xv.

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¡Ao’nung, bájame! —ordenó la albina intentando hacer fuerza con sus brazos para apartarse un poco, solo consiguiendo que sus senos rozaran el pelo del na’vi.

Pero él solo volvió a reír con fuerza. Ao’nung agarraba su cintura como si fuera algo de valor incalculable que no se podía dejar a su suerte, Ataraxia se ruborizó más todavía cuando ese pensamiento cruzó su cabeza.

Encogió los dedos de sus pies al sentir la vibración de la risa del nativo del arrecife en su vientre por segunda vez. Demonios, ¿desde cuando cualquier vibración que recibiera la hacía sentir tan... vulnerable?

Aspiró aire con dificultad, sintiendo el peso de otra mirada sobre ella —o sobre ambos—, pero cuando miró hacia el acantilado, no vio nada. Sin embargo, estaba segura de que no se lo había imaginado.

La llevas tú, Ataraxia —dijo Ao’nung sin más, luego la lanzó al agua y gritó—: ¡Ataraxia!

La albina gruñó cuando salió a la superficie de nuevo. Volvió a mirar a la cima del pequeño acantilado, encontrándose con un par de ojos amarillos con los que hacían juego un par de trenzas sueltas al lado del ojo derecho.

Luego desaparecieron de su vista.

Ataraxia pensó que Lo’ak probablemente se había visto un poco frustrado por no haber podido pillarla él. Suspiró pesadamente. Sí, sería eso, tenía que serlo.

El Sully subió a un árbol un poco molesto, pero ¿molesto por qué? No conseguía responder esa pregunta sin recordar como Ao’nung había cogido a Ataraxia, como había tenido su vientre a centímetros de su cara.

Hizo de una de sus manos un puño sólido cuando estuvo en la cima del árbol. Parpadeó un par de veces pensando en por qué se había molestado por eso.

Tal vez solo estaba frustrado por no haber podido cogerla él, tenía pensado hacerle una buena broma. Sí. Era eso.

¡Diez minutos! —gritó Ataraxia corriendo por debajo de él.

Lo’ak empezó a moverse entonces, no podía perder más tiempo, no quería perder él.

Vio a Ataraxia esconderse en un tronco hueco y posteriormente a Tsireya entrar en ese mismo árbol sin interior. Escuchó a la nativa del arrecife soltar un grito de sorpresa y luego a la albina hablando.

Tú la llevas preciosa.

Lo’ak frunció un poco el ceño al escuchar el apodo, pero luego recordó que ella había dicho que la llamaría así porque no estaban juntos.

Ataraxia salió del tronco por la parte de arriba y saltó a la rama. Lo’ak se mantuvo oculto. La humana miró hacia todos lados, comprobando que no hubiera nadie más que Tsireya, que parecía intentar escalar el árbol desde dentro, como la albina.

Ella saltó al suelo y empezó a correr mientras gritaba:

¡Tsireya!

Ahora podría cogerla, pensó el Sully, pero descartó la idea casi en el momento en el que pasó por su cabeza y fue a buscar a otra persona.

Saltó varias ramas, buscando a alguien cuando encontró a su hermano mayor en el suelo, observando, intentando esconderse bien.

Lo’ak sonrió con sorna y bajó en silencio del árbol. Le tocó el brazo a su hermano cuando éste suspiró aliviado, distraído por fin, y empezó a correr.

¡Neteyam! —vociferó casi riendo.

¡Tiempo! —escuchó a Ataraxia desde no demasiado lejos.

Dejó de correr mientras rugía una risotada victoriosa. Neteyam lo empujó un poco, aunque también sonreía divertido, había perdido, pero al menos lo había pasado bien.

Los nativos del arrecife llegaron hasta ellos dos, luego Kiri y Tuk y, por último, Ataraxia con Sukha. La humana jadeaba, pero sonreía ampliamente.

¿Quienes son los perdedores? —preguntó tragando grandes bocanadas de aire.

Tsireya y Neteyam levantaron las manos.

¿Cómo que tú no? —espetó Ao’nung con una sonrisa incrédula.

Me tendió una trampa —respondió su hermana.

Ataraxia soltó algo como un «Woo» a la vez que dejaba sus brazos flácidos a sus costados, sonreía como una niña pequeña.

Y tú, pescado idiota. —Señaló a Ao’nung con cansancio—, no vuelvas a acercar mi cuerpo a tu cara.

Oh, ¿por qué no? Te veías genial encima de mí —inquirió con una sonrisa coqueta.

La albina resopló con fuerza. Podría haberlo exagerado más, pensó Lo’ak cruzándose de brazos.

¿Tú no odiabas a los humanos? —gruñó volviendo a mirarlo.

Por ti puedo hacer una excepción —respondió manteniendo la sonrisa.

¿A quién tengo que pagarle para que le pegue? —comentó mirando al resto.

Puedo hacerlo yo —dijeron Kiri y Neteyam a la vez, sorprendiendo al grupo, pero no a Ataraxia. Ao’nung bajó las orejas.

Adelante —permitió sonriendo ligeramente—. Voy a cazar algo para Sukha —avisó empezando a caminar—, vamos bonita —llamó a su loba con un amor palpable.

Tan palpable que dejó un poco anonadados a los na’vi del bosque y del arrecife.

Kiri, lleva a Tuk a casa, yo le pego —canturreó Neteyam sonriendo.

Lo’ak resopló con diversión, instando al resto a largarse, ya sabía lo que se venía. Y realmente no le apetecía estar ahí cuando su hermano se cerniera sobre el nativo del arrecife.

Cuando salieron del pequeño bosque vieron a Ataraxia pelear con su primo, aunque de broma, mientras Sukha comía un pescado al lado de la nave, con Norm apoyado en ella, viendo a los dos primos con una sonrisa.

Ambos rodaron sobre la arena, quedando Ataraxia debajo, quién golpeó al chico en el estómago con las piernas, sacándoselo de encima.

—¡Papá! —llamó Elijah, Norm negó con la cabeza.

—Ataraxia, cuidado —pidió manteniendo su sonrisa.

—Sí, tío Norm. —Ella se levantó del suelo y miró al chico de pecas—. Tú también eres un debilucho, eh.

Pero tengo a mi padre de mi lado, así que jódete —insultó en otro idioma desconocido.

¡Te crees que no sé hablar noruego, ¿eh?! —exclamó, luego empezaron a pelear de nuevo.

Los na’vi veían la escena sonriendo, alguno casi riendo, aunque no habían entendido nada de lo que se habían dicho el uno al otro —excepto lo que se había dicho en inglés, que Lo’ak, Kiri y Tuk lo habían comprendido— les hizo gracia igual.

Rotxo se apoyó en sus rodillas, soltando una sonora carcajada, asustando a los dos primos, quienes al darse cuenta de que habían sido observados también empezaron a reír con ganas.

Un momento de paz entre todos los problemas que habían tenido y probablemente tendrían más adelante. Pero ninguno pensó en eso, no.

Un momento de paz. No era mucho pedir, ¿verdad?

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora