practicar el movimiento del avatar por todo el bosque Omatikaya.

«El tiro que me pego un día de estos...» pensó, dejándose llevar por Lo’ak.

Oye —musitó él, tirando un poco de su mano.

Ella dejó salir un sonido de su garganta, indicándole que lo escuchaba. Dirigió su casi completa atención a él, aunque no lo mirara directamente. Ambos sabían que ella escuchaba.

En el árbol de las almas del arrecife tuviste una visión, pero no dijiste quién era el adulto —dijo, apretando un poco la mano de Ataraxia.

Vale, eso sí que no se lo había esperado, aunque casi había rezado por que lo olvidara. Pero ahora eran pareja, ella podía decírselo..., si no hubiera dicho que había dos niños con ella.

Aunque tampoco había dicho si eran suyos o no.

Bajó las orejas, ¿podía decirle la verdad sin miedo? El futuro era posible cambiarlo, nada lo dictaba. Más que vergüenza, ahora ella tenía miedo.

¿Puedo saber a quién viste? —pidió, mirándola esta vez.

Ataraxia apenas lo escuchó, mantuvo la cabeza agachada —aunque no sabía cuándo la había bajado—, teniendo un poco más de miedo.

Él soltó su mano, entonces ella sí lo miró.

No fui yo, ¿verdad? —Apretó las prejas contra su cabeza al oírlo. Tragó saliva, ¿podía decírselo?

Sí que fuiste tú —respondió, bajando la mirada, sin demasiadas ganas de ver si se enfadaba, alegraba o lo que fuera que hiciese.

Ella sintió a Lo’ak abrazarla, echándola un paso atrás por el gesto tan repentino. Agachó sus orejas y lo abrazó también, su cola se removió con suavidad, exteriorizando su tranquilidad.

Sintió al Sully besarle la mejilla, sacándole una sonrisa suave.

Ni siquiera tenemos edad para unirnos, pero ya soy el hombre más feliz del mundo —aseguró, agarrándole las manos. Sonreía emocionado.

Ataraxia bajó la mirada de nuevo, sonriendo un poco más ampliamente. Le encantaba lo honesto que podía llegar a ser el joven, aunque no siempre exteriorizara lo que sentía.

¿Sabes sus nombres? ¿Puedo saberlos yo? —preguntó, cogiendo las mejillas del avatar. Apretó las orejas contra su cabeza—, por favor.

La mayor se llama como mi tía, Yrstta —murmuró—, el menor, Tseo.

Tseo —repitió—, ¿por qué Tseo?

Ataraxia negó con la cabeza, no lo sabía. Le hubiera gustado quedarse más tiempo en la visión para saber eso, por mucha vergüenza que le diera después mirar a Lo’ak a la cara.

¿Por qué lo llamamos «arte» en na’vi? —preguntó, acercándose un paso a Ataraxia.

Ella frunció el ceño y se separó un poco, pero el joven no la dejó alejarse mucho de él. La sonrisa de Lo’ak había pasado a ser pícara.

No, no, ni se te ocurra ir por ese camino —protestó, retrocediendo un poco más.

Pero él no hizo caso y se acercó más a ella, haciendo que una traicionera sonrisa de diversión tirara de sus labios. Intentó reprimirla, pero no fue capaz.

El joven, quién había agarrado sus manos, tiró de ella hasta abrazarla. Ataraxia se dejó, todavía sonriendo con diversión. Sintió cómo el Sully enterraba su rostro en su cuello, manteniéndola pegada a él.

Lo’ak.

¿Cómo no quieres que haga esto si siempre me dejas? —protestó, pegándola más todavía a él.

Bajó las orejas un poco y levantó la cabeza para mirar directamente a Lo’ak, quién sonrió con picardía.

¿Por qué eres tan confiado, Lo’ak Sully? —Puso sus brazos en su pecho y lo alejó un poco.

Porque sí —espetó, antes de cogerla por las mejillas y plantarle un beso en los labios.

Ataraxia se separó un paso, ignorando la inercia que por poco la llevaba a devolverle el beso. Si lo hubiera hecho no sería capaz de volver a entrenarla en el día de hoy.

Se supone que deberías estarme enseñando —le recordó.

Lo’ak frunció el ceño y le cogió la mano para llevarla al inicio del recorrido anterior, ella tenía que aprender a aterrizar.

No entiendo por qué te frustras tanto —comentó, sonriendo con diversión.

Porque no puedo tener un bendito momento contigo sin responsabilidades de por medio —respondió, deteniéndose y agarrándola por la cintura.

Ataraxia amplió su sonrisa.

Está todo en tu contra, entonces. —Se separó de él, sacándole un suspiro a Lo’ak.

Incluso tú.

Ella giró la cabeza para mirarlo, bajó las orejas. No sabía si también estaba en contra o no. Volvió a mirar hacia delante.

¿Me equivoco? —murmuró, muy cerca de Ataraxia. Ella casi pudo sentir cómo su sonrisa volvía a ampliarse.

No —respondió, intentando aparentar una tranquilidad que no tenía cerca de él.

El Sully resopló con diversión y soltó una suave risa. Le cogió la mano al avatar otra vez, mientras sonreía con picardía de nuevo. Ella bajó las orejas, no sabía fingir. O él la ponía tan nerviosa que era imposible.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora