Gemma
Estaba en el Central Park en mis sueños, yo iba caminando con las manos sujetadas teniendo la angustia y la desesperación por querer a mi madre a mi lado en este momento que más la necesito, además que no encuentro a Leon para que me haga ese favor.
—¿Leon? —pregunte tratando que mi voz tuviera un tono alto, pero a pesar de mis sueños aun me siento herida por el suceso de la fiesta, que mi voz se puede escuchar aún quebrada—¿Dónde estás? —pregunté con histeria empezando a dar pasos rápidos pudiendo escuchar el ruido de mis pasos al pisar el césped.
Me abracé a mi misma al sentir estrés, histeria, miedo al que no hubiera otra persona más que yo, sin ningún otro sonido más que mis pisadas rápidas y mi respiración que se iba acelerando al sentir esta fobia de soledad.
—¡Leon, Madre, ¿Dónde están? —pregunté con un grito agudo desesperada deteniéndome dando un giro para ver todo a mi alrededor para ver si encontraba algo con vida, al menos algún animal o insecto, ¡Lo que sea!
—Hey...
Yo al sentir que alguien me sujetó los hombros atrás mío, me volteé a verlo del cual Leon me regaló una corta sonrisa habiendo aparecido atrás mío repentinamente para que hace momento no lo hubiera visto. Pero sin que eso me importara me lancé a abrazarlo con gran fuerza pegando mi rostro en su pecho teniendo las ganas de llorar de nuevo.
—Conejita, tranquila, ya estoy aquí contigo—dijo él dandome pequeñas palmadas en la espalda.
—Aparesemela, por favor Leon, quiero estar con ella —dije empezando a irritar mis ojos, pero cerré los ojos con fuerza para que esas malditas lágrimas no quisieran escaparse.
—Gemma...yo... —dijo él empujándome con delicadeza, sin nada de fuerza, fue un movimiento muy leve para indicarme que tuviera su espacio y yo me aparté de él mirándolo de una manera perdida por esa actitud— No creo... —dijo él mirándome con una mirada llena de lástima— Que te ayude.
Yo me quede confundida a sus palabras frunciendo el ceño.
—De qué hablas...en este momento...es donde más me va ayudar, ella...me va a decir...que todo va a estar bien —dije sonriendo al solo imaginar a mi madre diciéndome esas palabras— Ella...me va abrazar para calmar mis...llantos... —dije dejando resbalar una lágrima sin poder evitarlo y Leon desvió la mirada sin querer verme.
—Gemma... —dijo él nombrando mi nombre, yo me espante por eso, cada vez que no me llama por el apodo me dice es porque este es un tema bastante serio— Yo...creo que por tu bien...debamos dejar ir a tu madre.
Yo me quedé paralizada a sus palabras, yo sin poder creer en sus palabras le tomé de sus hombros y él volteo a verme con bastante preocupación.
—No...no...no, Leon...no me hagas esto... —dije sacudiendo un poco sus hombros a manera de súplicas.
Él se apartó de una manera que se sentía un poco asustado a esa reacción mía.
—Esta es la razón por la cual lo estoy haciendo, Gemma y no es gran parte tu culpa —dijo él señalando a sí mismo como si me diera la respuesta del verdadero culpable— Entiendo lo que estás pasando, yo se que...esperabas ver a tu madre para calmar esta fuerte depresión que debes tener por culpa de esa maldita perra psicópata, pero... —él se cubrió el rostro con desesperación sacando un gran gruñido— ¡Scheibe, pero que complicado!
—Pero...¿de qué carajos estás hablando?, qué...tiene que ver con que me hayas quitado a mi madre —dije desesperada extendiendo los brazos con frustración— Este es el momento donde más la necesito, Leon, tráela de vuelta — dije con súplica juntando mis manos en forma de oración.
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POTESTAD
FantasySe dice que los más afortunados padecen el síndrome de Alejandría, pero Gemma fue una excepción. Unos ojos morados no hicieron que su padre estuviera presente en su vida, ni le apareció dinero para escapar de la pobreza o le dio la cura de la grave...