Vancouver

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Tengo varios días sin poder hacer un diseño decente.

Nada de lo que hay en esta cabeza sirve para mi próxima colección y eso es algo que me llena de frustración.

Todas las tardes estoy frente a mi escritorio tratando de encontrar inspiración hasta que termino con un dolor de cabeza insoportable y sin ninguna idea que valga la pena.

Van a ser tres semanas desde que regrese de Nueva York, y sigo teniendo esa sensación de que abandone algo muy importante. Pero, Alex ya llamó al hotel y en la habitación no se quedó nada. Ni siquiera sé de qué se trata, pero sé que eso tiene que ver con mi falta de inspiración.

Lo he intentado todo, pero nada funciona y eso no es lo peor.

No. Lo peor es que me he descubierto a mí misma en más de una ocasión, recordando a la imbécil de Lena.

Simplemente no puedo sacarme de la cabeza la imagen de su cara y su sonrisa, ¿Qué demonios pasa conmigo?

Me recargo en el respaldo de la silla y me tallo la cara con las manos para tratar de despejar mi mente, pero no sirve de nada. Cierro los ojos y trato de relajarme, pero de pronto siento la presencia de alguien sobre mí. 

El rostro de Monel está justo sobre el mío y me regala una sonrisa que correspondo de inmediato.

— ¿Sigues estresada? — pregunta. – Dale un poco de tiempo Kara. Las cosas saldrán cuando tengan que salir.

Él se acerca a mí y me da un pequeño beso en la nariz.

— Tiempo es lo que no tengo.

Monel se quita de detrás de la silla y me toma de la mano para ponerme de pie y abrazarme. Yo me dejo querer.

— Te vez cansada. Y Alex dice que no has estado comiendo bien.

— ¿Hablaste con Alex? — eso sí que me sorprende.

— Bueno, ella hablo conmigo. Está preocupada por ti, al igual que todos. Llevas días actuando extraño.

— Lo sé. — me alejo un poco de él, pero sigo entre sus brazos. – No sé qué me pasa.

— Quizá... necesitas unas vacaciones.

— ¿Vacaciones? — suspiro. – Tengo mucho tiempo que no tomo unas.

— ¿Qué te parece si vamos a esquiar como querías hacerlo el año pasado?

— ¡¿Esquiar?! — esa simple palabra llama por completo mi atención y me emociono con la idea.

— ¿Te gustas la idea?

— ¡Claro que me gusta!

— Entonces está decidido – declara él sin discutirlo más.  — Nos vamos a Vancouver.

°°°

— ¡Lo logre! — entró Lex gritando a la sala de descanso de los cirujanos despertando a Lena y asustando a Sam. — ¡Son míos! ¡Los conseguí! — gritó de nuevo saltando sobre Lena, que dio un grito de dolor al sentir el codo de Lex clavarse en su pecho. — ¡Ups! Lo siento.

— ¡Quítate de encima! — le dijo Lena lanzándolo al suelo.

— Uy, que humor. — Lex y Lena y siempre peleaban, pero así eran su relación. Sobre todo, porque a Lex le encantaba molestarla.

— ¿Qué es lo que lograste Lex? — preguntó Sam, atrayendo la atención de su amigo, que dé un salto se puso en pie y sonrió ampliamente.

— Mis queridas amigas. Que digo amigas, hermanas. Que digo hermanas...

— ¡Ya! — gritó Lena perdiendo la poca paciencia que le quedaba. — ¡Déjate de payasadas! — refunfuño.

— En fin. Me he ganado un viaje todo pagado por tres días y tres noches...

— ¡¿Te ganaste un viaje?! — preguntó Sam sorprendida.

— Espera. — le pidió Lex. — No has escuchado la mejor parte. Es para tres personas. — terminó mostrando los tres boletos de avión.

— ¡No puedo creerlo! ¡¿Es enserio?! — Sam se levantó y tomó los boletos para asegurarse de que fuera reales.

— ¡Claro que es enserio! Este fin de semana tú, la grinch de Lena y yo, nos vamos a esquiar. Ya hablé con el director y nos dio permiso.

— Tú no sabes esquiar. — hablo por fin Lena que seguía molesta.

— Pero tú sí. — le respondió con una sonrisa él. No iba a permitir que por los comentarios de Lena su felicidad desapareciera. — Así que tienes tres días para enseñarme a hacerlo, o por lo menos para que logremos que desaparezca esa cara de culo que has tenido las últimas semanas.

Lena bufo molesta y se fue sin decir más.

— ¡Nos vamos en dos días, Lena! — le dijo Lex evitando que se marchara y entregándole uno de los boletos.

Lena dudo unos segundos, pero finalmente se lo arrebato de las manos y ahora sí, se fue.

— ¿A dónde? — preguntó Sam luego de que Lena se fuera, analizando el boleto de avión en sus manos.

— ¡A Vancouver! — grito Lex abrazándola emosionado.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora