Capítulo 61

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Espero que bombardeen este capítulo de muchos comentarios.

Lovely Walker.

Una sola alma.

Siento que me arrolló un tren y me sometieron a uno de los entrenamientos que hice en la preparatoria. O, me dieron una paliza.

Me palpita el epicentro y...

Las manos que me rodean para atraerme a su cuerpo duro y cálido me hacen recordar la razón por la cuál estoy así, mi sonrisa se ensancha y giro para ponerme contra su pecho, detallando las cicatrices que blanquean en su cuerpo perfecto y beso el lugar donde estaba mi nombre, que planeo vuelva a estar. Las cortinas oscuras sólo me dejan apreciar el brillo de sus ojos, pero me besa la frente con tanto cariño que me derrito. Me acuno para seguir en los brazos del único hombre que puede más que Morfeo.

—Te daré diez minutos porque nos vamos —dice, y asiento sin muchas ganas.

No quiero separarme de él ni un segundo.

Busco un beso que nunca me niega, el problema es que no puedo parar de besarlo, la garganta se me seca y la necesidad de ser empalada me surge de la nada...

Una arcada me atraviesa, lo aviento para no vomitarlo, salgo corrigiendo de la cama y me tiro al suelo para apenas llegar al escusado.

—¿Qué sucede? —se pone a mi lado y toma mi cabello para que no se ensucie—. ¿Llamo a Rome?

Quita el rojizo de mi rostro, jadea tratando de encontrar heridas, y no puedo evitar sonreír. Escupo limpiando mi boca.

—Ascos mañaneros —suspiro, levantándome con su ayuda—. Es normal, así son. Tranquilo.

Su cara se pone pálida como si fuese a soltar una arcada pero se endereza.

—¿Quires que te dé algo? —inquiere abriendo la llave del grifo y mojándose la cara—. Le pediré a Félix que traiga algo para ustedes.

El pecho se me encoge cuando habla en plural. «Dios»

—Sólo algo de desayunar, él sabe que me gusta —le digo.

—¿Qué es?

Me lavo la cara con.

—¿El qué? —pregunto llevándome a la boca el cepillo dental que está en cajas después de poner pasta.

—Tu comida —gruñe—. También quiero saber.

Niego divertida y enjuago mi boca con sabor a hierba buena. Seguimos desnudos y las ganas me brotan cuando le veo el miembro adornado de venas que tiene la punta húmeda. Ya me arde la vagina pero no puedo parar de babear por él. Y allí está el hombre con el que me casé, un centauro sexual con tatuajes que le amoldan las caderas, brazos, pechos y nuca. Es él.

—Tú lo sabes —paseo mis dedos sobre su torso.

Se tensa bajo mi tacto y miro las garras que tiene tatuadas en el pecho, ¿así lo hice sentir? Pues me alegra porque jodidamente estoy igual. Echo un vistazo a la serpiente acariciando las curvas sobre la piel tersa. El corazón se me acelera con la anticipación aunque no haga vergüenza entre nosotros creo que hemos aceptado esto. Estamos unidos para siempre.

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora