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Hisoka había mantenido una rutina por los próximos cuatro días, llendo al sótano para pasar tiempo con su exótica mascota la cual se empeñaba en evadirlo cada vez que podía, ignorando su presencia o simplemente manteniéndose en movimiento para que no llegase a tocarlo.

Humano molesto. ¿Por qué no me deja en paz?

Gruñó cuando varios hombres de negro lo rodearon con bastones eléctricos, amenazando con ponerlo a dormir si no se mantenía en calma. Nobunaga había hecho hasta lo imposible para que dejarán de acosarlo de esa forma y, ¿Cuál fué el resultado? Una golpiza que le reiniciaba la vida luego de perder varios litros de sangre.

Humano, humano, haz algo.

Gruñía cuando intentaban llevarse a Nobunaga, en el estado de riesgo en el que se mantenía debido a que el guardaespaldas de Chrollo - quién tuvo que hacerle recordar su nombre de mala forma - se encargaba de hacerlo sufrir por haber desobedecido la orden de su líder.

Humano rojo es un idiota.

El felino se acurrucó alrededor de Nobunaga, lamiendo sus heridos y viendo cómo se cerraban poco después. El cuerpo del hombre se encontraba frío, debido a que habían subido la calefacción bajo cero, provocando que el hombre temblará como si fueran descargas eléctricas.

Y eso era una sensación desconocida por la bestia que venía conociendo ese extraño mundo, gracias a los relatos que Nobunaga le contaba cuando se sentía mucho mejor.

Gon lamió los cabellos del hombre, despeinando los cabellos perfectamente amarrados en una coleta alta dónde no había uno suelto - hasta ahora - y suspiró cuando notó la herida que antes sangraba cerrarse lentamente. ¿Cómo es esto posible? ¿Se trata de un raro milagro creado por Dios?

— Mi cuerpo estará llenó de baba cuando despierte.

Intentó bromear Nobunaga, sintiendo ardor en los pulmones cuando quiso reír por su mal chiste, los ojos castaños rasgados se posaron en la entrada y comenzó a gruñir.

Y al ver su reacción, supo que se trataba de Chrollo, ya que el pequeño cachorro no gruñía cuando el dueño de la mansión se acercaba al sótano.

— Vaya, vaya.

Gon se puso de pie, parándose delante de Nobunaga al ver cómo los otros mayonesa entraban con algunos garrotes en las manos.
Sus ojos mortales brillaban, sus instintos animales comenzaron a despertar, pidiendo en gruñidos salvajes morder la yugular de todas esas bestias con piel.

Chrollo se inclinó sonriendo a la bestia.

— Así que tú curaste a Nobunaga. ¿Mmm?

La pantera gruñó en respuesta, sintiendo deseos de saltar y atacar, pero no. Eso no es propio de él, no de su naturaleza observadora, sus primitivos instintos le indican que observé y persiga si movimientos como a los malditos que le acompañan.

Pero a sus adentros, tiene miedo. Miedo de lo que estás bestias de piel puedan hacerle, no quiere que Nobunaga terminé como su papá, no quiere verlo en una caja de metal sangrando hasta morir.
¡Ellos tienen la culpa! ¡Todo es culpa de los bastardo monstruos de piel!

— Grrrr... — gruñó, dejando que escucharán como sus huesos crujían.

Chrollo agarró un garrote y lo arrastró por el piso, mirando a la bestia que habia obtenido atención del maestro de la mansión Morrow, quien había dejado de verlo solo por satisfacer su curiosidad con esta bestia inmunda. ¿Por qué merece la atención de su querido maestro?

Sonrió de forma siniestra, notando como el agarre en el palo se volvió mucho más fuerte, junto a la adrenalina impulsando. Lo levanto y se movió hacia su cabeza.

La Gran Subasta [Hisogon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora