Su único amor

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Me quede recargada en la puerta en medio de la obscuridad.

El sonido de las manecillas del reloj de la sala, inundaba el silencioso vestíbulo.

Me toqué los labios, aun los sentía palpitantes y cálidos.

¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué había hecho eso?

El problema no era que Lena me besara, sino que yo lo deseaba y que correspondí a aquel beso. Bajé la mirada y cerré los ojos recordando aquel momento. Apreté fuertemente los puños clavándome las uñas en las palmas y en medio de la oscuridad y el horrible sonido del reloj, corrí hasta mi habitación.

Me dejé caer sobre la cama, boca abajo y lloré.

Lloré como si se me estuviera partiendo el corazón.

°°°

Lena se quedó inmóvil en medio de la calle con la mano sobre la mejilla donde había recibido el impacto.

Reaccionó hasta que escuchó como Kara azotaba la puerta de la entrada.

¿Qué demonios había hecho?

Se llevó las manos a la cabeza y las pasó con frustración por su cabello.

¿¡Qué demonios había hecho!?

Siguió preguntándose mientras la rabia comenzaba a correr por sus venas.

Todo iba tan bien. Le había dicho a Kara que le gustaba y ella no se había alejado. Habían pasado una noche agradable y se había permitido pensar que iba por buen camino. En verdad quería ser su amiga, quería estar cerca de ella como fuera. Controló sus instintos toda la noche, pero cuando Kara se acercó a ella y la tocó tan dulcemente, la hizo perder la cabeza.

Sujetó fuertemente la reja de metal tratando de contener todo lo que estaba sintiendo, pero la frustración termino por ganar y pateo la puerta antes de irse del lugar con el corazón lleno de un dolor que no había experimentado nunca en su vida.

Necesitaba liberar toda su frustración con la única persona que sin importar lo que fuera, sabía que siempre estaría allí para ella.

°°°

Andrea se despertó sobresaltada al escuchar los fuertes golpes en la puerta. Miró el reloj, casi eran las cinco de la mañana ¿Quién demonios tocaba a su puerta a esa hora?

Primero pensó en volver a dormir. Que aquella persona esperará hasta que fueran horas decentes de visita, pero el timbre siguió sonando, así que no tuvo otra alternativa más que salir a correrlo en persona.

Se asomó por la mirilla y se sorprendió al ver a su visitante. Se apresuró a abrir la puerta y la dejo pasar.

— ¿Lena estas bien? ¿Qué estás haciendo aquí...? — Andrea no pudo decir nada más porque Lena se lanzó sobre ella perdiendo el control y la empezó a besar con furia tironeando de su ropa tratando de llegar a la piel ajena.

Quería sentir el cuerpo de Andrea, quería unir su cuerpo al de ella. Quería que la llenara por completo para que en su mente no hubiera nada que no fuera el placer que la hacía sentir.

La empujó contra la pared en medio de la oscuridad. Su boca era ardiente y dominante, una respuesta salvaje al mido que Lena sentía por lo sucedido solo unos minutos atrás con Kara. Tironeo del tirante del pijama de Andrea y lo bajo para dejar los pechos expuestos a la exploración.

Andrea deslizo una pierna contra la suya, casi tan desesperada como Lena, apretando con fuerza contra su cadera, restregando su cuerpo contra el suyo.

Sus pezones se pusieron duros por el frio y gritó cuando se los tomó con las manos y se inclinó para chuparlos. Su boca la estaba haciendo enloquecer, y se sentía tan débil que tuvo que agarrarse bien fuerte y cerrar las piernas en torno a su cintura para que sus cuerpos quedaran mejor anclados.

— Perdona por despertarte. — susurró Lena mientras sus dientes rozaban los pezones y su lengua le acariciaba los pechos. Su boca caliente y húmeda, la estaba marcando, reclamándola como algo suyo.

— Estas perdonada, Lena. Hagámoslo aquí, ahora.

— No quiero hacerte daño. — a pesar de sus palabras, Lena deslizo la mano por el muslo para buscar la entrada húmeda de Andrea, y le metió los dedos sin dejar de empujarla contra la pared – Y sin embargo necesito hacerlo.

— ¡Lena! — gimoteó Andrea aferrándola con fuerza por el pelo para aguantarse cuando ella le acarició el clítoris con el pulgar.

Lena agacho la cabeza y sustituyo la mano por la boca empezando a dar profundos lametones con la lengua. El cuerpo de Andrea había enloquecido, se sacudía sobre ella, fragmentándose, hasta el punto de que no dejaba de rogarle que se detuviera, pero seguía aferrándose a ella para que no se alejara.

Lena sintió cuando llegaba al orgasmo, una y otra vez, y entonces levanto la cabeza y su cerebro la engaño en aquel momento, ya que la chica que estaba frente a ella, a quien le estaba haciendo el amor, no era Andrea, sino Kara.

Sus ojos, su voz, su piel, por fin eran suyos. Y se sintió feliz.

— Eres perfecta. — le dijo a quien, según ella, era Kara.

Andrea le bajo los pantalones y oprimió con suavidad la lengua en la entrada de Lena, que jadeó cuando la boca de Andrea la poseyó.

Ninguna de las dos se dio cuenta cómo fue que llegaron a la habitación, pero en ese momento era lo que menos importaba. Lena a duras penas pudo soportar las oleadas de placer que la recorrían. Sus manos buscaron la parte posterior de la cabeza de Andrea mientras empujaba sin poder contenerse con las caderas. Antes de llegar al orgasmo, la obligo a detenerse y la arrojo sobre la cama, colocándose sobre ella y volviendo a acariciarla con los dedos.

— Te gusta esto ¿Verdad? — susurro Lena sobre su oído.

Andrea asintió, sin poder hablar, mientras sujetaba con fuerza las sábanas. Empezó a empujar con fuerza las caderas hacia arriba, jadeando, aferrándose cada vez más a aquella indescriptible sensación. Lena estaba consiguiendo lo que necesitaba en ese momento más que nada. Ahuyento cualquier pensamiento negativo, hasta que la única realidad que existió fue ellas dos, su cuerpo tomando el de ella con largas y duras caricias, frotándose con más y más desesperación mientras Kara se aferraba a ella, aunque solo fuera una ilusión. Apretaba y apretaba y apretaba hasta que llego al clímax, estallando en pura euforia.

Andrea se corrió entre los dedos de Lena que no dejaba de sentirse llena de fuego y pasión.

°°°

Dos horas más tarde, Lena estaba dormida en la cama, con el cuerpo completamente desnudo y la sábana blanca solo cubriéndole un poco el trasero. Andrea estaba a un lado de la ventana, con una bata de ceda sobre ella y bebiendo un poco de café mientras miraba el sol salir. Se giró para ver a la hermosa mujer que dormía entre sus sabanas, aquella piel desnuda, blanca y tersa, provocaba que se le hiciera agua la boca.

Sonrió satisfecha por lo que había hecho. No le importaba el tipo de relación que tuviera con Lena. Esa noche le demostró que la necesitaba, que la deseaba más que cualquier cosa en el mundo, y no solo tuvieron sexo, estaban seguras de que habían hecho el amor. Por fin se entregó a ella como lo deseaba desde hacía siglos.

Por fin, después de tanto tiempo, todos sus sacrificios habían brindado frutos. No le importaba que hubieran tenido que pasar siglo y cada una de esas vidas porque al final, Lena era de ella y eso era algo que Kara no cambiaría jamás.

Sí, Andrea había recordado todo. Ahora sabía cuál era su verdadero propósito en la vida. Su único amor, su única obsesión era Lena y por fin la había conseguido. Por fin eran felices juntas, como siempre debió de ser. Tomó otro sorbo de café y siguió viendo aquel amanecer sintiéndose más poderosa que nunca. Lo había logrado, por fin había ganado.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora