01. Ojos de Amatista

237 43 204
                                    


En el cuarto claro, las luces resplandecen con intensidad para no perder ningún mínimo detalle, los gritos causan poca vibración en las ventanas del lugar, la mujer se agarraba de los barandales de la camilla como si la vida de su hija dependiera de ello.

—Solo un poco más señora Salem —dijo el doctor teniendo su cabeza debajo de la falda de la bata teniendo sus manos en posición para agarrar el bebé.

Gala pujó con más fuerza que sus dientes pudieran quebrarse en cualquier momento a tanta presión, las enfermeras la consuelan quitándole de la capa de sudor, pero al escuchar el tono de un grito agudo, todo ese dolor se desvaneció, ella se dejó caer en la camilla liberando todo su cuerpo alargando su sonrisa orgullosa por su logro, usó de las pocas fuerzas que tenía para elevar sus brazos exigiendo a su hijo impaciente.

—Felicitaciones es una niña —dijo el doctor con una alegría contagiada por la madre a tal mirada en sus ojos al ver a la pequeña criatura envuelta en una sábana rosada.

La mujer abraza a su hija como si fuera hecha del material más frágil, la pequeña no deja de llorar a todo el conocimiento que estaba procesando, pero con un simple coro salido de la boca de su madre, aprendió a guardar silencio para poder escucharlo. La madre primeriza deja resbalar lágrimas por sus mejillas acariciando la frente de su hija con un movimiento lento y suave.

—Es hermosa —exclamó ella con una voz quebrada y la criatura empezó a hacer muecas de tristeza, pero la madre empezó de nuevo con su coro balanceándose como si fuera la propia cuna de su hija.

La bebé iba abriendo poco a poco los ojos, batalla al conocer los colores junto con el brillo del cuarto, pero se podía lograr ver un color peculiar en ellos que su madre se preocupó al verlos. Los ojos los tenía de un tono púrpura como la piedra amatista.

—Doctor... —dijo Gala preocupada y el doctor ya se encontraba a su lado viendo la peculiaridad de la niña, saco su pequeña lámpara de diagnóstico sin acercarse demasiado a los ojos de la bebé a inspeccionarlos— ¿Es...normal?

—Vaya...en mis veinte años de trabajo no me tocó un suceso como este —dijo el doctor alargando su sonrisa por la emoción— No hay razones por la cual deba preocuparse, su hija padece del síndrome de Alejandría.

—¿Un síndrome? —preguntó ella aún con temor por la palabra desconocida y más por no saber lo que le pudiera ocasionar a su hija.

—¿Su esposo se encuentra aquí?

Gala bajo la mirada respondiendo la pregunta, el doctor la miró con algo de lástima y puso su mano en su hombro en forma de consolación.

—Necesita reposo, llevaremos a su hija a los cuneros y te llevaremos a tu cuarto para que descanses.

—¿Qué nombre le pondrá? —preguntó una enfermera sujetando una tabla con hojas para llenar los datos de la bebé.

—Gemma Adelaida —dijo ella estando preparada para la pregunta con una dulce sonrisa en su rostro teniendo sus ojos anclados con los de su hija— Gemma por evidencia de sus ojos al ser mi piedra más preciosa y Adelaida en honor a mi madre.

La enfermera sin mostrar importancia a las razones del nombre escribe los datos siendo responsable en su trabajo. Otra enfermera agarró a Gemma con delicadeza mostrando total confianza a la madre, pero ella aun así mostró preocupación sin apartar su vista a su bebé.

—Pero...no puedo estar tranquila si no me dice lo que tiene —dijo ella con una voz angustiada observando cómo la enfermera se salía del cuarto con su hija.

—No es nada grave, pero me gustaría que sus familiares estuvieran ahí con usted para explicárselo.

Gala iba por negarse, pero un sueño profundo invadió su cuerpo, sus párpados se sintieron tan pesados que no podía evitar cerrarlos por gran peso y se dejaba caer en los brazos de Morfeo. El doctor miraba a la enfermera dándole un pequeño asentimiento como trabajo bien hecho por haberla anestesiado y las enfermeras sujetaban la camilla empujándola al dormitorio de la mujer.

POTESTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora