Capítulo especial - Parte 2

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Darren - Mayo, 2016

Al entrar a mi departamento, dejé sobre la mesita las llaves de mi auto junto con el birrete ㅡque, ni siquiera sabía si era el mío, después de haberlo lanzado hacia arriba como celebraciónㅡ, así también, algunos ramos de flores y otros obsequios que recibí de mi familia y amigos. Todos deseaban ir a disfrutar, la fiesta de la cual todos los egresados ansiaban luego de la ceremonia de graduación. Todos, menos yo. A pesar de haberlo hecho, de poder decir que, oficialmente era un chef, no me llenaba de alegría como lo había pensado años atrás.

Perdí un año de universidad. Andrew y Liam hicieron lo mismo debido a que ellos deseaban culminar al mismo tiempo: «somos un equipo, recuérdalo», dijeron cuando lograron acceder a mi habitación. Por más que nuestras profesiones hayan sido diferentes, al final, los tres recibimos el título universitario al igual que todos. Ellos no insistieron para que los acompañara a la fiesta, porque más que nada, sabían que la respuesta era un rotundo no.

Abrí un restaurante con la ayuda de mi padre, y, era el único lugar en donde después de las clases de la universidad, lo sentía como un escape. Recuerdo que, nada más, ni nada menos que Thomas Henderson me llegó a decir: «una vez que te gradúes, serás dueño exclusivo de este sitio, siendo el encargado de sacar adelante». Sé que con su ayuda pude vivir la sensación de saber lo que es tener una estrella Michelin. De saber que un plato que has creado logró ser característico para el paladar de los críticos gastronómicos y de los comensales en general.

Recuerdo cuando estuve hasta la madrugada probando distintos ingredientes por no poder conciliar el sueño y, cuando degusté aquella combinación, prácticamente salí de mi departamento y fui hasta la casa de mis padres. Ellos preocupados, pensaron que se trataba de otra cosa al verme agitado frente a su puerta; sin embargo, cuando expliqué a mi padre lo que ocurría por mi cabeza, él sonrió y dijo lo cuan orgulloso que estaba de mí. Me ayudó a llevar a cabo, a poder ofrecer como uno de los platos principales en el restaurante, hasta que, la gran noticia de que el sucesor del chef Thomas Henderson cumplió un fantástico logro.

La información recorrió por todas partes, en la universidad me felicitaban por haberlo hecho. Mis profesores y compañeros me miraban fascinados. Cada persona llenaba mi restaurante, disfrutando de los sabores que ofrecía, incluso de aquella gente que, llegó a decir de que era muy joven para tener uno propio. Sin embargo, la alegría de ellos siempre duró, en cambio, la mía solo fue un instante. No fue como me lo imaginé. Pensé que, después de tanto, la felicidad estaba allí, pues no fue así. El vacío comenzó a apoderarse de nuevo. Necesitaba aislarme de todo como lo había hecho después de que Ian murió.

Nada me parecía igual desde que se fue de mi lado. Pero la culpa permanecía allí. La culpa fue quien me acompañó durante toda mi vida, demostrando lo despreciable que era. Ni siquiera me importó saber si Keira me engañaba o no, puesto que, según ella, todo se trataba de un error y que nos querían ver separados. No la escuché, ni tampoco continué con esa conversación, no cuando mi cabeza era un caos de oscuridad.

¿Si terminé mi relación con ella? Era complicado de responder. Al año siguiente de lo sucedido con Ian, viví en desesperación. Tenía los ojos ardidos luego de gastar todas las lágrimas. Las manos me temblaban de forma constante. Cuando mi respiración se agitaba, mi cuerpo tendía a experimentar el cansancio. La vista se me nublaba, pese a la poca luz que había en mi cuarto. Las veces que golpeaba mi pecho, acurrucado en el piso, con el intento de desgarrar el sufrimiento de mi corazón. Dolía. Dolía mucho el saber que nunca más iba a regresar, que nunca más lo escucharía.

No quería volver a relacionarme con otras personas. Creía que, el mantenerme alejado de ellos, me ahorraría el volver a pasar por esto. Me aislé de mis mejores amigos, de mi familia, de todo lo que me ocasionaba un mareo constante. Sin embargo, las veces que Keira me visitaba, se encargaba de dejarme en una esquina. Apagaba la luz y me hacía llorar, repitiendo una y otra vez que la culpa era mía que, Ian iba a seguir vivo si nunca lo llegaba a aceptar ser parte de mi grupo. Sentirme miserable era poco. No merecía el amor de nadie, ni el perdón de nadie, eso es lo que también me hizo ver y, en cierta parte, tenía razón.

El Sazón de la Moda©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora