𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) © BORRADOR

Capítulo 19

Lovely Walker.

Suplica.

—¿Cómo te sientes? —inquiere Matthew mientras me veo al espejo.

Las tetas me duelen menos desde la inyección de Tayler. Maldito idiota tengo ganas de arrancarle la cabeza.

—Mejor —suspiro—, ¿y tú? Has estado algo callado.

—Nada, parece que tenemos un cuerpo de la viuda —dice pero desanimado—. Ésta vez fue mucho más desorganizada, pero en lugar de lugar pétalos dejó una rosa quemada.

«Lo hizo»

—¿Crees que indique un fin?

—Creo que sólo es el comienzo.

Niega acercándose y giro para rodearle el torso con un abrazo. Elevo la vista y deja un beso en mi nariz.

—Mi padre quiere llevarnos a cenar para conocerte más —dice y la presión se me baja.

Se de buena mano que no le da mucha gracia que su hijo sea novio de la moneda de cambio de la mafia, y sinceramente lo entiendo. Pero es Matthew.

—¿Qué sucede? —me aparto un poco y niego—. ¿Es él? ¿Sientes algo por él?

—No es eso, Matthew —suspiro—. ¿Crees que sea buena idea?

—Claro que sí —dice y me deposita un beso en los labios—. Vendré por ti en unas horas. ¿A las 7?

—Claro —asiento, y le aviento un beso.

Al menos estaremos tranquilos, ya que en el FBI es viernes de tragos, y gracias a Dios Elton organizó una fiesta para mi bienvenida. Ya quiero ver a mis amigos, desde la cena no los veo. Tampoco he visto a Eliot por cierto idiota que me lo prohíbe. Siempre me castiga con mi bebé.

Reviso unos documentos sobre casos de infiltraciones e iglesias, asilos y psiquiátricos incendiados, así como orfanatos. Dejo el trabajo a un lado, me coloco mis zapatillas de dagas, un vestido negro que se adieté a mi cuerpo con escote cuadrado.

No voy a ocultar quién soy si ya lo saben. Meto mi teléfono en la tira del vestido y aprecio lo mucho que me ha crecido el trasero, creo que hacer ejercicio y traer zapatillas así 24 horas sirvió.

Coloco labial carmesí y un poco de rímel, no demasiado. Me escaneo en el espejo y aviento un beso para ir a ver a niebla antes de irme.

Niebla crece sin límites y no sé porque, pero me llega sobre la cadera, es una bestia y el miedo que le da a los soldados es descomunal. Pero es una linda nena, por eso me doy besitos y de comer mientras le platico cómo se comporto su papá.

—Es un idiota —digo y bosteza—. Sabía que estaría de mi parte.

Nunca había visto una tan grande. Bajo a la primera planta después de dejarla dormir y cuando me dirijo al estacionamiento veo a Selinne amargándome la noche.

—Hola —me saluda y giro topándome con la amiga que también me purga—. ¿Vas a la fiesta?

—No...