Atrapadas

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Kara solo pudo pestañear al ver la velocidad de su oponente. 

Tardo varios segundos en reaccionar e ir tras de ella. Por más que lo intentó durante varios metros, no pudo darle alcance. Lena era muy buena y rápida y Kara estaba en grandes problemas.

No podía perder esa carrera, ya que de hacerlo iba a tener que ir a cenar con Lena. 

Tenía que ganar a como fuera lugar. 

Utilizó todos sus trucos, todo lo aprendido y toda su agilidad, pero fue en vano, simplemente no podía alcanzarla. La nieve seguía cayendo cada vez más intensa y el viento había comenzado a soplar con fuerza, lo que provocaba que la visión de la joven fuera cada vez más reducida.

Recorrió varios metros más con toda la determinación de aminorar la distancia y se sorprendió al ver que Lena se había detenido a medio colina, pero aprovechó eso para pasarla de largo aun cuando la joven le hizo un par de señas. 

Iba a ganar, así que no miró atrás y siguió con el descenso por la pendiente. Varios metros después y mientras pasaba al lado de la línea de árboles, Lena salió de la nada justo delante de ella y la obligó a desvirase del camino deteniendo abruptamente la competencia.

— ¡Te dije que sin trampas! — gritó Kara, molesta, quitándose las gafas y empujando a Lena.

— ¡¿Estás loca o quieres matarte?!

— ¡La loca eres tú! ¡Cómo te atreves a hacer eso!

— ¡De alguna forma tenía que detenerte!

— ¡¿Por qué...?!

— ¡Que no te das cuenta de que estamos en medio de una tormenta! ¡No podemos seguir!

Hasta que Lena lo dijo fue que Kara se percató de la cantidad de nieve que estaba cayendo sobre ellas y el fuerte viento que soplaba impidiendo que fueran capaces de ver a más de un metro y medio de distancia.

— ¡Es peligroso! — siguió gritando Lena porque el viento distorsionaba sus palabras.

— ¡¿Qué hacemos?! ¡No podemos quedarnos aquí!

En cuestión de segundos la tormenta arrecio.

— ¡Creo que hay una caseta de vigilancia cerca! — Lena se acercó más a ella para estar segura de que la escuchaba. — ¡Hay que ir y pedir ayuda!

Kara asintió, se quitó los esquíes para caminar por la nieve. Lena hizo lo mismo y tomó de la mano a la joven para avanzar en medio de la tormenta.

Les costó un poco, pero al final encontraron la cabaña. Lena tocó y al no recibir respuesta abrió la puerta y jalo a Kara dentro. La puerta se negaba a cerrarse por el fuerte viento, así que las dos la empujaron con fuerza hasta que lograron hacerlo.

Una vez que estuvieron "a salvo" analizaron el lugar. No había nadie así que la idea de pedir ayuda se evaporo. Lena reconoció de inmediato el radio que estaba sobre una mesa y fue hacia ella.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Kara, pero Lena no respondió.

La ojiverde pedía al cielo que el aparato funcionara, aunque parecía muy viejo. 

Luego de un par de intentos logró encenderlo, pero el verdadero reto estaba en captar la señal adecuada.

°°°

— Señor lo lamento, pero no puedo dejarlo ir. — le dijo el gerente a Monel impidiéndole el paso hacia la puerta.

— ¡Mi novia está allí afuera! — gritó el joven desesperado y enojado.

— Lo entiendo señor, pero es peligroso.

— ¡¿Y entonces que quiere que haga?! ¡Quedarme aquí mientras ella puede estar lastimada!

— Tiene que salir a buscarlas. — dijo Lex detrás de Monel. 

Los cinco estaban en la oficina de la policía del hotel, pidiendo ayuda para encontrar a las chicas.

— Lo lamento, pero la tormenta es peor de lo que esperábamos y es peligroso mandar a alguien en estos momentos.

— Entonces vamos nosotros. — dijo Sam.

— No podemos permitir que salgan del hotel. — dijo el hombre.

Monel estaba desesperado al igual que los demás, y las respuestas que le estaban dando no solucionaban nada. Trató de caminar hacia la puerta, pero de nuevo lo detuvieron, perdió la cabeza y empujo al sujeto frete a él hacia la pared, sosteniéndolo del cuello con fuerza.

— ¡La mujer que amo podría estar en problemas y usted no hace nada! — había perdido el control, estaba enojado y estaba estrangulando al hombre. — ¡Así que no me quedare sentado sin hacer nada y usted no me detendrá!

— ¿Qué estás haciendo? ¡Lo vas a matar! — gritó Kal detrás de Monel intentando que soltara al asustado sujeto.

Al parecer Monel recuperó la cordura porque poco a poco soltó al hombre.

— Señor...— lo llamó otro de los asistentes que estaba junto a la radio. — Señor hay alguien en el puesto de vigilancia.

°°°

No sé qué tanto estaba haciendo Lena con ese aparato, pero ni siquiera se molestaba en prestarme atención. Se alegró como loca cuando logró encenderlo y comenzó a hacer ruido, fue cuando me di cuenta de que se trataba de un radio. Se escuchaba mucha interferencia, pero después de varios intentos, por fin pudo captar algo.

— Hola ¿Alguien me escucha? — dijo pegada al micrófono mientras trataba de sintonizar la estación correcta. Pero yo solo escuchaba interferencia y uno ruidos raros — ¿Hay alguien allí?

"Ho... escuchar..."

Lo había logrado. Solo tuvo que ajustar un poco más y pese al ruido de fondo que seguía presente, logro contactar con alguien.

— ¿Puedes escucharme?

"La escucho" 

Era un hombre.

— ¡Gracias a dios! ¡Necesitamos ayuda!

"¿Es usted Lena Walsh?"

— Soy yo, pero...

"¿Esta con usted la señorita Kara ZorEl?"

Lena me miró confundida.

— Sí. Nos atrapo la tormenta ¿Podrían mandar ayuda?

"No se..."

La recepción era pésima. Lena volvió a acomodar la estación para poder escuchar lo que decía aquel hombre.

"La tormenta es muy fuerte. Pero mientras permanezcan dentro de la cabaña de vigilancia no correrán peligro..."

De nuevo la interferencia.

"Hasta que la tormenta pase."

Yo no entendía nada de lo que decía aquel hombre, pero al parecer Lena sí.

— ¿Esta seguro?

"Si"

— De acuerdo. — dijo ella dándose por vencida y volvió a dejar el micrófono sobre la radio.

— ¿Qué sucede? ¿Van a venir por nosotras?

Lena suspiró, se quitó los guantes, la gorra y las gafas mientras observaba el interior de la cabaña. En realidad, no había mucho que observar. Solo una mesa, un par de sillas, lo que parecía una estufa, la chimenea y una cama individual, además de la mesa donde estaba la radio.

— Creo que no. Hasta que pase la tormenta.

— ¿Entonces cómo vamos a llegar al hotel? — pregunte tratando de calmarme.

— ¿Qué no escuchaste lo que dijo?

Por supuesto que lo escuché, pero no lo entendí.

— Tenemos que quedarnos aquí hasta que pase la tormenta y por cómo se ve, eso será hasta el día de mañana. Estamos atrapadas aquí.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora