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Crowley no había dicho nada respecto a lo que Aziraphale le dijo la anterior vez. Sin embargo esas palabras resonaron mucho en su propia mente, buscando el significado. ¿Anathema mereciendo estar con Crowley? Esa castaña según las veces que la vio, según los relatos que el pelirrojo le contaba la hacían ver cómo una mujer grandiosa.

De algún modo, había puesto a Crowley en una vara tan alta. ¿Por qué?

Estaba demasiado pensativo, no podía concentrarse en el trabajo, tenía más dudas que respuestas y eso hacía que su pecho se oprimiera. Crowley era un buen chico, amable y con gran corazón pese tuviera sus arrebatos y una voz fuerte que lo hacía difícil de ignorar.

Más de una vez hizo cosas por el albino, ¿pero cuántas cosas había hecho por el pelirrojo?

Resopló, desviando la mirada hacia una flor que tenía en el escritorio. Era el origami que le había regalado hace tiempo. Seguía intacto desde que lo trajo hasta el trabajo.

La tomó y pasó el pulgar por los dobleces, volviendo a recordar el notable esfuerzo que había hecho aquel hombre para hacer aquel pequeño regalo. Lo conservaba como si fuese un tesoro.

Se llevó la mano a la mejilla, estaba tibia, seguramente su rostro estaría rojo por estar creyendo cosas.

Todavía tenía claro que ese idiota amaba a Anathema. No podía pensar en locuras.

Su celular sonó y era un mensaje del rey de Roma.

"Avísame cuando llegues a casa, cuídate c:"

Suspiró, pero aquel suspiro no fue pesado, fue hecho por un latido fuerte de su corazón que lo impulsó a ese gesto.

Tonto Anthony J. Crowley. Se suponía que lo iba a odiar en sos cinco años, pero llevaban uno y solo podía maldecirlo por lo tonto que era.

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c:

Gimme Love!!  [Ineffable Husbands]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora