Tres corazones rotos

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En la actualidad.

Paris

La joven abogada esperaba afuera de la oficina del hombre que había sido su socio durante siglos. Claro, ahora él no lo recordaba. Eso era parte del hechizo, nadie debía de recordar nada, ni siquiera ella, pero, por alguna razón que aún no comprendía, ella había recuperado todas sus memorias junto a todo el odio que vida tras vida lo único que hacía era acumularse.

Ya estaba harta de eso, y ahora le pondría fin. 

Iba a matar a Kara, como debió de hacerlo desde el principio. Pero antes tenía que lograr que tanto ella como Kieran sufrieran tanto como la había hecho sufrir durante siglos.

No podía morir sin destruir su estúpido amor.

— Adelante señorita. El señor Monel la está esperando.

La secretaria del aquel empresario le dio la entrada a su oficina.

El lugar era enorme y muy elegante. Sonrió ante el panorama. Monel no cambiaba nada. Seguía siendo el mismo presumido, ególatra y narcisista que se creía dueño de todo el mundo. Y no necesitaba conocerlo de nuevo para estar segura de ello.

— Señorita Rojas. Un gusto conocerla en personas. Pase. Tome asiento.

— Gracias, señor. Tiene una oficina de lo más... deslumrante.

Monel sonrio sin creerse el intento de cumplido.

— Sin rodeos -- le exigió.

— Está bien -- aceptó Andrea -- No quiero quitarle mucho tiempo, así que iré directo al grano. Yo sé que aún tiene muchas dudas respecto a mi propuesta, pero le aseguro que no se arrepentira de aceptar. Si decide invertir en el hospital que represento, podrá salvar muchas vidas y ayudara y financiara investigaciones de cirujanos brillantes que están completamente comprometidos con el programa. Además de que San Francisco es una gran ciudad para vivir.

— Andrea ¿Puedo tutearte?

— Claro.

— Disculparme, pero tengo la sensación de conocerte desde hace mucho tiempo. — la mujer sonrió — Bueno, Andrea, todo esto ya me lo dijiste por video llamada, pero quiero que me digas, ¿por qué tendría que invertir mi dinero en un hospital en los estados unidos? Si realmente me interesara, podrían invertir en un hospital en Francia.

— Porque ninguno de los hospitales de aquí, tiene la capacidad o el programa de investigación con el que cuenta nuestro hospital— Monel no se veía convencido, así que Andrea tuvo que recurrir a un viejo truco que siempre serbia con él. La adulación — Sé que eres un hombre inteligente, lo supe con solo verte. Y estoy segura de que has investigado las ganancias que tiene el hospital. Entiendes que no estamos buscando un socio por problemas económicos. Nuestro interés es de expansión, por eso mismo, estamos buscando a una persona del extranjero y yo creo que tú eres el hombre perfecto para este primer paso— Andrea sonrió – ¿Crees en el amor Monel?

Él, fruncio el seño, confundido por el abrupto cambio de tema.

— ¿Disculpa?

— Bueno, esto no tiene nada que ver con los negocios, pero un hombre tan atractivo como tú podría conocer al amor de su vida en San Francisco.

— Yo ya conocí al amor de mi vida, y estamos comprometidos.

— ¡Mucho mejor! San Francisco es un gran lugar para contraer matrimonio.

Monel lo pensó por varios minutos, luego sonrió y aceptó la propuesta de Andrea. 

Este era un buen pretexto para visitar a Kara, de quien sabía muy poco desde que se había mudado y no iba a desperdiciar esta maravillosa oportunidad.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora