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"— No quiero estar con alguien fácil como tú."

Hisoka dejó todo su trabajo de lado. Solo para voltear a ver al cachorro que yace en su forma humana sobre su cama, ambos están en la habitación que le dió al cachorro para que durmiera con él.

Habitación a la que nadie está autorizado de entrar a excepción de Nobunaga para arreglar el lugar, o Killua para que jueguen lejos de esos inmundos seres humanos que se han vuelto más vehementes que antes y sin saber el porqué.

Hace unos días Gon le dijo acerca de la actitud de los sirvientes, y aunque no dijo nada la primera vez que lo escuchó.

"— Si mueren de una mordida es porque son débiles."

Recordó nuevamente la tierna amenaza que le hizo, mientras que ronroneaba con sus ojos brillando en un fuerte castaño.

Sus largos dedos acariciaron esos cabellos negros.

— Pensé que eras alguien honorable, no uno que se aprovecha de quienes duermen para tocarlos.

El cachorro le dió un manotazo, alejando su mano mientras se removía en la cama. Dejando salir la cola y sus orejas, sintiéndose más cómodo con el clásico aroma dulzón de ese humano rojo.

Ese que no le agrada pero que no puede alejar.

¿Tan desesperado de amor estaba? Bufó.

Deslizó la mano sobre la cama, buscando el peluche que Kite le había dado hace dos días, días en los que no había estado tan cerca del humano auto proclamado dueño.

Es divertido verlo cambiar de expresión cuando alguien más me acaricia.

Freecs disfruta de la amargura reflejada en esos ojos dorados, ojos hipnotizantes y atrayentes, esa atracción llegó a molestarle un tiempo. Pero cuando se acostumbró a la presencia de él inútil humano rojo, llegó hasta desear verlos cuando el humano iba de viaje con los dos pelinegros que siempre traían el aroma de él sobre sus pieles.

— ¿Dónde está Ging 2.0? — se levantó de la cama.

Saltando al suelo para caer de pie, esperando que el peluche haya caído por ahí mientras rodaba por la cama. No quiere perder lo que le recuerda a su padre, ya que el aroma que está en ese peluche es muy fuerte y demasiado real...

Como si de verdad fuera el aroma de su padre las que estuvieran pegadas en él.

Hisoka río. — Debajo de la almohada.

Señaló la dichosa cosa. Dónde, en efecto, ese peluche estaba oculto.

— ¡Miau! — maullo tirándose a la cama.

Hisoka río.

¿Por qué este chico me hace sentir así? No es como si fuera tierno. – suspiró, mirando al menor para poder encontrar el punto exacto de su atracción hacia él.

Gon estaba en la cama, rodando sobre ella mientras abrazaba el peluche, escondiendo su nariz en el tratando de aspirar su aroma hasta lo más profundo, para que aún cuando no tenga a Ging 2.0 pueda estar tranquilo.

— ¿Cómo es el aroma de esa cosa? — señaló el peluche.

Gon lo miró. — Es parecido a un bosque. — se sentó como los indios sobre la cama — Familiar y cálido.

Castaño y dorado se vieron, y un escalofrío los caló hasta los huesos.

— Oi, Hisoka. — habló con pereza — ¿Tienes padres?

El mago endureció su mirada, a la vez que su propia expresión lo hacía. Sus ojos se enfriaron también, y él espero qué, como siempre, las personas rehuyeran de él porque les aterraba.

La Gran Subasta [Hisogon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora