Capítulo 33

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Tayler Aragon.

Enfrentamiento absurdo.

Sus caderas se agitan con el tercer orgasmo que recibo chocando mis testículos resbaladizos contra sus glúteos deliciosos por la fuerza que ejerzo; está sudando, pérdida. Entregada a mí, suelta y gritando mi nombre como si no hubiesen pasado casi dos años desde que se vió así: mía.

La lleno de mí cuando me vuelve loco moviendo sus caderas en busca de lo que me doy y aprieto su cuello cortándole la respiración mientras mis chicas hacen el baile de su vida zangoloteandose con cada embate, iluminando la imagen de ella con el collar. Está tan dañada, tan enferma y dispuesta a todo lo que le hago sentir que no nota que le acabo de quitar el anillo que ese bufón ardido le colocó en el dedo. «Es mía», repito mientras la embisto haciéndola gritar.

Sus ojos están ardiendo, riéndose, mientras aprecia cómo entro y salgo de ella, araña mis antebrazos recibiendo el siguiente orgasmo que la aniquila poniéndola a temblar.

—Me estás estrangulándola la polla como yo a ti —gimo, apresando mis dedos en su lindo cuello, sus labios se ponen morados y aprieta—. Que coño tan masoquista, mocosa.

Tose pero no se rinde mi dulce mocosa. Dejo que tome aire y sus labios son humedecidos cuando pasa la lengua rosa por ellos, provocándome. Es la pintura perfecta; cabello de fuego sobre su rostro pálido, rojo de orgasmos, labios sedientos, mirada mordaz, fuerte, autoritaria aunque este siendo la sumisa más dominante que conozco, y esas perlas que tiene como dientes me iluminan, las pecas sobre su nariz son pocas pero brillan con el sudor.

—Me gusta mucho ser masoquista —jadea, retándome con la mirada, y la abofeteo sacándole un gemido mientras me lleno de un poder que jamás había sentido.

Sus gemidos y jadeos me ponen peor, los músculos se me tensan, las venas de los brazos me explotan queriendo partirla en dos. Llevamos horas aquí, no tengo idea de cuánto pero una vez que me hundo en su coño solamente el diablo me separa; y soy yo.

Lovely despierta algo distinto en mí, algo irreal, animal, descontrolado, agobiante, y algo que odio. Es impulsivo y tedioso, pero yo no sé qué haría sin mi mocosa.

Ha sido parte de mi vida por casi una década y me niego a soltar algo que me ha costado tanto tener, no tanto el dinero, es la fuerza que requerí para aceptar esto.

Nunca fue problema decir lo que sentía antes de la cacería pero después mi orgullo se veía dañado, ahora no me importa toda la blasfemia porque yo me voy a quedar con ella.

Para que yo la deje tendrán que arrancarme esta la necesidad que le tengo y eso no pasará nunca, porque siento que en estos años no he podido tener nada de lo que quiero.

Me salgo de ella cuando sé que me bañará y me coloco entre sus muslos, bebiendo el dulce paraíso que me he comido más veces estas últimas horas que en los dos meses que estuvimos juntos y solos en el acantilado. Ella trata de quitarme pero la tomo de las muñecas desencadenando los jugos que bebo sin dejar que una gota se derrame. No soy un hombre recatado y con ella lo he probado todo, y todo me lo da.

—¡Oh, maldita sea! —grita perdida por el placer que le doy y comienza a temblar mientras se empuja a mi boca—. Me encantas... Dios.

Espero que haya aplicado sus broncodilatadores porque ahora está débil y aún así su sexo palpita por más.

—¿Ves que fácil era? —paseo mis dedos por sus pliegues, apretando su botón rojo provocando que jadee. Relamo mis labios, muerto de sed al olor lo dulce que es—. ¿Qué te costaba dejarme lo que es mío? —beso el coño rosa que está ardiendo de tanta estocada—. ¿Quiere más mi dulce mocosa?

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora