Epilogo

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Un año después.

— ¿Quieres darte prisa?— le dijo Sam a Lex apresurándolo a salir del auto.

— Espera. Mi sombrero — Se quejó él mientras pasaba una mano sobre su calva cabeza.

— ¡Tardaste más de dos horas arreglándote! ¡Vamos a llegar tarde por tu culpa!

— Deja de quejarte. Ya estamos aquí.

— Buenas noches— saludo un apuesto joven acercándose a ellos.

— Hola, Maxwell— respondieron el saludo al mismo tiempo.

— Perdón por llegar tarde.

— No te preocupes, Sam. Están justo a tiempo.

— ¿Y los demás?— preguntó Lex.

— En la entrada. Esperando a Kara.

— ¡Lo ves! -- dijo Lex dándole un codazo a Sam antes de seguir a Maxwell escaleras arriba.

En la entrada de los juzgados ya estaba Luisa del brazo de Kal, además de Lena y su madre.

Luka, Sam y Lex llegaron junto a ellos y se saludaron alegremente. Los invitados ya los esperaban en el interior del edificio. La única que faltaba en llegar era Kara.

— Es un buen día para una boda — dijo con evidente alegría la madre de Lena.

— Pero madre. Kara aun no lle...

En ese momento, Kara bajo de la limosina junto a Alex, que la había ayudado. Lena se quedó sin palabras al ver lo hermosa que se veía y tuvo la seguridad de que aquel día sería el punto que marcaría el pasado, de un brillante futuro.

Finalmente se casaron, y mientras estaban en la salida del edificio, y eran bañadas por pétalos de rosas blancas, Kara se sintió observada por Lena.

— ¿Qué pasa?— le preguntó con una sonrisa

Habían tenido que pasar por mucho, fueron largos meses de recuperación, de miedo al pensar que Kara podía morir después de tantos golpes y de perder tanta sangre. Irremediablemente perdió al bebé. Pero finalmente sus ganas de vivir salieron a flote y pese a todo allí estaban. Siendo una familia.

Lena no podía ser más feliz. Sonrió y le dio un beso en las mejillas a Kara, que no entendía porque estaba actuando de esa manera. Luego, sacó un anillo hecho con enredaderas y se lo coloco en el dedo a Kara.

— Esto...— Kara lo reconoció de inmediato.

— Con la luna como testigo— comenzó a decir Lena — Sello esta unión y juro amarte por el resto de mi vida. Ser tu paz y apoyo en todo momento. Respetarte y calmar tus heridas y jamás ser la causa de tus lágrimas o dolor. Juro amarte por siempre. Sin importa los años, o las vidas que pasen, te buscare, te encontraré y te amare. Aun después de la muerte estaré a tu lado sin importar nada, siendo tu apoyo y tu luz. Como tú serás el mío. Pase lo que pase.

— Lena ¿Lo recuerdas?— pregunto Kara sorprendida mirando el anillo.

En respuesta, Lena la tomó en sus brazos y la besó entre los aplausos y la alegría de todos los que las rodeaban.

°°°

— ¿Qué sucede, Alex? — le preguntó Sam al verla quedarse atrás de la comitiva. Parecía nerviosa y dudando si entrar o no.

Intento sonreír, pero lo único que logro fue una extraña mueca.

— ¿Y si regresan? — preguntó angustiada frotándose las manos.

— ¿Quiénes? — regresó la pregunta Sam atenta a la pareja de recién casadas, solo faltaban ellas de ingresar al edificio. Alex la tomó repentinamente del brazo.

— Andrea y Monel.

Eso aclaro los temores de Alex.

Andrea suspiró justo antes de abrazarla.

— Se terminó, Alex. Son libres.

— ¿Cómo puedes estar segura? El hechizo...

Sam se separó, pero no la soltó.

— El hechizo se rompió.

Alex no dijo nada.

— Braini me lo dijo.

Alex abrió los ojos sorprendida.

— ¿Cómo? ¿Quién?

— La última gota de amor de un corazón roto. Eso fue lo que la madre de Braini me dijo que se necesitaba para romper el hechizo.

— La última gota... ¿Kara?

Sam negó con un movimiento de cabeza.

— Monel.

— ¡¿Qué?!

— Su sacrificio. Su último y quizá... único acto de bondad y amor — los aplausos estallaron cuando Kara y Lena se besaron. Sam levanto la mirada al cielo y sonrió — Quien diría que ese idiota terminaría siendo la clave para arreglar lo que rompió.

°°°

A varios metros de ellas, había un hombre mayor que se apoyaba con la ayuda de un bastón, observándolas con alegría.

— Lo lograron—. Dijo el hombre y comenzó a aplaudir.

— ¡Abuelo!— una pequeña niña, de unos cinco o seis años, lo jalo con insistencia del trajo para llamar su atención — ¿¡Dónde está mi helado!? ¡Dijiste que me comprarías uno! ¡Pero aquí no hay ninguna heladería!

Monel miró a la niña con ternura y se puso a la altura de ella, en cuclillas.

— Lo sé. Pero quería ver a unas amigas. Por eso venimos aquí, Andrea.

— Pero dijiste que me comprarías helado, abuelo.

— Tendrás tu helado—. Le aseguro Monel, enderezándose y poniendo la mano sobre la cabeza de Andrea.

Ella, molesta, la aparto de inmediato y se cruzó de brazos haciendo un puchero.

— Odio San Francisco. Quiero regresar a casa.

Aquellos berrinches más que molestar a Monel, lo hacían reír. Todos pensaban que cuando su nieta se enojaba, era demasiado adorable como para tomarlo enserio.

— No regresaremos nunca.

— ¿Me lo prometes?— pregunto Andrea entusiasmada.

— Claro, pequeña...

— ¿De fresa?

Monel sonrío, levanto la mirada volviendo a fijarse en la escena que se desarrollaba a varios metros de ellos.

— El amor no siempre es fácil de interpretar. El amor que es muy fuerte puede confundirse con el odio y entonces algunos se pierden, en ese caso es mejor alejarse, antes de hacerle daño a lo que amas o peor, terminar haciéndote daño a ti mismo. Nos costó mucho tiempo aprenderlo, así que no lo olvides.

La pequeña niña lo observo confundida. Pero, de pronto un brillo de entendimiento destelló en sus ojos.

— Hablas muchas tonterías, abuelo—. Andrea era demasiado pequeña para comprender las palabras de Monel, pero algún día las entendería. — ¿Y mi helado?

— Ahora vámonos— tomó de la mano a la pequeña y miró por última vez a Lena y Kara. Sintiéndose realmente feliz por ellas y libre al fin — Hay que ir por tu helado.

— ¡Sí!— gritó la pequeña Andrea dando saltitos de alegría, siendo completamente ignorante de todo lo que había pasado.

Cuando rompieron el hechizo, no solo Kara y Lena fueron liberadas, sino todos los que habían quedado atrapados en la maldición. Y eso por supuesto incluido a Monel y Andrea.

La alama de Andrea, se había purificado y no recordaba nada. Por eso, ahora podía vivir una vida lejos de ellas.

El amor de Lena y Kara, pudo vencer todos los obstáculos y junto a su pequeña hija, serían felices por el resto de sus vidas he incluso después de eso. Su amor era tan fuerte que traspasaría el tiempo y de eso, a nadie le quedaba duda alguna.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora