Luna

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Allí estaba ella.

Vistiendo de una forma extraña al igual que Kara, pero era ella, de eso no había duda. Con paso lento y tímido se fue acercando a la pareja. Al principio con miedo a que la vieran y luego entendiendo que era invisible.

Las dudas se acumulaban cada vez más en su interior al escuchar la conversación que tenían aquellas dos.

— ¿Qué es lo que pasa, princesa?— preguntó la otra Lena, a la que Kara había llamado "Kieran" al darse cuenta de lo cabizbaja que se veía la rubia.

Kara se separó de ella y le dio la espalda, comenzando a jugar con las manos, llena de ansiedad.

— ¿Princesa?

— Mañana es la boda. — dijo por fin la chica.

Kieran no supo que responder. Se quedó en silencio sintiendo un fuerte dolor en el pecho. Ella sabía, al igual que la princesa, que tarde o temprano este día llegaría. Pero habían sido tan felices durante las últimas semanas que no pensaron en el doloroso momento en que todo terminaría.

Aun siendo conscientes de que nunca iba a poder ser más que amantes clandestinas, se habían arriesgado a seguir viéndose día con día, nutriendo ese amor que nació en ellas desde la primera vez que se vieron.

Un amor que estaba prohibido y que era imposible.

Kieran no era nadie. Era menos que nadie. Una simple y vulgar cargadora de una caravana ambulante de artistas. Kara era la princesa. Sus caminos nunca, ni en los sueños más locos de ninguna, iban a mezclarse. Kara iba a casarse con un príncipe. Alguien de su misma clase. Alguien digno para ella, y aun así el destino de ambas parecía estar entrelazado. Se habían enamorado.

Kara se dio cuenta del dolor de Kieran y trató de ocultar su propio sentir. Volvió a acercarse a ella y lo tomó de las manos. Sonrió con tristeza y con los ojos cristalizados.

— Perdóname.

— ¿Por qué te disculpas?— le pregunto Kieran.

— Por enamorarme de ti. Por causarte este dolor.

Kieran volvió a estrecharla contra su pecho y beso su cabeza.

— No debes de disculparte por eso. El dolor no se compara en nada con la felicidad que me haces sentir. Te amo más que a nada en el mundo— se separó un poco de ella y luego sujetó su rostro entre las manos con ternura — Cásate conmigo, Kara.

Kara comenzó a llorar y asentir ante la petición de Kieran. No solo por eso, sino porque era la primera vez que pronunciaba su nombre.

— Quiero hacerlo— dijo Kara entusiasmada — Sin importar lo que pase el día de mañana. Quiero unirme a ti antes que a nadie.

Ante sus palabras, Kieran sonrió momentáneamente.

— ¿Qué sucede?— preguntó Kara al verla marchitarse de nuevo.

— Nadie querrá hacerlo. — Kara entendió de inmediato. Nadie uniría las uniría en matrimonio — A menos que...

— ¿Qué?

— Si no te importa, yo podría hacer la ceremonia.

— ¿Tú?

— Bueno, he visto al líder de la caravana hacerlo muchas veces, así que podría hacerlo. Sería algo simbólico, no sería legal, pero...

— Está bien, hagámoslo.

El panorama cambio de inmediato para Lena. Fue como pasar de una escena a otra en una película. Aquella chica que era igual a ella, y la chica que era igual a Kara, estaban ahora junto a un lago.

El sol acariciaba la tranquila agua con sus últimos rayos de luz. La tarde caía iluminando el cielo de diferentes tonalidades, mientras aquella pareja se miraba de frente y sujetaban sus manos.

— Este listón— dijo Kieran atando un listón rojo sobre la mano de Kara y sobre la de ella misma — Simboliza la unión de nuestras almas. De ahora en adelante somos uno. Nada, ni nadie podrá separarnos... Se supone que necesitamos un testigo.

— Solo estamos nosotros— dijo la princesa pensando en cómo solucionar ese pequeño inconveniente. De pronto sonrió al ver morir el sol en el horizonte, levanto la mirada al cielo sobre sus cabezas y su sonrisa se hizo más grande al encontrar a su vieja amiga saludándola con su brillo — Utilicemos como testigo a la luna.

— ¿La luna?— preguntó Kieran confundida y mirando el astro blanco.

— Sí ¿Qué mejor testigo para nuestra unión que uno que tiene cientos de años y que durar por mucho más?

— Pero...

— Sin importa el paso del tiempo quiero que nuestro amor dure por siempre. — Kieran sonrió ante las palabras de Kara y continúo con la ceremonia.

Sacó un pequeño anillo que había improvisado con los tallos de una enredadera y se lo coloco a la princesa en el dedo anular de la mano izquierda. Mientras decía:

— Ante la luna como testigo, sello esta unión y juro amarte por el resto de mi vida. Ser tu paz y apoyo en todo momento. Respetarte y calmar tus heridas y jamás ser la causa de tus lágrimas o dolor.

Kara estaba muy conmovida y feliz por las palabras de Kieran.

— ¿Tengo que decir algo?— preguntó secando algunas lágrimas de sus ojos.

— Si tú quieres.

— Yo, tomando la luna como testigo, juro amarte por siempre. Sin importa los años, o las vidas que pasen, te buscaré, te encontraré y te amaré. Aun después de la muerte. Estaré a tu lado sin importar nada, siendo tu apoyo y tu luz. Como tú serás el mío. Pase lo que pase.

Guardaron silencio durante unos segundos, intercambiando solamente miradas llenas de alegría. Para finalmente besarse bajo la luz radiante de la luna.

— Nos casamos.

Susurró Lena después de ver aquello y entender que se trataba de un recuerdo. De una de sus vidas pasadas.

Mientras seguía mirando la escena, un nuevo espectador la atravesó al igual que Kara hacia un rato. Reconoció al hombre de inmediato, era Monel. Pero lo que más llamó su atención, fue la daga de plata que llevaba en una mano.

Desesperada, trató de seguirlo y de gritar para alertar a su yo del pasado, pero su voz se apagó y la oscuridad volvió a atraparla.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora