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El tiempo pasó rápidamente.

Kara, Alex y Kal se adaptaron al cambio.

Kara tomó como costumbre acudir todas las mañanas al café, y se sorprendió al saber que el dueño ordenó prepararlo y tenerlo listo para ella. No solo eso, sino que correría por cuenta de la casa todas las mañanas.

Al principio no lo aceptó, ya que ni siquiera conocía al dueño, pero fue tanta la insistencia de la encargada del lugar que terminó cediendo. Algunas veces se encontraba con Lena afuera del café, pero solo se limitaban a saludarse rápidamente sin intercambiara más que miradas.

Eso era suficiente para que Lena fuera feliz durante todo el día.

Kara trabajaba muy duro con Maxwell en sus diseños de moda y, por ahora, mantuvo en secreto su compromiso con Monel.

Mientras Lena a pesar de que varias veces estuvo segura de que no buscaría más a Andrea, siempre que la bajita se cruzaba en su camino, terminaba entre sus brazos. Y, sin embargo, cada vez que veía a Kara, algo en su corazón crecía más y más, aunque era como si siempre hubiera estado ahí, dormido, esperando pacientemente para conocerla. Era algo cálido que le llenaba el corazón cada vez que la miraba.

Era eso lo que le impedía acercarse a ella como a las otras chicas. Desde el primer momento le pareció hermosa. Cuando estuvo con ella a solas en la cabaña y durmieron en la misma cama, tuvo unas ganas enormes de hacerla suya. Pero le daba miedo tocarla. Su corazón palpitó intensamente cuando se atrevió a rodearla con los brazos, cuando estuvo dormida.

Lena se había acostado con varias chicas, pero esa fue la primera vez que se sintió completa, feliz y solo con tenerla así. Pudo conciliar el sueño como nunca y al despertar lo primero que sus ojos vieron fue el rostro de aquella mujer que la volvía loca y sus labios tan cerca de los suyos. Era la primera chica con la que no sabía cómo hablar porque simplemente su cerebro se negaba a trabajar cuando la veía. Y cuando Kara la miraba, las llamas se extendían por sus venas, y en su mente desaparecía todo lo que no fuera ella. Nunca antes se había sentido tan vulnerable con solo una mirada y eso la aterraba.

°°°

— ¿De dónde dices que la conoces? — le pregunté a Maxwell mientras íbamos de camino a un restaurante en el centro de la ciudad.

— Alex me la presentó hace unos días. Es amiga de una de sus amigas.

— Entonces, ¿Por qué no le pediste a ella que te acompañara?

— Lo hice. Pero me dijo que tenía mucho trabajo pendiente. Además, no es correcto llevar a tu exnovia a una cita con otra mujer.

— Claro. Pero si es correcto que tu exnovia te presente a otras chicas, ¿No? — Maxwell sonrió y volvió la vista al frente.

Él y Alex habían tenido una relación unos años atrás. Durante el año de intercambio escolar en el que Maxwell tuvo que vivir en Paris se enamoraron perdidamente y cuando fue hora de regresar, él le pidió matrimonio a Alex, pero ella no aceptó. Entonces continuaron con una bella amistad. Nunca entendí por qué Alex lo rechazó y siempre que se lo preguntaba me decía con total seguridad que ese no era su destino. Diga lo que diga yo sé que ella aún está enamorada de él. Y Maxwell..., bueno, Maxwell solo trata de olvidarla sin éxito.

— Necios. — susurré recargando el hombro en la ventana del auto.

Cuando vi a la joven con la que Maxwell se había citado no podía creerlo. Era Sam, y su acompañante era nada más y nada menos que Lena. Las dos nos miramos muy sorprendidas, pero cuando Lena sonrió me fue inevitable no corresponder a su sonrisa.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora