Capítulo 45

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Tayler Aragon.

Encuéntrame.

—¿Qué te dijeron? —inquiero a través de la línea.

Lucian Lombardi no está en Italia —informa Félix aniquilando mi paciencia—. Pero le di una advertencia mi señor.

—Sabes lo que tienes que hacer para que se acerquen.

—¿Y si sólo acceden con un pago? —cierro los ojos sabiendo lo que significa—. Un acuerdo de paz. No le conviene hacer una guerra, señor.

Dile que accederé pero no te dobles, si lo haces no te creerán, yo no perdono.

Claro, señor... dígale a la señorit... —cuelgo porque no me gusta que estén al pendiente de mi mujer.

Después de salir apago el amargo sabor de los gritos de esa mocosa y me dirijo a comprar ropa y cosas que necesita para su piel. Hablé con Rosemary y todo está listo, compro la maleta, zapatos, jeans, faldas, shorts, bragas, sostenes y uno que otro maquillaje de la marca que suele utilizar.

No estoy seguro de cómo le gustan pero he notado los colores, deben ser igual, ella siempre se ve hermosa. No puedo definir cuando está desarreglada porque todo el tiempo se ve jodidamente perfecta. Incluso ahora con kilos menos y un genio de mierda al igual que su piel pálida y opaca, sigue siendo mi maldito delirio. Mi mercurio, ese veneno por el que soy un idiota cada que lo tengo.

Subo al auto con todo emprendiendo camino de vuelta con mi mercurio. La trato de llamar pero no responde y el collar indica que está en el hotel. He tratado de mantenerla tranquila y aunque no me agrade la idea del sexo sólo así la mantengo ocupada y distraída mientras me encargo de todo. Aparco en el estacionamiento del hotel junto con a un Ferrari y la música tranquilizante se escucha al salir del auto. Llegue a este lugar porque es exactamente para estos asuntos. Aquí traen a sus compras, amantes y esclavas, ella es mi esposa pero sinceramente lidiar con el bufón no es algo que quiero ahora.
Klaus estará listo y podré hacer lo que debía desde que llegó a Londres.

Hay hombres desplegados por todos lados, pero yo lo encargué. No me molesto en ver lo que hacen los huéspedes atrás porque una punzada me perturba al escuchar las malditas sirenas y comensales murmurando.

Corro al elevador y el último piso me pone con la paciencia al límite. La llamada del bufón me aniquila los nervios y cuelgo cuando el elevador me deja en la entrada. Todo está tan silencioso que me arde la piel cuando no puedo sentir su presencia.

«Por favor, no»

Yo soy un hombre paciente, de poner, dominio. ¡Yo puedo con esto!

El frío cala mis huesos y la sangre se me calienta en la orejas haciendo que el corazón me retumbe. Me sostengo de la pared tratando de mantener la respiración cuando el anillo y collar yacen en la mesa del centro. «De nuevo no», suplico internamente.

Dejo todo y salgo disparado al punto de los murmullos. Mis hombres me llaman por el reloj y asiento para que se larguen a lo lejos. Me acerco a la escena y veo a uno de los guardias sin cara. Necesito dar con ella antes de que haga una estupidez.

Sé muy bien que en esta etapa es capaz de todo por una maldita dosis de cualquier cosa y eso me está carcomiendo. Enciendo mi auto y a discreción lo muevo del área mientras los policías inútiles ven lo sucedido. Envío un mensaje a uno de los celtas de mis hombres para que recojan la evidencia mientras sigo escabulléndome.

𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) ©  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora