xiii.

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Ataraxia caminaba al lado de Lo’ak, éste la estaba llevando a un sitio que había encontrado en el pequeño bosquecito en el que había estado jugando con Kiri y Tuk, Sukha la acompañaba.

Una pregunta —dijo la albina bajando de un salto a la arena.

Dime.

¿Estás saliendo con Tsireya? —preguntó de forma casual.

El Sully se atragantó con su propia saliva al escuchar esa pregunta, esa era de las pocas preguntas que no habría esperado recibir de la humana que caminaba tan tranquila a su lado.

No —respondió—, ojalá, pero no.

Entonces ahora puedo decirle perfectamente que es preciosa sin miedo a que me metas una flecha en el pecho —comentó con las manos detrás de la cabeza, sonriendo con tranquilidad.

¿Si estuvieramos juntos, no se lo dirías? —inquirió después de oír el comentario. Por Eywa, no iba a meterle una flecha en el pecho.

Solo por el simple hecho de que estáis juntos, no, no lo haría —negó, dejando caer sus brazos. Sukha emitió un sonido de confirmación.

Lo’ak se quedó pensando un segundo mientras seguían caminando, Ataraxia atendía a Sukha, que parecía querer más mimos después de haber estado toda la mañana con su primo.

Entraron en el bosque a buen paso, la albina estaba cómoda en el silencio que se había formado, Lo’ak... pensaba. Algo a lo que se había acostumbrado mucho a hacer después de que Ataraxia le diera dos pistas sobre su primer nombre.

Aunque no estaba ni remotamente cerca de adivinarlo.

Necesitaba otra pista.

Llegaron hasta el final del bosquecito, y solo entonces Lo’ak se detuvo. La albina miraba todo con curiosidad, desde el mar hasta una pequeña cueva a los pies de la pared de un acantilado.

¿Dónde...?

La cueva. —El na’vi señaló la cueva e instó a la humana a entrar—. Te va a encantar, lo prometo.

Ataraxia asintió a regañadientes y caminó hasta la entrada. Sukha entró sin comprobar nada, pasando por el lado de su ama, quién la llamó un par de veces antes de resoplar con fuerza y seguirla.

La cueva era tan alta que Lo’ak solo tenía que agacharse un poco para no dar con la cabeza contra una piedra un poco saliente del techo.

El túnel pronto dejó de estar iluminado por los rayos del sol, aunque no quedaron en completa oscuridad, sino que las paredes estaban llenas de piedras brillantes y musgo luminoso, que parecía encenderse cada vez que uno de los adolescentes daba un paso.

Lo’ak tenía razón, aunque a Ataraxia ya le estaba gustando el túnel mismo.

Caminaron unos pocos metros más, siendo recibidos por una cavidad repleta de piedras brillantes y musgo luminoso.

El pelo blanco como la nieve de Ataraxia era casi un lienzo en el que se plasmaban todos y cada uno de los colores, solos o mezclados, haciendo de su cabello una obra de arte tan bonita como lo era Pandora misma.

Lo’ak miró de reojo a la humana, sonreía ampliamente y sus ojos grises brillaban tanto por sí solos como ayudados por las gran variedad de colores que se reflejaban en ellos.

Esto es precioso —dijo echando su cabeza hacia atrás para admirar el techo. Lo’ak sonrió al verla así de feliz, le contagiaba el buen sentimiento.

Sabía que te gustaría —murmuró deteniéndose para ver a la albina, quién estaba a punto de estallar en carcajadas al ver a su loba.

El Sully también miró al animal.

Sukha estaba totalmente manchada de musgo luminoso, que se encendía cada vez que la loba hacía un movimiento, por mínimo que fuera, como pestañear.

Tengo que limpiarte —susurró Ataraxia con una sonrisa.

Volvamos fuera —aconsejó Lo’ak casi riendo ante la imagen de Sukha llenísima de musgo.

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La madre que te parió —espetó Ataraxia lanzándole un puñado de arena al pecho del na’vi.

Eso me ha dolido —admitió sobándose el pecho.

Lástima —ladró nadando hasta la orilla donde Sukha estaba esperando, sacudiéndose por millonésima vez después de haberse lanzado al agua.

Ah, no, de eso nada —dijo Lo’ak cogiéndola por la cintura y lanzándola al agua de nuevo.

Pero la albina sabía bucear bien y rápido.

Ataraxia subió a los hombros de Lo’ak y casi lo obligó a perder el equilibrio para caer de nuevo al agua.

Ella subió a la superficie de nuevo, jadeante, pues no le había dado tiempo a coger aire antes de tirar —casi obligar, mejor dicho— al na’vi al agua. Dio una vuelta sobre sí misma, buscándolo, pero no aparecía por ningún lado.

Jadeó un poco mientras daba otra vuelta para ver donde estaba. Nada.

¿Qué clase de estúpida broma le estaba haciendo ese bastardo?

Ahogó un grito cuando Lo’ak la levantó sobre sus hombros.

Bastardo —espetó apoyándose un poco en su cabeza. El Sully soltó una risa suave que hizo vibrar un poco los muslos de Ataraxia—. Bájame.

¿Cómo se pide? —inquirió sonriendo y mirando un poco hacia arriba para ver la cara de la humana. Ella torció la boca.

Por favor —gruñó casi enseñándole los dientes. Lo’ak la sujetó por la cintura y la dejó en el agua otra vez—. ¿Quieres que me postre a tus pies la próxima vez?

Es tentador —admitió sonriendo de forma coqueta.

Que te den —espetó, Lo’ak rio de nuevo y ella casi sintió la vibración en sus muslos otra vez.

Llegó hasta la orilla, donde Sukha esperaba, casi seca debido a las tantas veces que se había sacudido para quitar la humedad de su pelo gris dorado que tanto le gustaba a Ataraxia.

Oye —llamó Lo’ak llegando a su lado, se acuclilló para quedar más o menos a la altura de la albina—, si en algún momento me llegas a decir tu primer nombre, ¿me dejarás usarlo? Porque tu primo no te llamó por ningún apodo que se pueda relacionar con él.

Eso también depende del tiempo, solo hay cinco personas que permito que me llamen por ese nombre o un apodo —explicó mirando a Lo’ak a los ojos.

¿Qué significa, entonces, tener tu permiso para llamarte así? —preguntó ladeando un poco la cabeza.

Que dejo mi vida en tus manos —respondió. A Lo’ak se le heló la sangre en las venas.

Someone new - Lo'ak SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora