Hola princesa

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Sam, Lex y Lena habían llegado al hotel en el que se hospedarían durante los próximos tres días.

El vuelo no había sido demasiado largo y en el transcurso, el ánimo de Lena mejoro notablemente. Un par de días atrás había tenido una gran pelea con Andrea, cuando le contó los planes de sus amigos.

Aquello la había molestado, y su humor empeoro mil veces más.

No podía creer que Andrea le hiciera ese tipo de escenas. No era su novia, eso se lo había dejado muy claro desde el día en que Andrea le hizo aquella propuesta.

Había algo en esa mujer que le encantaba a Lena, aunque no lograba entender porque la seguía buscando. Nunca antes lo había hecho, simplemente obtenía lo que quería y se alejaba de ellas, dejándolas con el mejor sexo de su vida, pero jamás volvía a buscarlas. Pero cuando Andrea le propuso ser su compañera en la cama, no dudo mucho en aceptar.

Eso eran, solo compañeras sexuales. Nada más.

Aunque, Lena sabía que Andrea estaba enamorada de ella. Y por un tiempo pensó que involucrarse en algo como eso, era muy cruel. Después de todo y aunque ella no lo demostrara, lo que menos quería era lastimar a alguien. Pero parecía que a Andrea no le importaba recibir las migajas de afecto que Lena le daba y juntas la pasaban extremadamente bien, siempre y cuando se olvidaran de lo que nunca serían.

Así que sin importar lo que le dijera Sam o Lex, siguió viéndola.

Pero en ocasiones como aquella la enfurecía que se tomara atribuciones que no le correspondían. No eran nada y bastante había hecho con avisarle que no estaría en la ciudad aquellos días. Pudo haber desaparecido sin siquiera parársele enfrente. Eso siempre lo hacía, ella no tenía por qué darle explicaciones a nadie y mucho menos a Andrea. Y sin embargo lo había hecho, ¿Por qué? La verdad era que ni ella misma lo sabía.

Pero lo último que esperaba era una reacción como la que tuvo. Habían peleado y eso logró que su humor durante los últimos dos días empeorar.

— Te vez mucho más contenta. — le dijo Sam mientras esperaban a recoger sus maletas.

— Me siento mucho más contenta. — dijo Lena animada.

En cuanto subieron al avión y despegaron hacia Vancouver, todo su enojo se desvaneció. Tenía un muy buen presentimiento respecto a aquel viaje y no iba a dejar que Andrea se lo echara a perder. De todos modos, ambas sabían que, al regresar, ella estaría allí, esperándola. Y sin decir nada, regresaría a su rutina.

— ¡Listo! ¡Hora de ir a esquiar! — Lex llegó hasta ellas con un montón de folletos en las manos y una gran sonrisa en el rostro.

— Primero hay que ir al hotel a dejar las maletas. No podemos ir a esquiar cargando con ellas— pidió Sam.

— Genio. — le dijo Lena a su amigo pasando el brazo sobre sus hombros para abrazarlo.

— ¿Y a ti que mosco te picó? — le preguntó Lex sorprendido ante su nueva actitud.

Lena no solía hacer aquel tipo de demostraciones de cariño y eso era algo extraño.

— Ninguno. — respondió la chica sin dejar de sonreír.

— Algo tuvo que haber pasado. Hace apenas unas horas eras un maldito grano en el trasero. De hecho, estuve a punto de pedirle al taxista en San Francisco que te tirar por la ventana. Y mírate ahora, incluso me abrazas.

— Solo me di cuenta de que este viaje podía llegar a ser muy divertido. — unas hermosas chicas pasaron frente a ellas llamando de inmediato la atención de Lena que las siguió con la mirada.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora