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Corrió y corrió hasta que llegó al lugar donde se supone debía estar el cuerpo de su padre, su aroma permanecido intacto ahí. La enorme caja de metal que estaba cubierta con una tela negra impidiendo que viera el contenido en su interior, el aroma que aún se mueve en el aire.
Es su padre, el aroma de su padre permanece dentro, y sus garras intentan deshacerse de esa molesta tela para que él pueda verlo, él necesita verlo.

Papá, abre por favor.

Sus ojos castaños se movieron y se dilataron cuando el olor a sangre se escapó por uno de los agujeros que había hecho en esa tela oscura como la propia noche que lo rodea y le ayuda a camuflarse.
Intentó con más fuerza, pero no pudo, esa tela parece estar pegada a la caja ya que no se puede quitar, sus ojos arden al ver un pequeño líquido rojizo en sus patas delanteras y se detuvo.

Acercó su nariz y, en efecto, es sangre.

Con el aroma característico a jengibre de su padre, está sangre es de él. Su raciocinio ya no lo dejo pensar bien, se acercó a la caja y se arrulló a un lado de esta, acurrucándose mientras que su osico se frotaba contra la tela negra que cubría al cuerpo de su padre.
¿Cómo terminó su perezoso y aburrido padre en esta forma? ¿Por qué ocurrió esto en primer lugar? Su papá estaría aquí todavía, pero no, ahora está junto a la tumba de su papá, de su querido papá.

— Gyu~... — lloriqueo mientras se ponía de pie, subiéndose sobre la caja, acostándose sobre ella.

Cómo cuando era un cachorro bebé, que su padre lo dejaba dormir sobre él mientras pasaba el invierno y volvieran a reunirse con su tía y abuela.
Hace frío está noche, como en las noches de invierno en el continente oscuro, como cuando se salvaban de morir de una pitón gigante y terminaba herido por protegerlo.

Por proteger a su único cachorro.

— ¡Aquí está!

Ignoró el grito cuando sintió que se trataba de una posible amenaza. E inmediatamente cuando comenzaron a apuntarle con las armas con dardos tranquilizantes el se lanzó frente a la caja para ponerse a la defensiva, protegiendo los restos de su padre.
No dejará que ninguna de estas bestias sin corazón lo toquen, ni un solo dedo de esas asquerosas manos que se encargaron de torturarlo en ese largo tiempo.

Pero... Estos no son los hombres que lo llevaron a él y a su padre.

— ¿Lo atraparon?

Todos - inclusive la pantera - miraron al hombre de negro con una venda blanca en la frente, acercándose a paso lento mientras que se acercaba con las manos detrás de su espalda.
Él no bajó la guardia y se dedicó a mirar a los hombres, notando cómo empezaron a rodear la caja y a él de nuevo, como esa vez.

¡De nuevo están rodeando a su padre y a él, orillandolos al peligro y la humillación!

— Grrr... — gruñó, comenzando a salivar de la rabia.

El recién llegado lo miró. — Solo es un salvaje, atrapenlo y utilicen lo que sea, mientras esté en la mansión en una hora.

Y se dió la vuelta, esperando a que usarán todo tipo de tácticas salvajes para atraparlo. Las acciones de los de negro no se hicieron esperar, algunos se acercaron con palos con pinchos para herirlo y otros bates para inmovilizar sus miembros.
¿Qué debe hacer? ¿Debe correr? ¿Matarlos y huir?

Proteger, debo proteger a mi papá.

Miró con tristeza la caja mientras frotaba su hocico nuevamente contra la tela negra que lo cubría, esa misma que le evitaba ver el desastre en que convirtieron a su papá.

Uno de los hombres se abalanzo sobre él. Apuntando a la cabeza, para darle un golpe y dejarlo inconsciente, y como el felino estaba desconcentrado no reaccionó rápido y no pudo esquivar el golpe, por lo que cerró los ojos con fuerza esperando el impacto.
Más no llegó y el sonido de una espada siendo desenvainada llenó el oscuro callejón, sus ojos se abrieron y notaron a un hombre delgado, con cabello negro atado en una coleta, y la espada en sus manos mientras detenía el ataque del otro.

La Gran Subasta [Hisogon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora