No volverá a suceder

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Aunque al final de cuentas durante su guardia, Lena y Lex tuvieron mucho trabajo; todos estaban sorprendidos por la actitud tan alegre que Lena había demostrado. Todos, excepto Lex, que sabía bien que se debía a que se habían vuelto a encontrar con la chica de las montañas. 

El turno de Lena terminó antes que el de sus amigos. Tanto Lex como Sam tenían programadas cirugías de emergencia, así que decidió marcharse sola a casa para descansar. Justo estaba abriendo la puerta de su departamento cuando escuchó la voz de Andrea.

— Hola. — saludó la chica, con la mirada clavada en Lena. Pero ella no se molestó en responder o en si quiera mirarla. — Lena...

— ¿Qué demonios haces aquí? — se miraron por unos segundos en completo silencio. — Te dije que nunca vinieras a buscarme aquí.

Entonces Andrea caminó por el pasillo y se relamió los labios frente a ella.

Le encantaba aquella actitud de Lena, arrogante, dominante y sensual.

Lena la escaneó y terminó de acortar la distancia.

La tomó de las muñecas y la azotó contra la pared, elevando las manos para aprisionarla. Se dejó llevar por el aroma de Andrea, aunque se prometió unas horas atrás, no volver a buscarla. Comenzó a devorar la piel de su cuello y Andrea aprisiono su cadera con las piernas.

— Andrea... — susurró Lena en su oído. — Aquí no. — apenas pudo decir por el intercambio de besos desesperados de la bajita.

— ¿Adentro? — sugirió Andrea con sensualidad y poniendo sus intensos ojos sobre los de Lena.

Ella solo pudo morderse los labios y aunque sabía que no debía de hacerlo, asintió a la pregunta de su amante. Antes de que pudiera arrepentirse, Andrea la tomó de la muñeca y la jalo adentró del departamento.

En cuanto cerraron la puerta Andrea se lanzó sobre Lena, y como un animal salvaje y deseoso le quitó la ropa.

Su piel estaba muy caliente, de haber podido habría quemado toda la habitación. Lena dejó escapar un gemido, mientras Andrea saboreaba en silencio. De pronto fue lanzada sobre el sofá de la sala en medio de la oscuridad. Lena se lamio los labios y observo la piel blanca de Andrea.

— Deja de mirarme y ven. 

Sin pensarlo dos veces Lena se abalanzo contra ella. Con facilidad se deshizo del sujetador de Andrea y comenzó a mordisquear los pezones endurecidos de la chica. 

— ¡Dios! ¡Así!

Lena sonrió complacida y siguió lamiendo la piel erizada de Andrea hasta llegar a la parte baja del abdomen. 

— ¡Hazlo! — exigió excitada y Lena se perdió en la humedad de la bajita que arqueo la espalda al sentir el contacto.

°°°

Podía escuchar la respiración tranquila de Kal a un lado mío. Hacia algo de tiempo que se había quedado dormido, mientras que yo no podía conciliar el sueño. Aunque tuvimos una discusión, estaba recostado en la cama, en otras circunstancias lo dejó quedarse en el colcho inflable sin objeción, pero tras visitar esa noche al hospital, lo menos que podía hacer era cederle la mejor cama. El colchón inflable no estaba tan mal, pero mis ojos simplemente se negaban a cerrarse.

Me levante un poco para ver a Kal, su expresión era simplemente muy dulce. Siempre parecía un niño pequeño al dormir. Le retire unos mechones de cabello de la cara y la cobije un poco más. Volví a mirar al techo y suspire, mientras mis manos jugueteaban con el aniño de compromiso que Monel me había dado. La verdad es que no le había dicho a nadie que me pidió matrimonio, ni siquiera a Kal y lo cierto es que no sé por qué no lo he hecho. Hay algo en mí que me lo impide. Es un sentimiento extraño.

Como si estuviera haciendo algo que no debo de hacer.

Mire de nuevo la pequeña argolla y me dieron ganas de llorar. No de felicidad, sino por miedo.

Eso es. Tenía miedo.

Quizá a la idea de atar mi vida a alguien para toda la vida, o quizá de lo que los demás digan respecto a nuestro compromiso. O quizá de lo que tenía miedo era de estar con la persona equivocada.

Cerré los ojos y aprete la argolla contra mi pecho tratando de disipar la neblina que había en mi mente, pero solo lograba volver a hacerme preguntas. Al final decidí que lo mejor era tratar de dormir un poco.

En cuanto el sol saliera sería un día muy agitado. Había muchas cosas que hacer y estar cansada no me ayudaría a realizar ningún de ellas.

Coloque el anillo en una pequeña caja dentro del tocador y me gire para quedar de frente a mi primo, tomé su mano que colgaba a un lado de la cama sobre mí y cerré los ojos para entregarme a los brazos de Morfeo.

°°°

— ¡¿Qué demonios significa esto?!— gritó Lex al entrar al departamento acompañado de Sam, y ver la ropa regada por el suelo, y a Lena y Andrea semidesnudas y abrazadas sobre el sofá.

En cuanto las chicas escucharon el grito de Lex se levantaron de un salto asustadas y confundidas

— ¡¿Qué demonios es esto?!— volvió a preguntar incapaz de creer lo que sus ojos estaban viendo.

No era estúpido. Podía comprender a la perfección lo que había pasado, pero no quería creerlo.

— ¡¿Cómo te atreves?!

— Lex...— Lena miró a su amigo y luego a Andrea con desesperación — Es hora de que te vayas— le dijo a la chica desnuda.

— Pero... — Andrea iba a discutir, pero Lex no le dio oportunidad.

La tomó fuertemente por el brazo y la empujo a la salida.

— ¡Lárgate zorra! — la lanzó hacia el corredor sin importarle que estuviera en paños menores. — ¡Y llévate tus porquerías! — le arrojo la ropa y cerró fuertemente la puerta.

— Lex, por favor, déjame explicarte...

— ¡Tú cállate! — Lex estaba furioso. — ¡¿Cómo pudiste?! ¡Eres un animal! ¡Eres una imbécil!

— Por favor, solo...— Lena trató de tocarlo, pero Lex se alejó con brusquedad.

— ¡No me toques! ¡No quiero verte! ¡No quiero hablar contigo! — dijo antes de marcharse a su recamara y azotar la puerta.

Lena se llevó las manos a la cabeza y luego miró a Sam que había permanecido callada.

— ¿No dirás nada?

— ¿Qué quieres que te diga, Lena?

— ¿No estás enojada?

— Por supuesto que lo estoy. Te dijimos que no la trajeras aquí. Lo único que Lex te pidió fue que nunca la trajeras a nuestra casa y ahora las encontramos desnudas, en el sofá. Demonios, Lena, por lo menos la hubieras llevado a tu recamara.

— Yo...

— ¡No! Yo tampoco quiero escuchar tus excusas. Hasta ahora me he mantenido alejada de tu relación con esa... chica. Pero no puedo tolerar que hagas esto ¿Me entiendes? — Lena pasó saliva.

Conocía muy bien a su amiga y aunque la mayoría de las veces se la pasaba bromeando, cuando ponía esa expresión era porque hablaba muy enserio.

— No volverá a suceder— fue lo único que se le ocurrió decir a Lena.

Sam la miró con una mezcla de desaprobación y decepción. Suspiró antes de hablar.

— Eso espero. — concluyó y luego también se marchó.

Cuando el amor se convierte en odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora