21 años despuésUna tonada empezaba a despertarme, sin querer abrir los ojos extendí mi mano pegándole a todos los objetos del buró, excepto mi celular, escuché a mi madre quejarse un poco despertándose, yo abriendo los ojos de golpe agarraba mi celular apagando la alarma para no despertarla por culpa mía.
Abrazo mi celular rezando en no haberla despertado, pero sonreí aliviada al ver que estaba completamente dormida como diría ella soñando con los angelitos, puse mi mano sobre su frente verificando que no tuviera fiebre, en la noche se ha desvelado por los dolores y además que duró casi toda la noche en el baño.
Pero hago una corta sonrisa al no sentir que tuviera fiebre, le daba un beso en la frente y ella como si lo hubiera notado dentro de sus sueños sacaba una corta sonrisa, me iba incorporando pasando mis dedos sobre mi cabello, al igual que ella no pude dormir al estarla cuidando, fue otra noche difícil, pero no me importaba, mientras que fuera por ella le daría mi salud si pudiera.
Puse mis pies sobre mis pantuflas, me levantó arrastrando mis pies hacia el baño, porque extrañamente todas las mañanas hay un extraño magnetismo en el suelo que me quiere acostada en el, tristemente debo desafiar las reglas de la física para tener que ir a prepararme.
Me fui al baño manteniendo la puerta abierta, dejé caer mi camisón y me bajé mis calzones dejando que resbalaran sobre mis piernas. Abrí la regadera y extendí mi mano para verificar la temperatura, la aparté de golpe abrazándome a mí misma por el escalofrío al sentirla tan helada. No hay agua caliente, otra vez.
—Maldita sea... —dije en susurro y respire hondo como si fuera entrar a una batalla, daba un paso al frente con valentía y cerrando los ojos metía todo mi cuerpo recibiendo toda el agua sobre mi cabeza sin poder evitar sacar un pequeño grito agudo...
Me salía del baño entre maldiciones con una toalla encima yendo por mi ropa del cuarto, pero me detuve al ver a mi madre ya despierta teniendo su espalda recargada en la almohada y sus piernas extendidas sobre el colchón.
—¿Qué haces despierta tan temprano? —preguntó mi madre con una mirada exhausta con las ojeras bien marcadas, aunque desde hace cuatro años que ya han sido parte de su cara.
—Iré a trabajar doble turno —dije con una sonrisa fingida para que no se preocupara por mí, pero ella iba por hablar— Madre, ya sé lo que dirás, que me has dicho que no necesito hacerlo.
Me sentaba en la esquina de la cama sujetando mi toalla con una mano y con la otra mano libre la puse sobre su rodilla tratando esa parte del cuerpo como si fuera el más importante por el momento, pero ella me tomó de la mano mirándome con una mirada llena de tristeza, le tomó de su mano ya que hasta podía sentir que ni fuerzas tenía para cargar la mía.
—Te digo con toda la verdad que no me importara si vendemos el collar...
Yo me aparté de ella exhausta por esta discusión.
—No madre, ese collar te lo ha dejado la abuela, no la vendiste cuando trabajabas, pudiste hacerlo, pero no lo hiciste...
—Porque en ese tiempo podía trabajar Gemma, yo era la que conseguía el dinero para ti, ahora...has dejado tus estudios por mi culpa... —dijo ella con una voz tan apagada y pude notar cómo cambió su expresión repentinamente sabiendo la advertencia.
—Madre —dije yendo con ella sentándome ahora a su lado y le sujeté de su cabeza haciendo que tuviera toda su atención en mí, sus ojos parecían cristalinos y su tristeza era tan contagiosa que hacía toda una batalla para no ponerme a llorar enfrente de ella— No es tu culpa. Oye... —le regale una corta sonrisa— Si pudiste trabajar sin vender el collar de la abuela, yo también o acaso crees que no soy fuerte como tú —puse mi mano sobre mi pecho fingiendo gran ofensa.
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POTESTAD
FantastikSe dice que los más afortunados padecen el síndrome de Alejandría, pero Gemma fue una excepción. Unos ojos morados no hicieron que su padre estuviera presente en su vida, ni le apareció dinero para escapar de la pobreza o le dio la cura de la grave...