Apostar

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Lena no podía dejar de pensar en las palabras de Sam y en la forma en la que se las había dicho. Había un suplica y dolor en su ojos, pero no entendía por qué. No le preguntó ya que al principio no le dio mucha importancia, pero no pudo sacarse de la cabeza la expresión de su amiga.

— ¡Despierta!— le gritó Lex lanzándole una bola de nieve al brazo.

Los dos estaban en la pista de esquié. Era su último día en Vancouver y a pesar de los esfuerzos de Lena y Sam por enseñar a Lex a esquiar simplemente era demasiado malo para ese deporte. Aunque había que admitir que era muy persistente, ya que, pese a todas sus caídas, moretones y raspaduras, no dejaba de intentarlo.

— ¡Deja de lanzarme bolas! — se quejó Lena, sacudiendo los restos de nieve de su chaqueta.

— Ponme atención. — Lex la sacaba de quicio, pero también la llenaba de alegría y buenos momentos. Era como un hermano mayor, que aunque insoportable la mayoría de las veces, también protector y cariñoso, lo amaba con todo el corazón.

— Ok, ¿Ahora qué quieres?

— ¿Tienes hambre? — preguntó Lex con una sonrisa despreocupada, sorprendiendo a Lena —Vamos a comer algo, ¿No?

— ¿Ya no quieres seguir practicando?

— No. Ya es hora de aceptar que esto no es lo mío. Me divertí, pero sinceramente soy un asco para este deporte.

— No eres tan...— Lena recordó todas las horas que había pasado intentando que Lex aprendiera sin mucho éxito. —Tienes razón, eres un asco. — los dos rieron. — Hay que ir a alcanzar a Sam al comedor.

— Bueno. — Lena tomó del brazo a Lex para salir de la pista de esquí, pero de la nada un esquiador que bajaba por la colina, chocó con él y lo arrastró un par de metros.

Lena corrió detrás de ellos para ayudar a su amigo.

— ¡Lex!— gritó Lena preocupada ayudándolo a ponerse en píe. — ¡¿Estás bien?!

Pero Lex estaba muriendo de risa, al igual que el esquiador que había chocado con él, y que seguía en el suelo.

— ¿Qué...?

— ¡Kal!

Otro esquiador bajo por la colina y levantó un poco de nieve cuando frenó con los esquíes. Se deshizo de las gafas protectoras de inmediato y ayudó al otro joven a ponerse de pie.

— ¡Estás loco!

— ¡¿Qué demonios les pasa?!— gritó Lena molesta ya que aquellos jóvenes no se habían preocupado por Lex. Pero cuando vio a la joven que había llegado a auxiliar al tipo, se sorprendió.

Era Kara.

—Estoy bien, Kara. No te preocupes— el hombre que había chocado con Lex se sacudió los pantalones tratando de quitar toda la nieve que había sobre ellos. — ¿Te encuentras bien?— le preguntó a Lex.

— Sí. No me pasó nada. — respondió el agraviado con una gran sonrisa. Lena se enfureció con la respuesta de Lex, era una buena persona pero a veces se pasaba de buena. —No se preocupen...

— ¡¿De qué estás hablando?! ¡Pudiste haberte roto algo...!

— Lena, cálmate. Estoy bien.

— ¡Tiene que disculparse contigo!

— Él ya dijo que está bien. — intervino Kara.

— Kara, está bien— Kal trató de calmar la situación y se dirigió a Lex. — Por favor discúlpame.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora