En otra vida - Me agradas

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Aquellas palabras retumbaron en la mente de Lena los siguientes días. Desde aquella tarde no había visto a Kara y la verdad era que no quería hacerlo. Seguía molesta y no sabía exactamente por qué. Siendo sincera, no tenía razones para molestarse. Es más, pensaba que había sido muy inmadura por comportarse de esa manera, pero la forma en la que Kara aceptaba su destino era tan estresante ¿Cómo podía simplemente resignarse a ser la esposa de su hermano? Apenas si se conocían, era imposible que se amaran. Simplemente Kara no podía estará enamorada de Monel.

Tanto pensar le había provocado un fuerte dolor de cabeza, así que decidió salir a dar una vuelta por la hacienda. Llego a las caballerizas y observo a los impresionantes caballos que tenían. Lena era un gran jinete y amaba a los caballos. Se sorprendió al descubrir los extraordinarios ejemplares de los que eran dueños.

Un Frison de cabellos negros llamo su atención. Era un magnífico caballo y muy dócil. Se acerco a él y de inmediato congeniaron, así que Lena pidió que se lo prepararan para montar. Estaba revisando la montura cuando escucho una angelical voz.

— Hola— saludo Kara del otro lado del caballo. Cuando Lena la vio, estaba sonriendo y no parecía estar molesta con ella, pero Lena si estaba molesta así que se obligó a mantener un semblante serio

— ¿Qué haces aquí? — pregunto Lena sin mirarla

— Yo...

— Si vienes a buscar a Monel, no está...

— No vine por eso— la joven se encogió de hombros mientras Lena pasaba a un lado de ella para revisar el otro costado del animal.

— A, ¿no?

— Vine a verte a ti. 

Aquellas palabras lograron llamar la atención de Lena.

Kara se veía hermosa ese día y Lena descubrió lo mucho que había extrañado verla.

— ¿A mí? — preguntó arqueando una ceja —¿Por qué?

— Quiero disculparme por... bueno, en realidad no sé porque, pero creo que tengo que hacerlo.

Lena no dijo nada.

Quería acercarse a Kara, abrazarla y decirle que ella era quien tenía que disculparse por comportarse de una manera tan infantil. Pero no podía hacerlo, en primera porque seguía molesta y en segunda, porque lo que estaba comenzando a sentir por Kara no era bueno. Aquella joven era la prometida de su hermano y por eso no debía de sentir nada por ella.

— ¿Vas a montar? —Preguntó Kara sacando a Lena de sus pensamientos.

— Sí. —Respondió Lena cortante.

— ¿Puedo acompañarte?

— ¿Sabes montar?

— ¡Claro que sé! —La expresión en el rostro de Kara se robó de inmediato el corazón de Lena, junto con sus ganas de alejarse de ella.

— Pedro. —Lena llamó al encargado de las caballerizas

— Dígame señorita.

— Prepara una de las yeguas para la señorita ZorEl.

°°°

— ¿Segura que no quieres que te ayude a subir? —Le preguntó Lena a Kara mientras la observaba divertida intentando subir a al lomo de Savian, la yegua que Pedro había preparado para ella.

— Puedo sola. —Fue la respuesta de Kara.

Pero con sus extraños intentos Lena creía lo contrario.

— ¿De verdad sabes montar?

— Ya te dije que sí. —Kara se subió de pansa al lomo de Savian con una serie de sonidos y unos movimientos extraños por fin pudo montarla —Lo ves, te dije que podía. — Declaró agitada, pero con una gran sonrisa en el rostro.

Lena contuvo lo mejor que pudo una sonrisa.

— Está bien. Andando.

— ¿Qué?

— Es hora de irnos. Vamos.

Kara parecía nerviosa y torpe sobre la yegua, incluso daba la impresión de estar temblando. Titubeante tomo las riendas de Savian y comenzó a andar. Lena la observo por un momento con una sonrisa en los labios. Aquella chica le provocada una gran mezcla de emociones que no podía descifrar, pero una de ellas era ternura. Estaba a punto de montar para seguirla cuando Alex la llamo.

— ¡Señorita Lena! —Gritó la joven antes de acercarse corriendo para llamar su atención.

— ¿Qué sucede?

— Discúlpeme, pero ¿A visto a la señorita Kara? Me dijeron que la vieron venir a las caballerizas, pero eso no puede ser posible.

— ¿Por qué no?

— Porque la señorita Kara les tiene miedo a los caballos. Cuando era niña se cayó de uno y desde entonces no puede estar cerca de ellos.

Lena se sorprendió al escuchar a Alex

— Espera un momento ¿Me estás diciendo que Kara no sabe montar?

Alex sonrió.

— ¿Montar? Señorita, no puede estar a menos de un metro de ellos, mucho menos montarlos.

— ¡Demonios! — al segundo siguiente escucharon el grito de Kara y el relinchar de la yegua.

La vieron pasar a todo galope sin poder controlar a Savian. Lena actuó de inmediato, monto a Set y fue tras de ella. El caballo de Lena era mucho más rápido que la yegua que había montado Kara, así que no le costó mucho trabajo darle alcance. Lena era un excelente jinete y de inmediato controlo a la asustada e inquieta yegua. Kara no dejaba de gritar y de llorar, en cuanto Lena la ayudo a bajar, se lanzó a sus brazos y hundió la cara en su pecho.

Lena se quedó congelada, pero al final correspondió aquel abrazo. La chica temblaba bajo sus brazos y ella lo único que quería era protegerla. Mientras que una sensación extraña pero muy placentera surgía desde su pecho y se apoderaba de todo su ser.

— ¡Señorita Kara! ¿Se encuentra bien? — pregunto Alex cuando llego hasta ellas.

Kara se apartó un poco de Lena para ver a Alex y asintió levemente, aún estaba muy asustada y las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.

— ¡¿En qué demonios estabas pensando?!— pasada la preocupación, llego a Lena la molestia.

— Yo...

— ¡Nunca debes de montar si no sabes hacerlo! ¡Y mucho menos si tienes pavor a los caballos! ¡Ellos te sienten y es normal que se pongan nerviosos y hagan este tipo de cosas! — Kara seguía aturdía y muy confundida, así que los gritos de Lena solo provocaron que volviera a llorar.

Alex miro a Lena con desaprobación.

— ¡Pudo haber tenido un accidente! ¡Si algo le pasa yo...! — Lena diría que si algo le pasaba a Kara ella se moriría, pero le pareció absurdo. Apenas si conocía a aquella joven y aunque desde el principio le gusto, no podía decir ese tipo de cosas solo porque sí. —Yo tendría que darle muchas explicaciones a Monel. — Al decir aquellas palabras la boca se le lleno de un sabor amargo. —¿Por qué lo hiciste?

— Yo... yo solo quiero ser tu amiga. — respondió Kara. —Lo hice para poder agradarte.

— No tenías que hacer eso. Tú... me agradas.

Al escucharla, Kara dejó de llorar y volvió a sonreír ampliamente, provocando que las mejillas de Lena se enrojecieran. Alex miro aquella escena con alegría, segura de que esta vez las cosas serían diferentes.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora