Capítulo 54

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Tayler Aragon.

Torrente sanguíneo.

El maldito oxigeno me asfixia, no puedo describir lo irritado que me pone esa maldita mocosa, y es que ahora está peor que nunca, solamente sabe decirme que no y gritarme.

Paso al despacho de juntas para la extracción en Castle y me encuentro con el bufón coqueteándole a una soldado en la entrada. Se endereza. Le pide que se retire.

—Con permiso mi señor —Agacha la mirada y la ignoro.

No les gusta ver al mafioso entre sus soldados pero a ellas les encantaría que estuviera entre sus piernas.

—Hola, hola —dice y entramos a la sala—. ¿Cómo dormiste?

—¿Qué diablos sigue haciendo en Londres?

Me purga que no se haga lo que digo.

—Es un alma libre, no puedo enviarla así porque se daría cuenta —dice—. ¿Crees que se iría sabiendo la verdad? No te dejaría solo en la guerra por más que te "odie".

No contesto nada porque tiene razón sin embargo, necesito que se largue cuanto antes.

—Hay puntos que debemos coordinar, ella no debería estar aquí, es peligro, acordamos algo, y estoy apunto de reventar.

De haber sabido no habría firmado nada, y la hubiese encerrado con cien candados.

Me duele la cabeza, la rabia me consume porque no puedo hacer escándalos,  ella me provoca permitiendo que la toquen y ayuden, usando ese uniforme que no hace más que resaltar todo lo mío. Me hace recordar el día en la isla y las ganas de llevármela ahora me pueden. Voy hacia la licorera de cristal que mandé a instalar y me empino tres tragos de ron para después llenar mi vaso. La saliva se me hace agua con el hambre que me surge y le pido a Félix que compre algo.

—Lovely asistirá a la extracción —dice cómo si fuese una afirmación.

—No, no lo hará, ella no sabe lo que hay allí y si no sale se pondrá en peligro. No va a pasar de nuevo.

—Lovely lo hará y no puedo prohibirse, es agente del FBI. Bueno, no está activa, pero ella no quiere sentirse inútil. —se acerca—. Va a renunciar, solicitó que se le dé de baja en el sector por la mañana, y Klein le dijo que sí. Así que, está haciendo esto cómo despedida.

—Eres el Rey —bebo el el líquido de un trago—. Dime si no me vas a servir para hacerlo yo mismo.

—Hay cosas que debemos manejar con calma y si un ella está allí creerán que realmente no te importa —se ríe—. Le asigné a un lugar seguro, creerá que está haciendo algo pero no. Sólo llegará para ayudar al final, y me encargué de que esté protegida.

—Buenos días —habla alguien.

Unos agentes y Rogers que es el principal en darse cuenta que discutíamos. Se acomodan al rededor de la mesa ovalada de cristal con botellas de agua previamente puestas.

Mi dolor de cabeza aparece con ese uniforme que no hace más que distraerme. Me tengo que sentar para no dejar ver la polla que se me levanta cuando da la espalda y saca unas pastillas para ingerirlas. Son sus vitaminas que Rome le recomendó.

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora