JOSSIE RAKEN

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(Errores ortográficos y gramaticales)

Probablemente esto podrá darles a saber cómo fue que Carsten quiso renunciar al puesto, cómo es que todo sucedió. O más bien la razón.

 O más bien la razón

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18 años.

Las gotas caen contra mi piel y entreabro los labios para recibir un poco, es como si la agonía me dijera que puedo resistir pero mi cuerpo cae contras las espinas de la selva. La sangre se desliza por mi piel como una seda.

Los disparos aún se escuchan pero ya no quiero esto, y aún así debo levantarme con un rugido para recibir a una de mis compañeras. Sale de la selva y golpea mi rostro, ruedo hacia abajo impactando contra troncos y árboles. Me levanto, suspiro bloqueando el dolor.

—¡Podemos salir de esto! —le digo pero niega.

Llevamos una semana aquí, nos enviaron a morir, expandieron un veneno por la selva, un regalo del químico, según el señor Carsten la cura está del otro lado. Sólo hay una, la más fuerte saldrá, he matado a diez, pero todas mis hermanas.

Scarlet niega con rabia, cojea y me doy cuenta que nunca fuimos hermanas, que sólo somos robots para matar, y no para sentir.

Yo tengo una hermana. Ella vive feliz y tranquila en Castle, cada vez que entro a un lugar hablan de la increíble soldado que será, de cómo sobrevive a torturas y ha aprendido a escalar edificios. Ella en unos meses cumplir 14, unas nacimos para odiar lo que hacemos y otras para hacer lo que odiamos. No es lo mismo odiarlo porque no te gusta y convertirte en eso que decías odiar.

Ella no lo hará, será una joven fuerte, se que así será, pero tienen planes distintos para ella, lo sé porque Carsten lo dice cada que hablan de tomar Castle.

Scarlet me apunto con el arma.

—¡Eres tú o yo! —grita.

La lluvia me empapa, tengo el dedo torcido, la pierna me sangra con una abertura de unos 10 centímetros, me acomodo el dedo. Y entonces lo hago, antes de que apriete el gatillo, salto hacia el árbol, giro esquivando los disparos, su cara recibe mi patada, cae al suelo, se levanta aturdida, me sostengo como puedo y la tomo del cabello para que su nariz truene en mi rodilla.

Trata de defenderse pero todos saben que yo soy la única capaz de matarlas sin remordimientos después de pensarlo.

—Eres tú —pongo mi rodilla en el suelo, la otra la flexiono al poner su cuello queda en mi hueco poplíteo—, o yo...

Trata de hablar pero con el peso de mi pierna aprieta y disloco su cuello. Muerte instantánea.

No suelen sufrir conmigo. Tomo su arma, la colocó en el cinturón y camino hacia la selva. Sólo quedan unas cuantas.

Las cazo sobre los árboles, disparo en la cabeza, siempre en la cabeza. Salto y le rompo en cuello a otra, me deslizo entre árboles, rompo cuellos, entierro cuchillos, dejo que la sangre me bañe así como la lluvia, todos estos años he querido huir, pero sólo tengo una opción.

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora