xxiii.

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Ataraxia jadeaba tan silenciosamente como podía mientras el clan Metkayina se juntaba varias decenas de metros delante del gran barco pesquero.

Miró hacia su lado y vio a Lo’ak antes que a nadie, quién tenía la vista fija en el frente, Tuk y, de última, Tsireya. Ahora no podía proteger a la niña, esperaba que la nativa del arrecife lo hiciera por ella.

El jefe de los avatares de ese barco le arrancó el comunicador a Lo’ak, quién soltó un gruñido.

—Te hago una oferta, cabo —empezó mirando a la albina y al Sully—, tú te entregas y yo no mato a tu niño —dijo con voz melosa, casi poniendo el cañón de la pistola que llevaba en la parte trasera de la cabeza del na’vi.

—No... —farfulló Ataraxia sin darse cuenta.

Lo’ak la miró con una advertencia en los ojos, él quería que estuviera bien y hablando no lo iba a conseguir. Ataraxia casi no hizo caso de esa advertencia muda, pero al final calló.

Se dio cuenta de quién era —o de quién era la mente— el avatar que amenazaba a Jake con su segundo hijo: el coronel Miles Quaritch. Claro, ¿quién si no le tenía tanto odio a Jake?

Su madre le había hablado muy pocas veces de ese hombre, por eso no se había acordado de quién era ese auténtico demonio.

Vio una silueta de tez un poco más oscura que la suya encima de una roca antes de volver a ocultarse. Palideció sin darse cuenta. Su madre estaba ahí. Al menos estaba bien, pero si nadie hacía nada terminaría viéndola llena de sangre.

De cualquiera de las dos formas.

Y ninguna le gustaba.

Tragó saliva, alertando un poco a Lo’ak, pero ella tenía la vista fija en la piedra tras la que se había ocultado su madre.

Luego su atención fue llamada por el movimiento de Jake acercándose al barco.

Palideció más todavía, no podía rendirse así como así. Tenía... tenía que haber alguna manera de no entregarse y salvar a Lo’ak. Algo tenía que haber, maldita sea.

Apretó los dientes, pensando en algo, pero no se le ocurría nada, su mente parecía estar bloqueada, no conseguía pensar dos palabras sin marearse.

Sintió como la capa superficial del agua se rompía con un sonoro estruendo. Cuando giró la cabeza se encontró a un tulkun cayendo sobre el barco pesquero.

Ella pegó un bote que fue maravillosamente suavizado gracias a Lo’ak. Se separó de él sin darse tiempo a ruborizarse por haber terminado sobre su regazo.

Gracias —dijo mirándolo un segundo, luego señaló con la cabeza a un soldado que estaba de espaldas a ellos.

El Sully entendió la orden y lo golpeó en la espalda, haciendo que terminara debajo de la aleta de Payakan.

Ella vio un barco apuntándole al tulkun con algo parecido a un misil pero que se le clavaría en la piel para luego explotar.

¡Payakan! —bramó, el tulkun escuchó el grito a medias, pero al mirar hacia delante entendió el aviso y bajó la cabeza haciendo que el arpón explosivo rebotara contra el blindaje de su cabeza y finalmente se estrellara contra el barco pesquero.

¡Neteyam! —chilló Tuk, Ataraxia giró su cabeza con brusquedad hacia el mayor de los Sully.

El chico cortó la malla que hacía el trabajo de esposas de Tsireya y su hermana pequeña. Luego se acercó a Lo’ak.

¿Quién es el poderoso guerrero, eh? —preguntó con una sonrisa.

¡Tío! —replicó su hermano. Neteyam cortó la malla que lo sujetaba y luego se lo hacía a ella.

Vete de aquí, ya he visto a tu madre por allí, te está esperando —ordenó, miró a su hermano tras decir eso, con la esperanza de que le hiciera caso—. Lo’ak, vámonos.

Tienen a Spider, tenemos que salvarlo, por favor —pidió agarrando un arma.

Neteyam miró al suelo un momento y después devolvió su vista a su hermano menor.

Vamos, rápido —instó levantándose velozmente.

Ataraxia había saltado al agua, pero inmediatamente se había arrepentido. Ella había estado ahí por Lo’ak, ¿por qué se iba ahora? Miró hacia la piedra en la que la aguardaba su madre y a la cubierta del barco repetidas veces.

Entonces decidió y volvió a subir al barco.

Se escabulló entre las cajas de metal y demás material para que no la vieran. Consiguió coger un arma, comprobó que estaba cargada y siguió moviéndose.

Vio a los dos hermanos Sully al otro lado del barco y a un humano que no conocía en absoluto. Se alegró con creces al ver a los na’vi sanos y salvos.

Aunque esa tranquilidad duró poco.

Se movió hasta quedar oculta de los otros dos soldados que le disparaban a los Sully y al humano. Vio a Lo’ak saltar con el humano y entonces se acercó lo suficiente como para poder dispararle a los soldados.

Neteyam la vio de reojo y se enfureció.

¡Te dije que te fueras! —bramó por encima del sonido de las balas.

¡Pienso devolverte el favor de haberme salvado! —respondió apuntando a los soldados, sorprendidos por la ayuda.

¡No fue ningún favor! —negó.

¡Para mí sí, así que salta! —ordenó en un grito.

¡No te voy a dejar!

¡O saltas o te tiro yo, ¿me oyes?! —avisó.

Neteyam se sorprendió por la seriedad en la voz de ella, como si hubiera estado en muchas situaciones como esa.

¡Después saltas tú! —ordenó más que pidió. Ataraxia asintió, sin necesidad de decir nada más.

Al na’vi se le acabaron las balas, pero la albina seguía disparando, cuando uno de ellos hizo un alto ella le dio pase para largarse, aunque siguió disparando.

El Sully saltó sin pensar en nada más, solo en su hermano, quién ya estaba a salvo.

Ataraxia terminó las balas sin darse cuenta, tiró el arma lejos, pero cuando se disponía a saltar alguien la agarró y la arrastró —a pesar de removerse con brazos y piernas, a veces incluso amenazando con mordidas— hasta otra barandilla en la que ya estaban Kiri y Tuk atadas.

Gruñó con fuerza inhumana, ganándose una mirada reprobatoria de Quaritch, quién luego se giró, con el comunicador de Lo’ak todavía en la mano.

—Emrey, quiero que sepas que tu niña está a buen recaudo —dijo, sabiendo que Norm había conectado todos los comunicadores. Ataraxia palideció—. Cabo, la oferta sigue en pie, tu chico no tenía por qué morir.

Ataraxia palideció más todavía, ¿no había conseguido salvarlo?, ¿no había podido impedir que nada le pasara a Neteyam?

—Aunque sabéis, ambos, creo que voy a jugar un poco con el tiempo, venid aquí ambos o... —Dejó la frase sin terminar mientras se giraba para mirar a Ataraxia.

Levantó la pistola, asustando a la albina mucho más de lo que ya estaba. Nonononononono. No podía hacer eso, no...

Ataraxia aulló todo lo que sus cuerdas vocales eran capaces de dar. Las lágrimas empezaron a caer sin previo aviso. Su pierna temblaba con ganas. No, toda ella estaba temblando.

—¡ATARAXIA! —escuchó bramar a su madre.

—Bueno, ya sabéis —siguió Quaritch—. Aquí en veinte minutos o la niña muere —avisó. Emrey debió de haber gruñido, aunque solo el coronel la escuchó—. Vamos, mujer, estoy siendo generoso. ¿O prefieres que acorte el tiempo? Creo que no, así que... el tiempo corre.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora