Capítulo 31

1.3K 108 145
                                    


Tayler Aragon.

Monitor cardíaco.

Cada día estoy peor. Me siento como un gato boca arriba, como un maldito desquiciado. No logro concéntreme, no me enfoco y la sangre hierve mientras ella se porta como todo menos como mía. Mi mujer.

Es verdad que detesto esto porque jamás me habían sacado de mi confort, nunca me había sentido atado de manos, pero quise hacerlo, quise tenerla y mi dulce encantadora me convirtió en lo que soy ahora. Desesperado por ella, no tengo paciencia si se trata de ella, soy adicto a ella, sólo la quiero a ella.

Quiero su sangre y su llanto, su vida y muerte. Así como ella se convirtió en mi perdición le haré sentir el dolor de volverme loco. No habrá un día en que no me desee, casi enfermo, casi posesivo. Cómo una maldita enfermedad y no tendrá más remedio que pasar el resto de su vida conmigo. Para siempre.

Es mía y lo sabe pero lo ha olvidado, pero ya me harté a que me trate como imbécil refregándose a otro. Está llorando con él, riendo con él, dejando que la consuele sabiendo que soy yo su hombre, esposo, novio, dueño y todo.

Me falta poco para que me dé un derrame y quede tieso.

Se sube sobre él y me levanto con el zumbido de mis tímpanos. Busco mi arma olvidando que me la quitaron antes de entrar.

Selinne se levanta. Le dije que le dijera que entre nosotros no hay nada pero no le importó porque al contrario. Se que no va a confiar en mí, pero en ella sí porque sabe que no tendría que mentir. No confío así que me aseguraré de dejárselo claro.

—Déjala, ya te dije que me dijo que prefería no hablar de eso ahora —trata de tocarme pero me aparto como si fuese un láser—. No confía en que no estemos juntos.

—Basta.

—¿Qué sucede? —la aparto...

Veo que aprieta su estómago y una ráfaga de luz me atraviesa.

—Está así porque nunca podrá darle un hijo a Matthew.

El vacío se acumula en mi pecho y estómago. La bilis se me sube y lo único que hago es caminar a toda prisa para bajarla de ese maldito y follarla hasta que cargue mi semilla de una maldita vez.

—¡Nació! —ese cuernudo se me pone enfrente y lo empujo.

Ella se levanta frente a mí pero avanza hasta el maldito ese. Ese iluso que cree que es su hijo cuando sabemos bien que el que se la follo como si fuera todo menos su hermana fue el bufón antes de que de la llevara a España y después también. Mientras él estaba en una misión ella gritaba el nombre de su hermano, mientras él disparaba a matar para volver, ella le abría las piernas al iluso que se cree el cuento de que es su sobrino.

No quiero terminar así.

Son problemas que no me importan porque esta gente me da exactamente lo mismo. De hecho yo no sé porque a mi mocosa le gusta tanto convivir con esta gente si no necesita a ninguno.

No voy a decir una nada, porque al bufón le importa mi mujer y mientras ese bastardo no sea su hijo al menos que él lo sepa, ella será su prioridad, me dará una ventaja que es eliminar a todos los que me apetezcan mientras él la protege a la luz y yo en las sombras.

Si no quiero estar conmigo voy a cometer genocidio hasta que lo haga.

La observo de arriba abajo y el pecho se le eleva, aún veo mis huellas. Quisiera saber que dice ese maldito que se hace llamar novio. Se de buena mano que no la toca, no se atrevería sabiendo cómo está de marcada, no duermen juntos, lo veo por las cámaras y no la toca, pero si la toca...

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora