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Ataraxia estaba de un humor de perros y no entendía por qué. Había dormido bien, ¿sería porque en dos horas estaría a unos cientos de metros del páramo en el que estaba la ciudad de la RDA?

Sí, tal vez era eso.

Comprobó sus armas una vez más y los escudos de algunas naves y la base entera, todo estaba en orden, seguían ocultos. Una preocupación menos.

Le había explicado a sus primos como reforzar los escudos, ellos los mantendrían escondidos mientras ella no estaba ahí. Esperaba que no estar ahí no significara estar muerta.

Soltó un suspiró pesado por enésima vez en la mañana, exasperada. Cerró los ojos y recordó cada paso que debía dar una vez que estuviera allí dentro, las mentiras, todo cuidadosamente entretejido por su propia mano. No había ni un solo hueco, o eso esperaba.

Salió de la base, o lo intentó, porque alguien —o algo— le agarró la mano. Punzaba. Suspiró de nuevo y se giró hacia su loba, que soltó un sollozo como solo los cánidos sabían hacer.

—Te amo, mi Sukha —murmuró, sabedora de que la había escuchado, y le dejó un beso entre las orejas.

La loba se sentó, bajando las orejas y sollozando de nuevo, sabía que no podía detener a su dueña, pero eso no le impedía llorar por su marcha, aunque estuviera previsto que volviera —pero no había nada seguro, era la RDA después de todo.

Ahora fue libre de salir de la base, muy a su pesar dejando a Sukha dentro.

Hacía un par de días habían acordado que Lo’ak la llevaría, ya que su ikran se mimetizaba un poco mejor que el resto entre la maleza.

No se sorprendió al encontrarlo esperando.

¿Lista? —musitó.

No —admitió—, pero no hay otra manera. —Negó con la cabeza un par de veces y miró a la base.

Vio a su madre en la ventana y deseó no haber discutido tanto con ella esos últimos días. Levantó la mano para despedirse y Emrey hizo lo mismo, al parecer no estaba tan enfadada.

Vamos —instó sin ganas.

El Sully asintió y la ayudó a subir a su ikran, dejándola a ella delante, como cuando iban en ilu. Recordó algún momento feliz de cuando estuvo en el arrecife y sonrió muy ligeramente.

Alzaron el vuelo y ella no se permitió dejar que el miedo se abriera paso en su mente, mellándole la tapadera y las mentiras que iba a soltar allí dentro. Las más cínicas que alguna vez soltaría en su vida.

El viaje fue bastante silencioso, sabía que Lo’ak no estaba cómodo entre tanta quietud, pero ella no quería hablar de nada porque sabía que cualquier cosa que dijera tendría que quedarse a medias una vez que él aterrizara.

Sintió como los árboles tapaban la luz del sol y supo que no faltaba nada para que ella empezara a caminar, fingiendo estar presa del pánico hasta llegar a la ciudad de la RDA.

El ikran aterrizó con suavidad en el suelo y Lo’ak la ayudó a bajar una vez que él estuvo con ambos pies en el suelo. Le dolieron los pies en las botas, despertados de repente de ese efímero letargo.

Suspiró por la nariz de nuevo, estaba cansada de repetir ese gesto.

Ten cuidado —pidió Lo’ak acariciando a su ikran para calmarlo. Ella cabeceó un asentimiento, luego, después de pensarlo un poco, se giró hacia él.

Si te digo algo, ¿no se lo dirás a nadie? —preguntó, él asintió, algo confuso—. Mi primer nombre es Dahlia —confesó haciendo que él levantara las orejas de golpe.

«¿Qué significa, entonces, tener tu permiso para llamarte por tu primer nombre?».

Tienes mi permiso para llamarme así —dijo, luego se giró y comenzó a caminar en dirección a la ciudad humana, dejando a un Lo’ak muy descolocado y profundamente petrificado.

«Significa que dejo mi vida en tus manos».

𓏲᭄

El sol la azotaba sin remedio, no tenía nada para cubrirse y estaba sudando como nunca antes lo había hecho. Oh, como odiaba los días de sol. Siguió trotando a pesar de su malestar.

O lo hizo hasta que algo salió de la arena y la hizo tirarse hacia atrás, provocando que los raspones que se había hecho a propósito en el bosque para darle más credibilidad a su historia ardieran un poco.

Retrocedió un poco, aún en el suelo.

El arma o la cámara o el demonio que fuera lo que la estaba apuntando y grabando a la vez se movió un poco, como para verla mejor.

—Identifícate —ordenó una voz robótica salida de esa cosa.

—¿Qué demonios?

—Identifícate —repitió con el mismo tono monocorde.

—Yo... no... no soy de aquí, vengo... vengo por ayuda, por favor —rogó juntando sus manos, todavía sentada y con las rodillas pegadas a su pecho.

—¿Quién eres? —preguntó una voz humana en vez de la robótica.

—Soy Ataraxia —respondió levantando la cabeza.

—¿Apellido? —insistió.

—Siempre me han llamado Hunter, pero...

—¿Hunter? ¿Hija de Emrey o Yrstta? —la interrumpió con un ligero dejo de pavor.

—Emrey —respondió de nuevo, mirando hacia la ciudad de la que provenía más ruido y chasquidos de metal y demás cosas.

—Oh, por el Señor —juró, asustando un poco a la albina—. ¡Eres hija de Parker! ¡Parker, ¿no querías un hijo?! ¡Aquí está! —exclamó, Ataraxia abrió los ojos como platos, fingiendo sorpresa—. Ahora van a por ti, Ataraxia —prometió, luego el robot arma-cámara volvió a meterse en la arena, sin dejar rastro.

Se levantó al ver que las puertas de la ciudad se abrían, revelando estructuras terminadas, todavía a medio hacer, o apenas empezadas.

Unos robots enormes salieron, aparentemente a por ella, y por un momento las entrañas se le contrajeron en un puño demasiado pequeño, pronto el primer paso estaría dado, pero si no lo conseguía...

No. Lo haría.

Un robot se plantó delante de ella.

—¿Por qué no estás muerta? —espetó viendo que no tenía máscara de oxígeno, esa era de las pocas verdades que podía decir sin miedo.

—Por un gen creado por Grace Augustine y Emrey Hunter —respondió retrocediendo un paso—, Emrey me lo inyectó nada más nacer.

—¿Eres de verdad hija de Parker? —preguntó con un poco más de suavidad.

—Por lo mucho que Emrey despotricaba en su contra, diría que sí. —Segunda verdad.

—¿Por qué no la llamas «mamá» o algo así? —inquirió levantando una ceja.

—Aunque haya sido una buena madre, creo... creo que si lo dijera no me dejaríais entrar, porque es una traidora a la raza humana, y yo busco refugio. —Miró hacia arriba para ver mejor a los otros dos robots con humanos dentro y tragó saliva.

—Sí, bien, eso es cierto —asintió cerrando los ojos un momento—. Te llevaremos dentro, no creas que no te haremos una prueba para saber la verdad, acompáñanos —pidió, luego se dio la vuelta.

«Al menos sigo viva» pensó siguiendo al que había hablado, los otros dos la flanqueaban. El escalofrío que le recorrió la columna no estaba dentro de sus planes.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora