iii.

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—¡Sukha! —llamó la chica albina mientras corría detrás de su loba, que parecía haber decidido que había tenido suficiente tiempo de descanso y quería jugar—. La madre que la parió —murmuró empezando a caminar descalza sobre la arena.

Las botas parecían un peso muerto en su mano izquierda, pero era mejor que ir caminando a trompicones sobre la arena. El pantalón era harina de otro costal, no podía quitárselo como si nada, así que se conformó con remangarlo hasta la rodilla.

La loba estaba tumbada en la arena, panza arriba, restregándose contra el suelo.

Ataraxia se dio cuenta de que habían salido de los límites de la aldea, todavía podía ver la nave, así que no se preocupó demasiado.

Cayó al suelo..., no. La tiraron. Sukha la tiró al suelo, haciendo que soltara sus botas en la arena. Menos mal que la arena había suavizado su caída.

Apoyó la cabeza en la arena cuando Sukha se tumbó encima de ella, la cabeza en su abdomen y las patas delanteras a los lados de su cadera.

Miró hacia el cielo, claro y sin nubes, mientras acariciaba la cabeza de su loba o le rascaba detrás de las orejas, ésta solo se dejó, moviendo su cola en un claro indicio de que lo estaba disfrutando.

—Sabes que no puedes tirarme al suelo como si nada cuando quieres, ¿verdad? —le dijo sin dejar de pasar sus dedos sobre el suave pelo gris dorado que cubría todo el cuerpo del animal.

La loba solo se acurrucó más sobre su vientre, habiendo oído las palabras de su ama a la perfección pero sin escucharla realmente. Ataraxia soltó un resoplido divertido ante la indiferencia de su mascota.

—¿Qué animal es? —preguntó una voz femenina, parecía la de una niña.

Ambas intrusas del clan del arrecife se levantaron algo alarmadas. Pero Ataraxia se tranquilizó notablemente al ver a la niña de tez azul oscuro acuclillada a al menos un metro de ella y Sukha.

La loba volvió a tumbarse en la arena cuando notó como su ama se tranquilizaba.

Un lobo ibérico —respondió, la niña levantó lo que vendría siendo una ceja—, no existen aquí —añadió notando el gesto de la pequeña desconocida.

La niña abrió la boca en una o casi perfecta antes de volver a hablar.

¿Son todos así? Porque es muy bonita —alagó al animal con una sonrisa.

Algunos tienen pelajes más oscuros, otros más claros —dijo acariciando de nuevo la cabeza del mamífero—, ella es una... combinación extraña.

La —aparentemente— nativa del bosque levantó las orejas mirando a la loba con un brillo en los ojos que hizo que Ataraxia sonriera enternecida. Ella había sido igual cuando Sukha nació.

𓏲᭄

Ataraxia estaba sentada en una piedra mientras limpiaba un pez, su loba estaba tumbada a su lado, devorando el suyo.

La albina tarareaba una canción que su madre le había cantado cuando era pequeña. No sabía cómo, pero había terminado aprendiéndose la letra tras haberla oído solo un par de veces.

Oh, beutiful poison tree —susurró mientras cantaba en el primer idioma que dominaba—. Let your power grow in me. Let your sorrow pour in me.

No se dio cuenta de que alguien la estaba escuchando mientras cantaba su canción, aunque fuera en un tono demasiado bajo como para apreciarlo verdaderamente.

Take away my blood and bones —continuó mientras el na’vi que la escuchaba daba un paso hacia ella—. Make your flowers deep inside of me.

Luego empezó a tararear la música que caracterizaba toda la canción mientras terminaba de limpiar el pez que había pescado hacía un buen rato.

—¿Qué canción es? —preguntó el na’vi alertando a la loba y a la albina, haciendo que a esta última casi se le cayera el pez.

Ataraxia dejó caer los hombros después de girarse para comprobar quién era. Le había dado un buen susto. O tal vez era porque ella estaba muy ensimismada en su tarea como para darse cuenta de quién venía y quién no.

Lo siento —se disculpó Lo’ak bajando un poco la cabeza.

No te preocupes, debería estar más atenta —dijo agitando un poco la mano para restarle importancia—. En cuanto a la canción, no tengo ni idea de cómo se llama —respondió con un encogimiento de hombros.

¿Cómo que no? La cantabas con fluidez —replicó con suavidad mientras se situaba al lado de la piedra en la que estaba la albina.

Tendría que preguntarle a mi madre, fue ella quién me la cantaba de niña —caviló levantándose para hacer una pequeña hoguera para no comerse el pescado crudo.

El silencio se instauró entre ellos dos mientras Ataraxia intentaba encender una pequeña hoguera con un poco de madera que había cogido cuando había estado jugando —y entrenando— con Sukha por la tarde.

Una pequeña llama se encendió, la albina sopló con cuidado de no apagar el ínfimo fuego que había creado.

Apiló, con cuidado de no quemarse, los pequeños palos, luego colocó el trozo de madera ya encendido con fuego sobre el resto, para no crear humo.

Mientras esperaba a que todo se encendiera espetó las mitades de su pescado en un solo palo y lo clavó en la arena. Ahora tocaba esperar.

Mi padre nos explicó a todos quién eres —comentó el Sully acuclillándose casi en frente a Ataraxia, quien estaba sentada con las piernas apoyadas contra su pecho.

¿Y qué habéis sacado en claro? —preguntó mientras observaba algunas de las lenguas de fuego.

Que definitivamente eres extraña. —Ataraxia lo miró ceñuda, ya sabía que era extraña, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta—, aunque a mí me das mucha curiosidad —dijo haciendo que ella dejara de fruncir el ceño, pero mantuvo la boca ligeramente torcida.

¿Curiosidad? Tú sí que eres raro, soy un libro abierto —alzó la ceja sacando el palo que tenía espetadas las mitades de su pez de la arena.

Empezó a comer bajo la atenta mirada del na’vi, aunque a ella no le importó ni lo más mínimo. Le lanzó la espina central del pescado a su loba, que la agarró al vuelo.

No actúas como un libro abierto —le recriminó Lo’ak viendo como la loba no se comía la espina, sino que jugaba un poco con ella.

Porque no tengo la confianza necesaria para actuar así —respondió terminando con la primera mitad del pez.

¿Cómo puedo ganarme tu confianza? —preguntó el na’vi alzando un poco su cola.

La albina lo miró extrañada y profundamente sorprendida. ¿Por qué querría él ganarse su confianza? Se encogió de hombros, confundiendo al na’vi del bosque.

No es algo en lo que me haya parado a pensar mucho, es un proceso un poco lento, pero supongo que con algo de tiempo empezaría a mostrarme un poco más... abierta —explicó terminando la segunda mitad del pez y tirándole la piel a Sukha.

Tiempo... —murmuró el na’vi. Ella solo asintió. Luego él pareció recordar algo—. Creo que no te he dicho mi nombre.

—Norm lo hizo, no te preocupes, Lo’ak —dijo sonriendo un poco.

Mi padre dijo que tenías dos nombres, pero que solo te llamaban por el segundo, Ataraxia —comentó captando la atención de la albina—. ¿Cuál es tu primer nombre?

Esa es una de las cosas que diré cuando te tenga más confianza —respondió sonriendo un poco al ver a Sukha tumbada panza arriba y con la lengua fuera.

¿Por favor? —pidió juntando sus manos.

No, lo siento —negó con una ligera sonrisa.

Lo’ak la miró un poco mal, lo que la hizo sonreír un poco más ampliamente.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora